Los niños israelíes asesinados por Hamás importan más que los niños palestinos asesinados por Israel. La muerte de unos sirve para justificar una invasión como la de Gaza, pero la muerte de los otros no sirve para evitarla.
Me cuesta escribir esto. Las víctimas —y los niños en particular— son un metal pesado. Corremos el riesgo de convertir el debate público sobre las guerras en un mercado del dolor, en un plató de exhibición de la sangre. Pero el doble rasero que emerge en estos días de guerra en Oriente Medio exige un examen crudo de la realidad y una propuesta humanista que liquide la hipocresía y tenga la justicia como horizonte.
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