“Israel, liderado por extremistas sanguinarios, ha traspasado todas las fronteras, todas las limitaciones en cuanto al comportamiento entre Estados e individuos”: con estas palabras reaccionaba el primer ministro de Qatar, Mohamed bin Abdulrahman al Thani,  ante el Consejo de Seguridad de la ONU después de que Israel lanzara un bombardeo contra varios líderes de Hamás en Doha. El ataque acabó con la vida de un policía catarí y al menos cinco miembros del grupo islamista. Tras el ataque, Qatar anunció la celebración de una cumbre regional para estudiar una respuesta coordinada a los ataques. Por su parte, los 15 miembros del Consejo de Seguridad —incluido Estados Unidos, fiel aliado de Israel— los condenaron de forma unánime y ratificaron la soberanía e integridad territorial de Qatar. 

También esta semana un proyectil alcanzó uno de los barcos que componen la Global Summum Flotilla frente al puerto de Túnez. El impacto provocó un incendio en cubierta y la caída de un tripulante al mar. El del martes fue el segundo ataque consecutivo sobre la expedición: un día antes, otro proyectil alcanzó uno de los barcos, aunque no se reportaron daños graves. Pese a la escalada de las tensiones, la flotilla, que aún se encuentra a más de 2.000 kilómetros de Gaza, sigue firme en su objetivo por romper el cerco sobre la Franja.

Mientras tanto, en clave diplomática, el gobierno de Pedro Sánchez anunció esta semana un paquete de sanciones contra Israel, en el que destacan medidas como el embargo de armas y la prohibición de entrada a España a cualquier persona que haya participado en el genocidio palestino. Esta es la primera vez que el Ejecutivo español se refiere al asedio israelí —en el que ya han muerto más de 64.000 personas— como un genocidio. Por su parte, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, también propuso nuevas medidas contra Israel, entre las que figura la suspensión parcial del acuerdo comercial o la posibilidad de imponer sanciones a ministros y colonos extremistas.