
Al menos 30 personas, la mayoría niños, murieron el lunes por un bombardeo del Ejército israelí contra la escuela Fahmi Al Jarjawi, situada en el barrio de Al Daraj, en Gaza. El ataque, que dejó además una veintena de heridos, provocó un incendio que se propagó por las habitaciones donde se refugiaban decenas de personas desplazadas de otros barrios, dejando terribles imágenes. Una de las más duras fue la de Ward Jalal, una niña de seis años a la que rescataron sola, deambulando entre las llamas, después de que el bombardeo matara a su madre y a sus seis hermanos —su padre se encuentra en estado crítico—. Israel todavía es capaz de justificar ataques como este. Como hace con prácticamente todos los que lleva a cabo sobre la población civil y asegura que la escuela servía como base de operaciones para Hamás y la Yihad Islámica.
Horas después del ataque, el Ejército israelí ordenó la evacuación inmediata de varias zonas del sur de la Franja, incluyendo las localidades de Jan Yunis, Bani Suheila, Abasan y A’l Qarara, por un “ataque sin precedentes” contra supuestos objetivos de las milicias palestinas. En paralelo, los bombardeos continúan extendiéndose por toda Gaza: solo entre el domingo y el lunes se han registrado 200 ataques. Y mientras, la cifra de muertos sigue aumentando: según el Ministerio de Sanidad palestino, cerca de 54.000 personas han muerto y más de 122.000 han resultado heridos desde el inicio de la ofensiva, que se intensificó tras la ruptura del alto el fuego en marzo. En paralelo, Hamás rechazó una nueva propuesta de tregua respaldada por Israel —y presentada por Estados Unidos—, de 60 días durante los que se producirían la liberación de 10 rehenes encerrados en Gaza y la entrada de ayuda humanitaria a la zona.
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