Europa encuentra en Ucrania una de las pocas oportunidades de recuperar el espacio perdido durante los últimos años en el tablero geopolítico global. Tras el duro ataque que supuso la presentación la semana pasada de la nueva estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos —que choca frontalmente con las bases fundacionales de la Unión Europea—, los Veintisiete acordaron otorgar un préstamo de 90.000 millones de euros a Ucrania en 2026 y 2027. El anuncio se desmarca de un plan inicial que pretendía movilizar parte de los más de 200.000 millones de euros embargados a oligarcas rusos y otros activos del Kremlin poco después del inicio de la invasión rusa a gran escala en 2022. Pero las reticencias de Bélgica ante las posibles represalias rusas han provocado un giro, que ha terminado por desencallar parte del presupuesto comunitario a través de la emisión de deuda común.
La inyección financiera permitirá a Kiev, entre otras cosas, mantener la producción de drones, claves en el transcurso del conflicto tanto en misiones de inteligencia como en operaciones en terreno. A través de un mensaje en la red social X, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, agradeció la decisión y dijo que esta clase de apoyos “fortalecen la resiliencia europea”. Mientras tanto, en el terreno, Ucrania ha atacado esta semana varias posiciones rusas, incluidas instalaciones petroleras en Krasnodar y Volgogrado y un submarino estacionado en el puerto de Nororosíisk, en el Mar Negro. Por su parte, el líder ruso, Vladimir Putin, dijo en su tradicional rueda de prensa de fin de año que Rusia está “dispuesta” a poner fin al conflicto de forma “pacífica” y aseguró haber recibido “ciertas señales” en la misma dirección por parte de su homólogo ucraniano.
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