Mientras los líderes del mundo claudican ante Donald Trump, algunos arrastrándose sin dignidad ni rubor, en un lejano país acostumbrado a los emperadores la estrategia es justo la contraria. Xi Jinping está dispuesto a aguantar el envite y responder a cada bravuconada del presidente estadounidense con la misma medicina.
“Nuestra posición respecto a una guerra arancelaria es clara: no la queremos, pero no la tememos”, dijo un portavoz del Ministerio de Comercio chino como respuesta al anuncio de Trump de una subida de tarifas del 100% la semana pasada. Washington ha reanudado la guerra comercial al acusar a Pekín de poner trabas a la exportación de minerales de tierras raras.
Pero los tiempos en los que China temía a Estados Unidos, en lo militar o lo económico, han quedado atrás.
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