Europa busca la forma de reaccionar ante el disparo contra su línea de flotación del que una vez fue su máximo aliado, Estados Unidos. Desde hace décadas, Europa pierde cada vez más peso en el espacio geopolítico global. Pero la nueva estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos le obliga a moverse. El documento, que sirve de guía para entender la visión que marcará la política exterior estadounidense de los próximos años, asesta un golpe frontal contra la Unión Europea, a la que tilda de ser una región en decadencia. Acusa a la UE de socavar la libertad y la soberanía y pisotear los principios básicos de la democracia para reprimir a la oposición, en la línea de los mensajes que ya había lanzado el vicepresidente J.D. Vance. Advierte de la posible desaparición de la civilización europea como consecuencia de su política migratoria. Y, sobre todo, intenta dividir a Europa con un apoyo explícito a los “partidos patrióticos”, eufemismo de las formaciones de extrema derecha. 

La nueva estrategia obliga a Europa a redefinir su lugar en el mundo y repensar la histórica alianza transatlántica. Esta semana, el canciller de Alemania, Friedrich Merz, calificó algunos puntos del texto como “inaceptables”, rechazó la idea de que Europa necesite ayuda externa para encarrilar su futuro e insistió en la importancia de mantener los lazos entre ambas partes. El presidente del Consejo Europeo, António Costa, y la Alta Representante para la Política Exterior, Kaja Kallas, también han reaccionado esta semana. En la misma línea que Merz, Costa respondió que “los aliados no se amenazan entre sí con interferir en la vida democrática de los otros”, mientras que Kallas tildó de ridículas las acusaciones sobre la falta de libertades en el continente. Las dudas siguen y no está claro el rumbo que tomará la UE.