La guerra civil en Sudán sigue dejando un reguero de muertos y heridos. Este miércoles, una oleada de ataques con drones en múltiples puntos de Darfur dejó cientos de heridos, según Médicos Sin Fronteras, que atendió a un centenar de personas en sus centros de salud. El conflicto, que va camino de cumplir su tercer año, enfrenta a las Fuerzas Armadas y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido. Desde que sus respectivos generales se declarasen la guerra por el poder en abril de 2023, más de 15.000 personas han muerto y cerca de 10 millones han sido desplazadas, según datos de la ONU. 

Es una de las mayores crisis humanitarias del mundo: cerca de 25 millones de personas —el equivalente a la mitad de la población sudanesa— se encuentran en una situación grave de inseguridad alimentaria, mientras que más de 600.000 afrontan ‘niveles catastróficos’ de hambre. La mayoría se concentran en las áreas donde los ataques son más intensos, como la localidad de El Fasher, capital de Darfur Norte, que lleva más de 500 días bajo asedio de las Fuerzas de Apoyo Rápido.

En esa ciudad viven atrapadas aproximadamente 260.000 personas, la mitad menores de edad, sin acceso a agua potable ni alimentos. Según UNICEF, 6.000 niños sufren desnutrición aguda severa, pero la ayuda humanitaria sigue sin poder entrar. El Programa Mundial de Alimentos lleva más de un año sin poder entregar ayuda alimentaria por carretera debido a los constantes bombardeos tanto a las vías de comunicación como a los propios convoyes. Naciones Unidas ha denunciado que los ataques deliberados contra hospitales y convoyes constituyen posibles crímenes de guerra, mientras las facciones en conflicto recurren cada vez más a drones y armamento pesado en una guerra donde la más castigada es la población civil.