Ni los ataques de Israel ni las condiciones meteorológicas dan tregua a una población gazatí agotada tras más de dos años de violencia. A las puertas de un invierno que se prevé durísimo en la Franja, el panorama en el enclave es desolador. Centenares de tiendas que daban cobijo a miles de personas desplazadas han quedado anegadas por las lluvias torrenciales que han azotado la Franja durante las últimas semanas y han acabado con la vida de al menos 17 personas, entre ellas cuatro niños. Las inundaciones son una pequeña parte de la destrucción de Gaza. Más de dos meses después de la entrada en vigor del frágil alto el fuego entre Israel y Hamás auspiciado por Estados Unidos, las fuerzas israelíes prosiguen sus ataques. Los asesinatos de civiles a manos del Ejército israelí se producen prácticamente a diario. Pese a ello, la comunidad internacional no sólo no castiga a Tel Aviv, sino que en algunos casos refuerza su apoyo: a inicios de mes, el canciller alemán, Friedrich Merz, buscó relanzar su alianza con Israel durante un acto en Jerusalén.

Desde la firma del acuerdo de alto el fuego el 10 de octubre, alrededor de 400 personas han perdido la vida por ataques israelíes. Esta semana, un bombardeo contra el barrio de Bani Suheila, en la ciudad de Jan Yunis, en el sur de Gaza, mató a tres personas. Y los ataques israelíes se extienden más allá de las fronteras palestinas: el jueves, un día antes de que tuviera lugar una reunión para supervisar el alto el fuego entre Israel y la milicia chií libanesa Hezbolá, las Fuerzas Armadas de Israel lanzaron una serie de ataques aéreos en el sur y noreste de Líbano. Un día más tarde, el Ejército volvía a lanzar ataques, esta vez en Siria contra supuestos milicianos a las afueras de Damasco.