El mundo parece a veces tan crispado que te obliga a pensar en unos lugares e ignorar otros. O, al menos, el ecosistema mediático, bajo el dictado de las redes sociales, funciona y nos hace funcionar cada vez más de esta manera: sobreinformación sobre algunas cosas, falta de información sobre otras.
La (no) estrategia discursiva de los medios de comunicación este año ha sido perseguir a Donald Trump, que volvió a la Casa Blanca en enero de 2025. El presidente de Estados Unidos ha conseguido lo que quería. Es difícil escapar a su influencia, porque entra de lleno en temas de importancia absoluta —Gaza, Ucrania…—, pero también porque quien se salga de su particular show se queda sin audiencia.
La ofensiva de Israel en Gaza, que fue descrita como genocidio incluso por una comisión independiente de investigación nombrada por la ONU, ha sido una noticia de relevancia global y resonancia histórica. La gran paradoja es que toda la información que salía de la Franja era de la prensa y de la población palestina, ya que Israel mantiene bloqueado desde octubre de 2023 el acceso a los medios de comunicación internacionales.
Pero el mundo avanza a la vez en muchas direcciones —no siempre hacia la oscuridad—, así que muchas otras cosas han quedado fuera del radar, o al menos no recibieron la misma atención. En 5W hemos intentado ponerlas encima de la mesa. Como cada año, os presentamos una de las piezas más esperadas de la Navidad: las cinco noticias olvidadas, un viaje alternativo a la actualidad internacional para que nuestra dieta informativa sea más variada.
Hacemos este repaso, como siempre, a través de las 5W, que son marca de la casa.
Who: la generación Z
Vimos protestas aquí y allá, parecía que las lideraban jóvenes, pero no nos quedó demasiado claro qué estaba pasando. Normal: la variedad geográfica y política de las protestas hace que una lectura conjunta sea compleja. En 5W llevamos insistiendo desde 2019 —año insólito de protestas y de efervescencia social— en que la ola de autoritarismos, la desigualdad económica y otros factores globales invitaban a pensar en todo tipo de manifestaciones e incluso revueltas en los escenarios más diversos. La pandemia cortó esta tendencia, pero 2025 ha sido el año de la vuelta definitiva de estas protestas.
La generación Z —o en general los sectores más jóvenes de la población— ha liderado muchos de esos movimientos. (Nuestro número 9, Jóvenes, publicado en 2023, tiene muchos reportajes dedicados a la relación de la juventud con la política). La incomodidad frente al autoritarismo, el desempleo, el malestar y la falta de un horizonte colectivo empujaron a miles de jóvenes a las calles en diferentes rincones del planeta. ¿Pero fueron origen o más bien vehículo para la expresión de ese descontento? En 5W, este otoño hemos viajado a Perú, Marruecos, Nepal, Kenia o Madagascar para intentar responder a esta pregunta. Fruto de ello, hemos publicado un especial que presenta estos movimientos sociales en toda su complejidad, con su potencial de cambio y sus problemas subyacentes. En 2026 habrá que tener un ojo puesto en la resaca de estas protestas.
What: la guerra de Sudán
Con las mismas prácticas empleadas en el genocidio de Darfur hace 20 años, un grupo paramilitar, las llamadas Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, siglas en inglés), tomó el último bastión de esta región del oeste sudanés. Todo ello en el marco de la guerra más cruel y olvidada del momento: la de Sudán. Es, junto a Gaza, la crisis humanitaria más urgente, y la disposición del tablero militar hace pensar que será difícil que pronto llegue la paz.
Lo más duro en el caso de Sudán es que hace pocos años era un país al que mirar con esperanza. Tras tres décadas en el poder, el dictador sudanés, Omar al Bashir, tuvo que dimitir en 2019 ante unas protestas que cambiaron al país para siempre. Pero el Ejército tomó el control y los dos generales que pasaron a dirigir los designios de Sudán, Abdel Fatah al Burhan y Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti, acabaron convirtiéndolo en un infierno. Las fuerzas del Ejército nacional, lideradas por Burhan, y las RSF, comandadas por Hemedti, se enfrentaron en una guerra civil que está dejando decenas de miles de muertos y ha obligado a 12 millones de personas a abandonar sus hogares. Ya es el país con más personas desplazadas en su interior (9 millones) a causa de la violencia.
Las RSF, que tienen en la explotación del oro una de sus principales armas políticas y económicas, cuentan con el respaldo de Emiratos Árabes Unidos, mientras que el Ejército nacional recibe el apoyo de Egipto, Arabia Saudí y otras potencias. Estados Unidos se lo mira de lejos, aunque ha sido —históricamente y ahora— más crítico con las RSF.
Esta guerra que hunde sus raíces en el genocidio de Darfur de la década de 2000 es una de las grandes crisis desatendidas de 2025.
When: la India y Pakistán vuelven a enfrentarse
Son dos potencias nucleares, y por eso el mundo no quiere una guerra entre ellas. Pero en 2025 estuvimos más cerca de lo conveniente de que la situación se fuera de las manos. Un atentado en la Cachemira bajo control indio, que Nueva Delhi achacó a un grupo terrorista con base en Pakistán, provocó una inusitada respuesta india en territorio pakistaní. Pakistán, a su vez, respondió. El intercambio testosterónico se detuvo cuando ambas partes calcularon que una guerra a gran escala no les convenía, y también cuando intervino Trump.
¿Asunto solucionado? No. Estamos en una nueva fase en el Sur de Asia. El primer ministro indio, Narendra Modi, dejó claro que aquellos atentados en su territorio cuya huella apuntara a Pakistán merecerían una respuesta militar india. Eso es poner el listón alto. Y significa que el riesgo de enfrentamiento directo sube de forma exponencial. De hecho, en otoño hubo sendos ataques en Islamabad y Delhi, de diferente autoría, que hicieron temer precisamente que hubiera otro repunte de violencia entre ambas potencias nucleares. No ocurrió. Pero el reloj de la historia sigue avanzando, y el contexto regional —los talibanes en Afganistán, una China que compite con la India, revueltas en Nepal y Bangladesh— invita a dejar de ignorar esta parte del mundo.
Where: Asia Central
Los cinco “tanes” de Asia Central son un área geoestratégica —porque está en medio del camino de tantas cosas, porque de allí salen mil ramificaciones— que ha caído en el olvido. Uzbekistán, Kirguistán, Kazajistán, Tayikistán y Turkmenistán fueron repúblicas soviéticas que en el contexto de la Guerra Fría tuvieron su importancia más allá de sus reservas energéticas. El estratega y exconsejero de seguridad nacional estadounidense Zbigniew Brzezinski los llamó “los Balcanes asiáticos”.
Este año nos hemos animado a publicar una crónica de larga distancia desde allí. Alquimia verde en el desierto de Aral está escrita desde Uzbekistán y se detiene en una de las grandes catástrofes ecológicas de nuestro tiempo: la práctica desaparición del mar de Aral, que en medio siglo perdió el 90% de su superficie debido a los canales de irrigación para el algodón y el arroz construidos por la Unión Soviética en la década de 1960. Pese a todo, el reportaje da la espalda al pesimismo y se fija en las personas que intentan que aún haya vida en el mar —o, mejor dicho, ecosistema— de Aral. También tenemos previsto publicar pronto Vivir para respirar cenizas, un reportaje de Daniel Burgui que nos hace viajar a la vecina Kazajistán, en concreto a la ciudad siderúrgica de Temirtau, una de las más tóxicas del planeta. Tanto en Uzbekistán como en Kazajistán nos fijamos en la gente que lucha por cambiar una situación adversa.
Why: el derrumbe del derecho internacional humanitario
Una de las especialidades de 5W es la cobertura de conflictos y crisis humanitarias. Nuestros reportajes tienen a menudo un enfoque de derechos humanos y son críticos con las estructuras del poder, más aún en los conflictos. Pero el derecho internacional humanitario —también llamado “derecho de guerra”, auténtico oxímoron— es un espacio que siempre ha sido de difícil abordaje. ¿La guerra tiene reglas? En todas las que hemos cubierto, la respuesta es que no, y por lo tanto eso parecería invalidar la conveniencia de que exista un marco legal que ponga límites a la sinrazón de los conflictos. Pero no tan rápido.
Gaza ha resucitado —de forma legítima— este debate. La arquitectura legal y política que nació después de la Segunda Guerra Mundial está obsoleta, hay actores que son especialistas en manipularla, pero su reivindicación, a la luz de los crímenes de Israel en Gaza, parece más necesaria que nunca. Este sabotaje se produce en el marco de una guerra cultural contra la cooperación internacional y la ayuda humanitaria capitaneada por la extrema derecha y los viejos y nuevos autoritarismos. Detrás de la noticia más terrible y visible de este año, el genocidio en Gaza, hay otra oculta que también tendrá efectos a largo plazo: el derrumbe del derecho internacional humanitario, a no ser que los valores del humanismo se actualicen y convenzan a más gente.
Estaremos ahí para contarlo.