
Muy pronto se cumplirán diez años desde que 5W echó a andar: el 22 de septiembre de 2015 nacían nuestras crónicas de larga distancia. Hoy siguen siendo el corazón de lo que hacemos: pequeñas historias, grandes explicaciones; pero en esta década nos hemos hecho mayores y ya somos más que una revista: crónica, fotografía, podcast, actualidad, eventos, exposiciones, charlas…
Y todo con una comunidad detrás, la que formáis personas como tú, que sois el pilar de esta revista. Sin vosotros y vosotras, 5W nunca habría sido posible.
Próximamente compartiremos un balance de esta década, pero ahora queremos invitarte a celebrarla.
El próximo 27 de septiembre haremos una fiesta en Barcelona en la que habrá periodismo y mucho más. Será una celebración abierta, un espacio de encuentro y celebración colectiva.
Horarios:
Ya es sábado y, como cada semana, arrancamos nuestro rickshaw para recorrer la actualidad internacional. Comenzamos con los ataques israelíes en Qatar y las reacciones diplomáticas que han suscitado; ponemos el foco en la grave situación en la región sudanesa de Darfur en medio de la cruenta guerra civil;, y repasamos el ataque ruso en Ucrania que, por primera vez, ha alcanzado un edificio gubernamental. La imagen de la semana muestra las protestas que han forzado la dimisión del primer ministro en Nepal. También nos detenemos en Brasil, Francia, Estados Unidos y Argentina.
Antes de empezar, te recordamos que ya está aquí el número 10 de la colección Voces 5W, ‘Guerra, paz y periodismo’: un libro-diálogo en el que los periodistas Jon Lee Anderson y Patricia Simón reflexionan, a lo largo de 146 páginas, sobre los rostros del poder, la ola reaccionaria que sacude al mundo y las propuestas para construir sociedades más democráticas. ¡Hazte socio/a para recibirlo!
En el mundo, 1 de cada 4 personas viven sin agua potable gestionada de forma. Cerca de 1.000 niños mueren diariamente debido a la insalubridad del agua. 2.000 millones de personas no tienen acceso a servicios básicos de higiene.
Son datos de la última publicación de ONU-AGUA, el mecanismo de coordinación de Naciones Unidas en temas de agua y saneamiento. Las cifras son alarmantes y, a menudo, están ligadas a causas relacionadas con la mano del hombre, como por ejemplo, el aumento de la demanda hídrica, la sobreexplotación de reservas naturales, la contaminación o la mala gestión de estas, el pésimo estado de las infraestructuras o la crisis climática, que provoca cada vez lluvias más imprevisibles y torrenciales, y sequías más frecuentes y duraderas. Pero en la larga lista de causas evitables, hay una especialmente macabra: el uso del agua como arma de guerra.
En el podcast de este mes, hablamos del impacto que tiene la escasez de agua en el mundo con Pedro Arrojo-Agudo, relator especial de Naciones Unidas sobre los derechos humanos al agua potable y al saneamiento; Jocelyn Lance, Coordinador de Respuesta Rápida a Emergencias del Departamento de Protección Civil y Ayuda Humanitaria de la UE; Monica García Prieto, periodista; Kayed Hammad, fixer en Gaza que fue evacuado hace unas semanas a España desde el norte de la Franja.
Un podcast de Javier Sánchez. El montaje musical es de ROAD AUDIO.
Recuerda que puedes escuchar todos nuestros monográficos en el espacio podcast mientras navegas por la web, o descargarlos a través de las principales plataformas como Spotify, Ivoox o Apple Podcast.
Este podcast nace de una colaboración con el Departamento de Protección Civil y Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea.
Los incendios son noticia de verano y se olvidan en invierno. Pero los que están devorando centenares de miles de hectáreas en España tienen una dimensión desconocida hasta ahora, tan difícil de calibrar como desoladora, porque todo apunta a que en el futuro se repetirán —con más fuerza incluso y conquistando otras épocas del año, si no se toman medidas.
Cuando el fotógrafo Brais Lorenzo (Ourense, 1986) empezó a documentar los incendios en su Galicia natal, hace ya catorce años, un incendio que arrasara 300 o 500 hectáreas era ya considerado “un gran incendio forestal”. Durante las últimas semanas, Lorenzo ha estado recorriendo la provincia de Ourense, una de las más afectadas de España, donde hubo activos varios megaincendios que quemaron más de 10.000 hectáreas cada uno. El mayor de ellos, originado en Larouco, supera las 30.000 hectáreas calcinadas.
“No somos conscientes de lo que ha sucedido. Y se veía venir”, dice el fotógrafo, que tiene un proyecto de larga distancia bajo el título Tierra quemada.
Se mezclan muchos elementos en estos incendios llamados de “sexta generación”. El abandono rural, tan visible en algunas partes de Galicia dedicadas antes a la ganadería y la agricultura. La endeble gestión forestal de ese territorio y la acumulación de maleza. El clima cada vez más extremo, con olas de calor que favorecen la rápida propagación del fuego.
“Es frustrante, porque los incendios son simultáneos, los más importantes de la historia de Galicia, hay miles de hectáreas ardiendo, todo es caótico…”, dice. “Cuando parece que se ve el fin, volvemos a empezar”.
De la mano de Lorenzo y sus fotografías, nos adentramos en las contradicciones de este fuego que parece que nunca se acabe, con un relato cercano y en primera persona de alguien que conoce bien esa tierra que hoy arde.
Este incendio, como muchos otros, se originó en un municipio pero acabó propagándose a otros. La vista nocturna corresponde a una zona cercana a la villa de Ribadavia, en la comarca de O Ribeiro. La gente con la que he hablado en las zonas afectadas me dice que hay una normativa opresora para dedicarse a trabajos tradicionales, y eso hace que el medio rural se vacíe. No se puede hacer política desde un despacho o pisando moqueta, sino escuchando a la gente que vive en estas zonas.
Un zorro (o raposo, como lo llamamos en Galicia) huye despavorido del fuego. Es en A Gudiña, un municipio cercano a Castilla y León. Estaba en otro incendio y recibí un aviso de este. El monte está muy seco y el fuego se propaga con gran rapidez, las escenas de llamas más activas se suelen dar poco después de originarse el incendio. En este caso llegué pronto, había unos soldados desplegados, y uno de ellos llamó la atención sobre el zorro. No suelo llevar teleobjetivo, pero aquel día sí y pude capturar esa foto de fauna, que siempre es difícil de conseguir, y además se refiere a una realidad de los incendios que no acostumbramos a explicar.
Este es uno de los primeros incendios que salí a documentar, a finales de julio, en el municipio de Cualedro, en la zona Da Raia, entre Ourense y Portugal. Se preveía un verano complicado, pero esto ha superado los peores pronósticos. En el conocido como triángulo del fuego, formado por Oímbra, Cualedro y Verín, el monte se regenera rápido y los incendios se siguen sucediendo. El valle de Monterrei es una zona propicia para los incendios, porque se dan condiciones específicas para ello. Pese a todas las explicaciones y análisis, siempre cuesta entender por qué unas zonas acostumbran a resultar más afectadas que otras.
Un agente medioambiental usa un batefuegos para golpear el fuego. Los incendios se intentan apagar con todo lo disponible: mangueras, hidroaviones, pero también con ramas. Cuando llegué a esta aldea, Saa, situada en el municipio de Carballeda, todo ardía. Aquí además había un invernadero y los nervios se podían palpar. Una mujer con una crisis de ansiedad lloraba porque se le quemaban las colmenas. Un bombero forestal me increpó por hacer fotografías y no intentar apagar el fuego.
Otra visión nocturna. Esta imagen corresponde al incendio más grave de la historia de Galicia, que se inició en el municipio de Larouco, entró en León y en Lugo, y quemó algo de superficie en la sierra do Courel, que tiene una gran biodiversidad. La fotografía captura el momento en el que el fuego amenaza este tesoro natural.
Mi padre vive en la aldea y municipio de Beade, colindante con el municipio de Carballeda de Avia. Tiene una empresa de vinagres artesanales. El fuego no llegó finalmente hasta allí, aunque sí muy cerca. En la tarde del día 16, varios focos amenazaban localidades de estos dos municipios de la comarca de O Ribeiro. La fotografía la tomé en la capital del municipio de Carballeda de Avia, que está a apenas 15 minutos en coche de la casa de mi padre. Durante la cobertura me encontré obviamente con muchas escenas de tensión, pero también de normalidad. Aquí los vecinos jugaban a las cartas, pese a que las llamas estaban aún a una distancia prudente, pero relativamente cerca.
Ourense-Madrid. Esta es una zona de acceso a la autovía. Hubo muchos cortes, el servicio ferroviario también se interrumpió… Este coche de la Guardia Civil tuvo que retroceder ante el fuego. Las luces de marcha atrás se encienden. Todo muy simbólico.
En esta misma zona, yo había ido a comer a un restaurante que estaba en un gasolinera. De pronto tuvieron que evacuarlo. Estos incendios son tan imprevisibles que parece que estén lejos y en cinco minutos ya están pegados a ti. El personal del restaurante colaboró para apagar las llamas.
Otro que da marcha atrás. Un vecino retira el tractor de las inmediaciones de un invernadero. La gente se defiende con lo que haya: ramas, batefuegos. Algunas de estas zonas son vinícolas, y he llegado a ver cómo cargan de agua las sulfatadoras que normalmente usan para las vides con el objetivo de apagar el fuego. Los tractores con depósito, si están disponibles, también son usados para cargar agua y ayudar en la lucha contra el fuego.
Pena Trevinca, desde la localidad de Casaio. Es el punto de mayor altitud del territorio gallego, con más de 2.000 metros. La imagen tiene la épica de la lucha contra el fuego en el pico de Galicia. Es una zona bastante maltratada paisajísticamente. Hay muchas minas de pizarra a cielo abierto que lo destrozan todo. El acceso es difícil y las autoridades han silenciado este incendio. La gente de la zona, que tenía albergues o negocios de montaña, pedía más atención, pero este incendio quedó en segundo plano.
Un soldado de la Unidad Militar de Emergencias y un vecino intentan apagar un incendio. Esta fotografía simboliza la unión de ambos elementos en la lucha contra el fuego. La imagen está tomada en la aldea de A Espasa, situada en el municipio de Chandrexa de Queixa, que es conocida como la Siberia gallega, debido a la baja densidad de población. Yo ya conocía esta zona, porque había documentado allí la despoblación rural. Cuando supe que había un incendio, me preocupé bastante por la gente que conocía, pero al final se logró controlar cerca del cementerio de la aldea.
Una de las armas contra los incendios: la xesta (retama). Hemos visto durante las últimas semanas a personas mayores —y no tan mayores— en zonas aisladas a las que no han llegado los servicios de extinción, luchando como pueden contra el fuego. Ese sentimiento de comunidad y de unión se ha plasmado en la ayuda entre vecinos para salvar viviendas. Aquí lograron que no ardiese ninguna casa.
Aldea de San Vicente de Leira. Era como si una bomba hubiese caído y arrasado con todo. Llegué dos días después de que se declarara el incendio y me encontré con esta vivienda ardiendo. Había visto todas las casas sin tejados, con la estructura calcinada, pero esta estaba en llamas. Alerté a los vecinos, al principio me miraron como diciendo qué más da, todo se ha quemado, pero cerca había otra casa con madera y paja, así que al final echaron unos calderos de agua. No acabaron con el fuego en ese momento. Pasé unos días después y ya estaba apagado.
Un bombero en el pueblo de Saa. Fue la primera foto que saqué nada más llegar. Estaba sufriendo un golpe de calor y le pregunté si necesitaba agua o alguna otra cosa. Lo que necesitaba era parar. El hombre ya no podía más. Durante estos días he visto a los trabajadores del servicio de extinción exhaustos, sin comer o comiendo a deshoras. Es muy duro para ellos. Vi cómo evacuaban en ambulancia a alguno de ellos.
Las fotografías que vemos más a menudo son del fuego, que siempre es espectacular, de la lucha que llevan a cabo los vecinos, los bomberos. Pero una de las cosas que más me ha llamado la atención son los pirocúmulos de los incendios forestales. Es una acumulación de humo que se produce a causa de los incendios y que se parece a las nubes. Son extremadamente peligrosos porque pueden desencadenar fuertes tormentas, lluvia o incluso vientos huracanados. Cuando hay varios simultáneos la situación se complica aún más, ya que pueden interactuar entre sí.
A Caridade es una aldea en el municipio de Monterrei. Es la primera a la que llegué. El centro estaba arrasado por el fuego. Había animales muertos y viviendas calcinadas. Es el momento del ocaso, entre el día y la noche, lo que aquí llamamos entre lusco e fusco. Las tonalidades azules, el fuego y el pirocúmulo de fondo es una de las imágenes que se me van a quedar grabadas en la mente para siempre. Está todo muy reciente, parece que ha acabado, pero el incendio sigue presente, porque el pirocúmulo, el hongo, el monstruo… sigue allí.
Otra vez la aldea de San Vicente de Leira. Ha sido una de las más fotografiadas, porque todo quedó arrasado. Esta mujer vivió allí hasta la adolescencia y después se fue, pero en el momento del incendio había vuelto a la zona. Me impactó oírla hablar sobre su infancia, la plaza del pueblo y todos esos trabajos comunitarios que desaparecieron porque ahora hay menos gente en la aldea y también aparecieron avances tecnológicos. El modo de vida que existía, en buena parte, desapareció.
La gente de esta tierra, que es de viñedos y de extracción minera, tiene una gran reivindicación histórica. San Vicente es una aldea prácticamente incomunicada. Los vecinos llevan 30 años reclamando mejoras en las vías de acceso. La única carretera que la conectaba con el exterior estaba destrozada debido a la actividad extractiva de una pizarrera. La comunidad pedía que la arreglaran, pero construyeron otro acceso, que no es el ideal. La solución definitiva aún no ha llegado. La destrucción del incendio agrava la situación de abandono y olvido en una aldea en la que los vecinos se vieron solos de nuevo, esta vez peleando contra el fuego sin ningún tipo de ayuda.
Vista aérea de San Vicente, uno de los lugares más afectados. Para aplacar estas emergencias es necesario mejorar la situación de la población rural, que la gente se relacione con el medio, que tenga animales. Ahora los árboles llegan casi hasta las casas, está todo el territorio sin trabajo, sin labrar. Se necesitan cortafuegos y zonas perimetradas. Incendios siempre hubo, pero no había este peligro para las aldeas. Hay que cambiar el modelo y fomentar políticas que ayuden a anclar población en zonas rurales. Porque esto es un problema que irá a más. Y no puede convertirse en irreversible.
Durante meses, cada día, la familia Hammad compartió en Instagram imágenes de los platos que cocinaba en su casa de Gaza. Mientras las bombas caían e Israel utilizaba el hambre como arma de guerra, ellos abrieron la puerta de su cocina al mundo. Lo hicieron con la complicidad del periodista Mikel Ayestaran, que transformaba los mensajes de voz, las fotos y las recetas que le enviaba la familia Hammad en una especie de diario íntimo de la guerra en Instagram.
Ahora, ese proyecto se convierte en libro. Y para que sea posible, necesitamos tu apoyo.
Menú de Gaza es un testimonio de la vida que resiste en medio del asedio. Un libro que recoge recetas y cientos de fotografías de platos elaborados por la familia Hammad durante los meses más duros de la ofensiva israelí en Gaza. Un proyecto que denuncia el uso del hambre como arma de guerra y reivindica el poder de lo cotidiano como forma de resistencia.
Publicaremos una edición especial, bilingüe (castellano e inglés), diseñada con mimo por el estudio Underbau y editada por 5W. Será un libro íntimo y potente, con el aspecto de un recetario litúrgico: papel biblia, formato pequeño, encuadernación en lino con máculas que evocan la devastación del territorio. Todo en él —desde los materiales hasta los silencios— está pensado para contar esta historia.
El 15 % de los ingresos de esta campaña irá directamente a la familia Hammad, que ha logrado salir de Gaza y empezar una nueva vida en España. El resto se destinará a la producción, impresión y distribución de la primera edición del libro.
Este no es solo un recetario. Es una crónica de guerra, un gesto de memoria, un acto político. Es, también, una respuesta a todas las personas que durante meses han preguntado cómo ayudar a la familia Hammad. La respuesta está aquí:
Gracias por hacerlo posible.
El 2024 fue un año marcado por los incendios en diferentes partes del mundo. En Chile, el fuego arrasó más de 43.000 hectáreas, acabó con la vida de al menos 138 personas, hirió a más de 1.000 y desplazó a cerca de 40.000; en Bolivia, los incendios forestales arrasaron más de diez millones de hectáreas, el equivalente al tamaño de países como Estonia, Holanda y Bélgica juntos; en Portugal, más de 40 incendios simultáneos dejaron un saldo de nueve fallecidos y decenas de heridos, además de más de 100.000 hectáreas afectadas; en California, los fuegos provocaron más de 16.000 hectáreas calcinadas, 30 muertos, miles de personas evacuadas y daños valorados en más de 50.000 millones de dólares.
Estos son solo algunos de los incendios forestales más destructivos del último año, pero el camino está lleno de fuegos más pequeños que siguen carcomiendo kilómetros y kilómetros de puro bosque y zonas interurbanas. Según un estudio de la organización Global Forest Watch en 2024, las llamas se han convertido en la principal causa de deforestación en el mundo, por delante de la agricultura, y avanza a un ritmo de 18 campos de fútbol por minuto. ¿Por qué sucede esto? ¿Se puede revertir la situación? Y si es así, ¿qué estamos haciendo para enmendarlo?
En el podcast de este mes hablamos de gestión forestal, de éxodo rural, de los que sufren el fuego y los que luchan contra él. Lo hacemos con Héctor Alfaro, ingeniero forestal y experto nacional en el Centro de Coordinación de la Respuesta a Emergencias de la Unión Europea; Fernando Sedano, científico del Joint Research Centre de la Comisión Europea en la Unidad de Gestión de Riesgos y Crisis; Adra Pallón, fotoperiodista y autor del proyecto fotográfico sobre megaincendios en España, ‘Lumes’, y Xabier Bruña García, doctor, ingeniero de montes y técnico en el ámbito rural de la Administración de la Xunta de Galicia.
Un podcast de Javier Sánchez. El montaje musical es de ROAD AUDIO.
Recuerda que puedes escuchar todos nuestros monográficos en el espacio podcast mientras navegas por la web, o descargarlos a través de las principales plataformas como Spotify, Ivoox o Apple Podcast.
Este podcast nace de una colaboración con el Departamento de Protección Civil y Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea.
Todo lo relativo a Palestina tiene aires de déjà vu.
La responsable de Política Exterior de la Unión Europea, Kaja Kallas, anunció el día 20 que hay una mayoría clara de países a favor de la revisión del Artículo 2 del acuerdo de asociación con Israel, que exige respeto a la democracia y los derechos humanos. “La presión es necesaria para cambiar la situación”. El movimiento es firme: 17 de los 27 países miembros de la Unión Europea votaron a favor de la propuesta holandesa de revisar las relaciones con Israel, que envía a la Unión Europea el 32% de todas sus exportaciones.
Pocas horas después el Congreso de los Diputados español aprobó una ley que aplica un embargo de armas a Israel. Y este cambio de tendencia no sucede en el vacío. Pedro Sánchez ya había dejado claro su punto de vista cuando dijo: “Nadie se llevó las manos a la cabeza cuando hace tres años se inició la invasión de Rusia a Ucrania y se le exigió nada más y nada menos que la salida de competiciones internacionales y […] no participar en Eurovisión. Por tanto, tampoco debería hacerlo Israel”.
De hecho, la semana pasada decenas de grupos musicales, algunos de los mejores del punk-rock nacional, como La Raíz o Sons of Aguirre, entre otros, anunciaron que dejarían de participar en los macrofestivales que acaban de ser comprados por un fondo de inversiones vinculado a las prácticas coloniales de Israel.
El movimiento viene de largo. Al menos desde 2008, cuando, tras un largo proceso de reflexión, un grupo amplio y representativo de organizaciones españolas inició un diálogo con sus contrapartes palestinas e israelíes sobre cómo lograr mayor efectividad en su trabajo. La Plataforma Palestina de ONGs, Ittijah (Unión de comunidades árabes del Estado de Israel), el AIC (Alternative Information Center de Belén y Jerusalén) y la Red Estatal de Solidaridad con Palestina se convocaron a debatir una estrategia común. Oenegés españolas que trabajan en Palestina formaron parte de “La iniciativa de Bilbao”, que coordiné. La premisa del debate, que duró días, fue: ¿Podemos alcanzar alguna postura unitaria para una campaña de acción conjunta?
Aquel 2008 fue el principio de algo que hoy comienza a fructificar. La respuesta no pudo ser otra que sumarse a las peticiones de aquellos con quienes se mostraba solidaridad. En 2005, una amplia representación de la sociedad civil palestina había lanzado la campaña Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) al Estado de Israel. Decía así: “Nosotros, representantes de la sociedad civil palestina, demandamos a las organizaciones de la sociedad civil internacional y a las personas conscientes de todo el mundo a imponer amplios boicots e implementar desinversiones contra Israel, de manera similar a aquellas aplicadas a Sudáfrica en la era del apartheid. Exigimos a ustedes que presionen a sus respectivos estados para que impongan embargos y sanciones contra Israel. Invitamos también a los israelíes conscientes a apoyar esta petición, por el bien de la justicia y una paz verdadera. Estas medidas punitivas no violentas deberían ser mantenidas hasta que Israel cumpla su obligación de reconocer el derecho inalienable del pueblo palestino a la autodeterminación y acate completamente los preceptos de la legislación internacional”.
Utilicé al principio de esta columna la expresión déjà vu —ya visto—. Porque lo que las administraciones y cada vez más personas comienzan a reconocer hoy no es más que lo que una parte de la sociedad civil española organizada lleva años pidiendo y tratando de poner en marcha. En una sociedad democrática, es la ley la que debe adaptarse a la sociedad y no a la inversa. Eso no sucede sin que cada uno de nosotros y nosotras actúe, empuje y presione desde el lugar que pueda hacerlo.
¿Qué dice la comida sobre lo que somos?
En el mundo se produce un 60% más de lo que la humanidad necesita para alimentarse. Pero hay 733 millones de personas que pasan hambre. La comida es, a la vez, un derecho, un privilegio… y un gozo.
Este es un número especial de 5W, que cumple diez años. Suscríbete para recibir ahora esta revista, además de tener acceso a lo que publicamos en nuestra web. Comida también se puede comprar por separado en nuestra tienda online y en librerías.
Esto es periodismo a fuego lento.
Esta revista se adentra en un tema fundamental de la humanidad, como siempre desde el reportaje, el ensayo, la entrevista y la poesía. En este libro-revista pensamos la comida desde su producción, desde su reparto desigual, desde sus implicaciones para el planeta y para la salud, desde su uso como arma de guerra. Pero también pensamos la comida como un lugar de encuentro.
Este número 10, como todos los anteriores, es una crítica: contra los oligopolios agroalimentarios, contra el insostenible ritmo de producción cárnica, contra la industria de los ultraprocesados. Pero también es una celebración. De la gastronomía, de las expresiones culturales que acompañan a la comida en todos los rincones del planeta, de las especias, de la vida. Ambos polos son necesarios para afrontar uno de los grandes retos de nuestro tiempo: acabar con el hambre.
“La comida es todo lo que está bien y todo lo que está mal en este mundo”, dice Martín Caparrós —maestro de 5W, intruso en la redacción— en el editorial de este número.
Las contradicciones de la comida, en efecto, son inagotables. Las exploramos en esta revista. Viajamos a Oriente Medio para descubrir un proyecto para preservar el legado genético de las semillas y garantizar la biodiversidad. Desde Senegal, comprobamos cómo la restricción de las exportaciones de arroz en la India azotan a poblaciones a miles de kilómetros, en África Occidental.
Expertos como José Esquinas Alcázar nos alertan de que, al margen de la crítica política, los consumidores deben asumir la responsabilidad. Pisamos invernaderos en la cima del mundo. Conocemos a chefs como Poncho Martínez, Elena Reygadas y Andoni Luis Aduriz. Desmontamos los mitos contra el vegetarianismo y entramos en granjas y mataderos. Nos rendimos al picante indio y machacamos la industria de los ultraprocesados, que no tiene el mismo sabor.
Aquí está el índice de la revista:
Normalmente cerraríamos este breve texto, pensado para abrir el apetito, con un tímido llamamiento a suscribirse a 5W. Pero esta vez nos gustaría aprovechar la ocasión para ir un paso más allá. Este año nuestro proyecto cumple diez años. Han sido diez años tan maravillosos como duros. Nacimos en 2015, el año de la mal llamada crisis de los refugiados, cuando un millón de personas llegó a través del mar a Europa, sobre todo desde Siria y Afganistán. Estamos ahora en 2025, en uno de los momentos de la historia con las fronteras más crispadas, con un discurso antinmigración en auge que parece inundarlo todo. Nuestro compromiso sigue intacto. Creemos en las pequeñas historias y las grandes explicaciones, en contar un mundo diverso, desigual, a veces amable, otras cruel. Somos un proyecto humanista.
En esta era de desenfreno mediático, nos parece un milagro que nuestro proyecto siga vivo. Los últimos dos años hemos perdido socios y socias: llegamos a tener 4.700 y ahora estamos en 3.900, lejos de nuestro objetivo para ser sostenibles, que es de 5.000. Si quieres que haya discursos alternativos, con peso intelectual y emotivo pero sin demagogia, tienes que alimentarlos.
Ayúdanos a comernos el mundo. Suscríbete a 5W. Súmate a la familia de las crónicas de larga distancia: las que se cocinan a fuego lento.
Desde que miles de personas se echasen a las calles de Siria en marzo de 2011 al calor de la Primavera Árabe, más de 500.000 personas han muerto —más de 160.000 son civiles—, y más de 130.000 han desaparecido, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos. Las cifras, como ocurre en tantos otros conflictos, seguramente sean mayores.
Durante todos estos años, el régimen de Asad ensambló un sistema de exterminio que comenzaba con arrestos arbitrarios a rebeldes o desertores, pero también a civiles de todo tipo. Cualquiera era susceptible de caer en las garras del Estado. Los detenidos eran torturados, no tanto para extraer información, sino para arrancar confesiones, muchas veces falsas para inculpar a personas o reconocer cualquier clase de delitos contra el régimen. Una vez conseguido el objetivo, eran trasladados a alguna prisión. Hosni Diab, uno de los protagonistas de este podcast, terminó en la que probablemente haya sido la más dura del régimen: Sednaya. Una cárcel que Amnistía Internacional definió en 2017 como un matadero humano.
En el podcast de este mes nos adentraremos en los confines de una dictadura tan hermética como letal para entender no solo su caída, sino también los caminos y peligros que se abren en la era pos-Asad. Lo hacemos con Leila Nachawati, escritora y activista hispano-siria por los Derechos Humanos; Okba Mohammad, periodista sirio y cofundador de la revista Baynana, y Agus Morales, director de 5W.
Un podcast de Javier Sánchez. El montaje musical es de ROAD AUDIO.
Recuerda que puedes escuchar todos nuestros monográficos en el espacio podcast mientras navegas por la web, o descargarlos a través de las principales plataformas como Spotify, Ivoox o Apple Podcast.
Okba Mohamed, periodista sirio exiliado en España, ha reconstruido la caída de Asad a partir de testimonios y fuentes en Siria. También ha visitado la embajada siria en Madrid para escribir esta pieza.
Abrazos, disparos al aire, fuegos artificiales y cánticos resonando en las mezquitas y las calles sirias, con un trasfondo de incertidumbre. La mayoría de los ciudadanos sirios, tanto dentro como fuera del país, no durmieron en la noche del 7 al 8 de diciembre: el régimen de Bashar al Asad había caído.
“Había mucha gente de fuera de Damasco. Nos dirigimos a la Plaza de los Omeyas, donde se congregaban multitudes celebrando. La alegría en los rostros de la gente es indescriptible. Cualquiera en la calle nos saludaba”.
Motaz Al Hashish, periodista local de Daraa (sur de Siria), partió rápidamente hacia Damasco en las primeras horas del día 8. Ya desde la capital, me hizo este relato por una grabación a través de WhatsApp.
“Entramos en la sede de la radio y televisión. Nunca pensamos que alguna vez pondríamos un pie en ese lugar. Horas después llegó Hayat Tahrir al-Sham (HTS), tomó el control de todo e impidió la entrada a todo el mundo excepto a los periodistas. Más tarde, Al Golani llegó y se dirigió a la mezquita de los Omeyas”.
Al mediodía, Ahmad Al-Sharaa, conocido como Abu Mohammed Al Golani, llegó a Damasco en medio de la conmoción y el júbilo popular. Al entrar en la capital, el líder de HTS se arrodilló en un gesto de agradecimiento. Poco después, la cara visible de la operación rebelde que ha acabado con Asad se dirigió a la histórica mezquita de los Omeyas, donde cientos de personas se congregaron a su alrededor. Y proclamó:
“Convirtieron a Siria en un campo para [favorecer] las ambiciones iraníes. Propagaron el sectarismo, fomentaron la corrupción y transformaron nuestro país en la mayor fábrica de captagón [una anfetamina que se convirtió en un multimillonario negocio en Siria] del mundo. Pero esta victoria, gracias a Dios, marca una nueva era histórica para toda la región”.
Trece años después del inicio de la guerra civil siria y 53 años después de que el padre de Bashar, Hafez al Asad, se hiciera con el poder, el régimen había caído.
Después de tanto tiempo, después de que Asad lograra mantenerse incluso en los peores momentos, ¿cómo es posible que la caída fuera tan rápida?
El 27 de noviembre el grupo armado islamista HTS y facciones opositoras al régimen de Damasco lanzaron una ofensiva militar contra las fuerzas gubernamentales en Alepo e Idlib. Los acontecimientos se precipitaron a partir de aquel día a una velocidad arrolladora. Primero tomaron Alepo, la segunda ciudad del país, en una operación que puso los focos internacionales en una guerra que se prolongaba ya desde hacía 13 años. A partir de ahí, el avance de las facciones de la oposición progresó con rapidez en el norte y centro del país.
El grupo opositor HTS es heredero de Al Nusra, la que en su día fue la rama siria de Al Qaeda, fundada por Al Golani. En 2015, sin embargo, Al Golani comenzó a alejar su retórica de la narrativa de esa organización y en julio de 2016 anunció la ruptura formal de Al Nusra con Al Qaeda y su renombramiento como Jabhat Fatah Al-Sham (JFS). Este movimiento, según él, respondía a las exigencias de la población local y buscaba facilitar alianzas con otros grupos opositores, además de mejorar su aceptación internacional. A principios de 2017, JFS evolucionó nuevamente y formó HTS, que integraba además a otros grupos islamistas locales.
HTS adoptó una estrategia de pragmatismo y acercamiento a la población: priorizó el control territorial y el establecimiento de una gobernanza autoritaria en las áreas bajo su influencia, especialmente en Idlib. La operación lanzada a finales de noviembre fue la cristalización de la evolución del grupo en los últimos años.
Cuando las fuerzas opositoras tomaron el control de la ciudad de Hama, se dirigieron hacia Homs. Muchos esperaban que, tras lograr el control a Homs, las fuerzas rebeldes pusieran en su punto de mira la capital. Sin embargo, ocurrió algo inesperado que desvió parcialmente la atención de esa operación: el estallido de un frente en el sur.
En la mañana del pasado 6 de diciembre, grupos armados locales formados por aquellos rebeldes que habían permanecido en Daraa en 2018 —cuando el régimen de Asad y Rusia tomaron la ciudad—, comenzaron a atacar posiciones militares y oficinas de seguridad en pueblos y aldeas de la provincia. Además, ofrecieron a los soldados del régimen la oportunidad de desertar, a la cual se acogieron más de 300 efectivos, según fuentes locales. Paralelamente, en la vecina provincia de Sweida, de mayoría drusa, los rebeldes también iniciaron operaciones similares.
Para la noche de ese mismo 6 de diciembre, las fuerzas de Asad se habían retirado de ambas provincias hacia Damasco, y las facciones de la oposición anunciaron el control de los centros provinciales. Mientras tanto, en Homs los enfrentamientos continuaban. Aunque las fuerzas opositoras no lograron tomar plenamente la ciudad, ese día alcanzaron las localidades de Al-Rastan y Talbiseh, en la zona rural de Homs. De forma paralela, mientras las fuerzas opositoras se encontraban a apenas un kilómetro de la capital, el ministro sirio del Interior declaraba en un comunicado que habían establecido un anillo de seguridad alrededor de Damasco.
Las facciones en el frente central no lograron entrar en Homs hasta la madrugada del día 8, cuando Damasco estaba muy cerca de caer. En ese momento comenzaron a llegar noticias sobre la retirada de las fuerzas del régimen del Aeropuerto Internacional de Damasco, el Aeropuerto Militar de Mezzeh y otras ubicaciones clave en la capital y sus alrededores.
Horas antes, algunas informaciones apuntaban a que Asad había intentado una maniobra desesperada para mantenerse en el poder. Según un artículo de Bloomberg publicado poco antes de la huida de Asad, el presidente sirio habría propuesto indirectamente a Estados Unidos varias salidas diplomáticas. Asad habría ofrecido a Estados Unidos, a través de Emiratos Árabes Unidos, cortar todos los lazos de Siria con los grupos respaldados por Irán, como Hezbolá —hasta entonces fiel aliado del régimen—, si Occidente presionaba para detener los combates. También habría tratado de negociar con el presidente húngaro, Viktor Orbán, para transmitirle lo que él consideraba una amenaza existencial para la minoría cristiana en Siria si la “oposición islámica” triunfaba. La intención de Asad, siempre según esa fuente, habría sido que Orbán, aliado de Trump, transmitiera ese riesgo al presidente electo de Estados Unidos para lograr así su apoyo.
Sin embargo, Trump ya había expresado su postura sobre el régimen de Asad y el avance de la oposición 24 horas antes de la caída del régimen. En su cuenta de X, escribió: “Siria está sumida en el caos, pero no es nuestra amiga y los Estados Unidos no deben involucrarse. Esta no es nuestra batalla. Que siga. No intervengan.”
A las cuatro de la mañana del 8 de diciembre, el régimen de Asad había caído y el hasta entonces presidente sirio había huido.
“Después de 11 días de rechazar la agresión, Dios nos ha concedido la victoria al detener la agresión de Asad contra su pueblo”, dijo el coronel Hassan Abdel Ghani, portavoz de las facciones de la oposición y de HTS, en un comunicado oficial.
Según la plataforma de monitorización de vuelos Flight Radar, un avión sirio con identificación YK-ATA habría despegado de Damasco hacia el noroeste, desapareciendo sobre la ciudad de Homs, en el centro del país, y luego se perdió su rastro.
A última hora del domingo, fuentes del Kremlin citadas por las agencias estatales rusas Ria Novosti y Tass aseguraban que tanto Asad como su familia se encontraban en Moscú, tras recibir asilo por parte de Rusia —junto con Irán, el otro gran aliado del régimen de Asad— por “motivos humanitarios”.
Mientras tanto, Israel también ha hecho movimientos sobre el terreno: tanques israelíes cruzaron la valla fronteriza con Siria, después de que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, anunciara hoy que daba por terminado el acuerdo de desarme que mantenían Israel y Siria desde 1974 sobre la zona de seguridad de los Altos del Golán. Netanyahu dijo que esa tregua había colapsado y que las tropas sirias habían abandonado sus posiciones en el monte Sheikh (en la parte norte del Golán), lo que llevó a la operación israelí para ocupar esa zona. El Gobierno israelí ha advertido a los habitantes de cinco localidades sirias cercanas de que no salgan de sus casas, mientras refuerzan la seguridad en la región.
Durante la ofensiva contra el régimen de Damasco liderada por HTS, independientemente del éxito militar, hubo otros avances que implicaron directamente a muchos civiles: la liberación de los presos políticos de las cárceles del régimen de Asad. En los primeros días de la operación, los combatientes de la oposición liberaron a miles de prisioneros. Algunos de ellos llevaban más de una década encarcelados en lugares como la prisión central de Alepo, la cárcel central de Hama, la prisión central de Homs y otros centros de detención en las áreas tomadas por los rebeldes.
Algunos de los vídeos que se difundieron esos días mostraban a combatientes de la oposición entrando a prisiones como la de Al-Baluna, en Homs, abriendo las celdas y liberando a los detenidos, que reaccionaban con emoción y euforia.
Buena parte de las miradas estaban puestas en la famosa prisión de Sednaya, en Damasco, un lugar que Amnistía Internacional describe en sus informes como un “matadero humano”. Esa prisión, con entre 5.000 y 13.000 prisioneros en su interior, se había convertido en un sinónimo de pesadilla para los sirios. En la madrugada del 8 de diciembre, las facciones opositoras que avanzaban hacia Damasco lograron llegar a la prisión y comenzaron a liberar a los detenidos. Muchos de los cuales no habían visto la luz desde hace casi 14 años, desde el primer año de la revolución. Algunos eran prisioneros de periodos anteriores. Poco después de su liberación, parte de los que habían vivido años encarcelados, desorientados tras la larga estancia en la prisión, comenzaron a ser trasladados a sus localidades de origen con la ayuda de civiles o de los propios rebeldes para poder encontrarse con sus familiares.
“Anunciamos al pueblo sirio la liberación de nuestros prisioneros y el fin de la era de opresión en la prisión de Sednaya”, dijo en una declaración la dirección de operaciones militares que lideró la operación.
Simultáneamente, con el amanecer, muchas familias sirias se dirigieron a Damasco: algunas para celebrar, otras para buscar a hijos o parientes desaparecidos. En las instalaciones de la prisión de Sednaya quedaron grupos de combatientes y civiles excavando, en busca de celdas secretas que se creen están ocultas bajo el suelo, como mostraron vídeos difundidos en las redes sociales.
Según la Red Siria de Derechos Humanos, hay 136.614 detenidos o desaparecidos forzados, entre ellos 3.698 niños y 8.504 mujeres en las cárceles del régimen sirio.
La liberación de los detenidos en la prisión de Saydnaya se produjo en un escenario en el que se mezclaban emoción y caos. Abu Nasser Al Zoubi, un ciudadano de Daraa, partió hacia Damasco a primera hora de la mañana del día 8 acompañado por un grupo de jóvenes de su pueblo. Su objetivo era doble: buscar a familiares desaparecidos desde hace años y colaborar en la liberación de otros prisioneros.
“Al llegar a la sala de ejecuciones, nos encontramos con máquinas de tortura”, relata Al Zoubi desde Daraa a través de una grabación de audio. “Vimos una estructura de hierro que funciona con electricidad; al activarla, una pieza idéntica a la inferior descendía desde arriba. Había sangre que aún parecía reciente. Contamos alrededor de 50 horcas en el suelo. No supimos qué hacer. La prisión es un laberinto; hay puertas que no sabemos cómo abrir. La situación dentro es extremadamente grave”.
Tras estas impactantes escenas, Al Zoubi regresó a Daraa. En la prisión quedaron personas provenientes de otros lugares, quienes también buscaban a familiares desaparecidos o ayudaban en la liberación de los detenidos.
Mientras tanto, imágenes difundidas en redes sociales mostraban a civiles liberando a decenas de mujeres detenidas. Además, algunos grupos intentaban localizar y acceder a celdas secretas que se cree se encuentran ubicadas bajo tierra, en una desesperada búsqueda por rescatar a quienes aún permanecen atrapados en el horror de Saydnaya.
Mientras en Siria ocurría todo esto, este domingo buena parte de la población siria refugiada en Europa se congregaba en distintos lugares para conmemorar un día para la historia. Samer Muhasin, de 56 años, y Asma, de 22, se unieron a decenas de personas de origen sirio y refugiados sirios en España para celebrar la caída del régimen frente a la embajada siria en Madrid. La gente se abrazaba, se felicitaba y repartía dulces. La mayoría no había logrado conciliar el sueño durante la noche de la caída, al igual que muchos sirios en todo el mundo. En la embajada se cambió la bandera del régimen sirio por la de la revolución.
Samer Muhassin, originario de una zona rural cercana a Damasco, creció en España tras salir de Siria con su familia hace más de cuatro décadas, en 1978. Fue solo ocho años después del golpe militar del expresidente Hafez al Asad en 1970, cuando se hizo con la presidencia tras ocupar el cargo de ministro de Defensa. “Vinieron a casa para arrestar a mi padre y tuvimos que huir. Le buscaban por protestar contra las condiciones de vida en Siria”, recuerda Muhasin, que tenía 14 años cuando empezó la persecución contra su familia.
Durante el régimen de Hafez Al Assad, criticar cualquier aspecto de la vida cotidiana o protestar podía significar la desaparición en las cárceles. Muhasin expresa su felicidad por ver cómo miles de prisioneros políticos han sido liberados tras la toma de varias cárceles. No ha visitado Siria en 44 años por miedo a ser perseguido.
Muhasin lamenta profundamente la pérdida de familiares en su país durante este tiempo: no ha podido visitarlos ni participar en sus funerales. “Nuestros seres queridos murieron en Siria y no pudimos verlos. Ni siquiera podíamos hablar con libertad, porque los teléfonos estaban vigilados. Quiero ver mi casa, la de mis abuelos, y recuperar esos recuerdos”, dice ahora con añoranza.
Asma, que también ha celebrado el fin del régimen de Asad junto a sus amigas al ritmo de los cánticos de la revolución frente a la embajada, estudia en un instituto de Odontología en Madrid. Su historia es distinta a la de Muhasin: ella llegó a España en 2015, en pleno recrudecimiento de la guerra en Siria.
“Nuestra casa de dos pisos fue bombardeada mientras estábamos en el sótano. Después el bombardeo en nuestro barrio se intensificó y nos evacuaron a la frontera con Turquía. Cruzamos a pie”, recuerda Asma, que dejó su hogar cuando tenía solo ocho años. Tras permanecer cinco años en un campo de refugiados, viajó a España con su familia, compuesta por cinco miembros, después de que su solicitud de asilo fuera aceptada por la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur).
Asma extraña su hogar. “Espero poder ver nuevamente la casa que dejé cuando era niña”, dice. Su esperanza está entremezclada con la preocupación por el incierto futuro al que se enfrenta su país.
Cómo todos los sábados, nuestro Rickshaw sale a rodar para recorrer la actualidad internacional esta semana. Arrancamos con la situación en Gaza, nos fijamos en la cumbre de los BRICS en Rusia y analizamos el atentado contra una empresa aeroespacial en Turquía. La imagen de la semana muestra el impacto de la escasez de alimentos en la Franja. Y hacemos paradas también en Estados Unidos, Italia, Cuba y Perú.
Es sábado y arrancamos los motores del rickshaw para repasar algunas de las noticias más importantes de la semana. Esta semana ponemos el foco en la situación en Oriente Próximo, la misión espacial de SpaceX y la reforma judicial en México. La imagen de la semana muestra las consecuencias de las inundaciones en Nigeria. Y hacemos paradas también en Senegal, España y Venezuela, Estados Unidos, y Perú.