La cumbre de la OTAN en La Haya finalizó esta semana con un acuerdo histórico entre los 32 aliados para aumentar el gasto en defensa hasta un 5 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) para 2035, en lo que el secretario general, Mark Rutte, calificó como un “salto cualitativo” en la seguridad colectiva de la Alianza. El pacto, diseñado en parte para apaciguar las presiones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, contó con la firma de todos los países. España fue el único en expresar abiertamente su desacuerdo con ese objetivo al considerarlo innecesario y políticamente motivado. El presidente Pedro Sánchez consiguió que el texto final use el término genérico “aliados” para evitar compromisos explícitos de todos los países, y obtuvo una carta de Rutte que le da flexibilidad para intentar cumplir los objetivos de capacidades militares con un gasto del 2,1 por ciento. Esta postura fue criticada por Trump, que amenazó a España con represalias a través de nuevos aranceles.

El acuerdo, que será revisado en 2029, ha generado dudas en países como Bélgica, que no tiene claro la capacidad de cumplimiento de esas metas de gasto. La OTAN insiste en que se evaluará si los objetivos se cumplen realmente con niveles de gasto más bajos, aunque internamente se calcula que serían necesarios al menos el 3,5 por ciento del PIB para cumplir con las metas. En paralelo, la cumbre dejó en segundo plano a Ucrania, aunque los aliados reiteraron su respaldo al presidente Volodímir Zelenski, presente en La Haya. Trump, pese a su historial de críticas a Zelenski, accedió a una breve reunión con él y expresó disposición a suministrar ayuda militar, aunque sin compromisos concretos.