“Esta es la primera vez que los israelíes han perdido el relato”

Entrevista con el gazatí Kayed Hammad, evacuado a España desde el norte de la Franja tras meses de asedio contados en "Menú de Gaza"

“Esta es la primera vez que los israelíes han perdido el relato”
El intérprete gazatí Kayed Hammad en Barcelona, pocas semanas después de ser evacuado de la Franja de Gaza junto con su familia. Anna Surinyach/5W

Ha sido un puente entre Gaza y el resto del mundo durante los últimos dos años. La prohibición de Tel Aviv al acceso de prensa internacional al interior de la Franja lo convirtió en una de las voces y ojos del asedio a través de la serie “Menú de Gaza”. Hasta entonces, Kayed Hammad, gracias al castellano que aprendió durante su paso por Málaga cuando era joven, trabajó como fixer —guía e intérprete— no sólo para periodistas, sino también para organizaciones humanitarias, diplomáticos y empresarios. 

Ahora Kayed ha vuelto a España, esta vez evacuado con su esposa e hijos. Su buen hacer en el terreno le granjeó muchas amistades entre periodistas y otros profesionales que durante los últimos meses presionaron para lograr su salida de la Franja. El pasado 25 de junio, tras varios intentos fallidos, consiguió huir de Gaza junto a su mujer, Amal, su hija, Dalia, y sus hijos Monjed y Mohammed. Antes del inicio de esta ofensiva israelí, la familia Hammad estaba conformada por otros dos miembros: Thuria, la madre de Amal, y Omar, el hijo mayor. Con los hospitales saturados en medio de los ataques de Israel, Thuria murió en casa a causa de la diabetes y otros problemas de salud que sufría. Omar murió en un bombardeo.

A pesar de la pérdida y los horrores que han vivido en los últimos años, Kayed afronta esta nueva etapa con esperanza. La misma que le empujó a embarcarse en los primeros meses de ofensiva israelí en el proyecto Menú de Gaza, junto al periodista Mikel Ayestaran, para denunciar el uso del hambre como arma de guerra. Mientras luchaba por mantenerse con vida en el norte de la Franja, la familia Hammad mostró al mundo cada día, durante más de un año, imágenes de los platos que comía. Aquella serie que nació en Instagram se convertirá ahora en libro gracias a una campaña, aún abierta, que ya ha conseguido el apoyo de cerca de 1.500 mecenas. 

Con la tranquilidad de saber que su familia está a salvo, Kayed habla en esta conversación sobre la situación en Gaza, el hambre, su huida, la inoperancia de la comunidad internacional y la impunidad de Israel.

¿Cómo estáis ahora que habéis salido de la Franja? ¿Cómo ha sido el aterrizaje en España?

Se nos ha regalado una nueva vida, porque prácticamente estábamos muertos. Estábamos condenados a muerte, cada uno esperaba su momento. El primer milagro ha sido que seguimos con vida, excepto mi hijo Omar. El segundo milagro es haber conseguido salir de ese infierno que es Gaza, huir de ese genocidio y de esta venganza de Israel sobre todo el pueblo de Gaza.

¿Cómo fueron esas horas antes de salir de la Franja y aterrizar en España?

Lo peor y más peligroso fue el trayecto desde casa hasta la zona de salida. Nosotros vivíamos en el norte de la Franja y teníamos que ir hasta la ciudad de Deir al Balah, que está justo en el medio. Allí nos recogió la Cruz Roja Internacional y nos llevó hasta la terminal Kerem Shalom, que realmente se utiliza como un paso fronterizo de mercancías, aunque de todas maneras ellos [los israelíes] nos consideran como tal. Objetos.

En condiciones normales, cruzar ese trayecto dura veinte minutos. Nosotros tardamos cuatro horas porque había que pasar por una zona donde no se veía nada más que escombros, tanques, cañones, francotiradores… El conductor tenía que estar en contacto con el Ejército israelí, que constantemente le daba indicaciones: adelante, para, no abras la ventanilla, sigue, no cierres las cortinas. Pasamos muchos nervios.

Al cabo de cuatro horas llegamos a Kerem Shalom, donde nos esperaba el cónsul español con cinco bolsas de comida que pudimos repartir al resto de personas que viajaban con nosotros en el autobús. Ninguna otra delegación diplomática tuvo ese gesto. Mis hijos estaban felices. Después de mucho tiempo podían volver a comer chocolate, bocadillos, bebidas.

Un primer intento de huida se anuló y no fue hasta el 25 de junio cuando finalmente pudisteis salir. ¿Cómo recuerdas ese día?

Los israelíes acordaron que las salidas sólo se harían los miércoles. Teníamos previsto salir el 18 de junio. Nos enteramos de la noticia unos días antes y repartimos la poca comida que teníamos. También la ropa, porque todo sirve en la Franja. Pero entonces se canceló porque empezaron los ataques de Irán. Luego nos dijeron que sería el 25, que también era miércoles. Aquella fue la semana más dura de toda la guerra porque prácticamente no tuvimos nada que comer hasta el día 25. 

Israel niega estar usando el hambre como arma de guerra, pese a las informaciones e imágenes que nos llegan desde la Franja. ¿Cuál es la situación? ¿Cómo es el día a día?

Ellos utilizan todo como un arma de guerra: el agua, la luz, el hambre, el combustible, los medicamentos. Todo. Si pudieran cortar el aire, lo habrían hecho también. Todo lo que hacen se encuentra en el límite del castigo y la venganza. Antes de esta guerra llevábamos diecisiete años con un bloqueo duro. En los mejores tiempos, por ejemplo, teníamos ocho horas de luz y otras ocho sin ella. Eso en los mejores tiempos. Al llegar a España, mis hijos descubrieron que hay lugares donde hay luz las 24 horas del día. De hecho, entre ellos bromean y bajan los interruptores para simular que están en Gaza.

Gracias a esas fotos que hicisteis llegar cada día a Mikel Ayestaran en el proyecto “Menú de Gaza” hemos visto que detrás de los platos había toda una logística y un trabajo en equipo. ¿Qué supone cocinar en la Franja?

Lo primero es que no teníamos ni gas ni luz, teníamos que cocinar con fuego. En Gaza la leña se vende por kilos, como si fuera arroz o azúcar. Un kilo de leña, de madera de mala calidad, se vende a 2 euros y medio. Uno de mis hijos se encargaba de ir a comprarla, mientras que el otro se encargaba de cortarla y de controlar el fuego. Por otro lado estaba mi hija, que era la responsable de hacer las fotografías de los platos, porque yo soy malísimo haciendo fotos.

¿A qué clase de alimentos teníais acceso?

En el mercado prácticamente solo había cuatro tipos de latas: guisantes, judías blancas, habas y garbanzos. Eso era lo más común. En ese contexto tienes que tener imaginación, para saber cómo comerlos de formas diferentes.

Puede hacerse muy pesado.

Sí, hubo una época en la que solo había arroz. No había nada más que arroz, arroz, arroz y más arroz. A pesar de todo, nosotros nos considerábamos afortunados por tener una ración de arroz al día. Muchos otros no podían. Pero a raíz de comer tanto arroz ahora lo tengo atravesado. No quiero verlo ni en el supermercado. Llegó un momento en que esperaba a estar a punto de desmayarme para comer unas cucharadas de arroz, porque me provocaba tanta aversión que no era capaz de comerlo si no estaba a punto de perder la consciencia. Recuerdo que nada más llegar a casa de mi hermano, en Málaga, me preguntó si me apetecía comer una paella. Yo le respondí que sí, pero solo si era capaz de hacerla sin arroz. [Se ríe]

Dalia Hammad

¿Cómo hacíais llegar cada día a Mikel Ayestaran la imagen de vuestro plato?

El nuevo invento que está de moda, y que salvó a mucha gente, fue la eSIM, que no es más que una tarjeta electrónica virtual que cualquiera desde fuera de la Franja puede comprar y activar a través de un código. El problema es que no todos los teléfonos son capaces de funcionar con esa tarjeta, solo ciertos modelos modernos. En Gaza, un móvil compatible con eSIM puede llegar a valer 1.500 euros, porque tiene la ventaja de conectarse a internet. Aún así, la conexión era pésima. Una vez tardé 18 horas intentando enviar un vídeo de tres minutos, porque ellos [los israelíes] pueden interceptar la señal cuando quieren y entonces nada funciona. Sin embargo, muchas veces no cortan el acceso del todo porque quieren vigilarnos y tenernos controlados. Yo intentaba aprovechar esos momentos en que había internet para mandar las fotos.

Este libro quedará para la historia, para que nadie olvide lo que estamos viviendo

¿Qué significa para la familia que este menú de resistencia se convierta ahora en libro?

Más que para nuestra familia, creo que refleja una etapa del pueblo palestino en la Franja de Gaza. Este libro quedará para la historia, para que nadie olvide lo que estamos viviendo, y esto se lo quiero agradecer a Mikel Ayestaran. Ha sido idea suya, y ha hecho que mucha gente se interese por lo que está pasando en la Franja.

Tuvisteis que dejar vuestro hogar y cambiar de refugio varias veces. ¿Os planteasteis ir al sur de la Franja (tal y como pedía Israel)?

Los israelíes nos pidieron que fuéramos al sur, pero yo no recibo órdenes suyas. Lo mejor es hacer siempre lo contrario a lo que quieren, porque jamás sugieren algo a tu favor. Yo tomé la decisión de morir antes de ir al sur. Hay mucha gente que fue engañada. Creyeron que allí iban a estar cómodos, en una especie de zona de seguridad, pero no hay un metro cuadrado en toda la Franja que sea seguro. ¿Cómo puedes creer eso, si han bombardeado ambulancias y matado a médicos dentro de quirófanos? Cuando descubrieron que era mentira ya no podían volver. Hay gente que lleva catorce meses [en el sur] y se arrepiente mucho. Por eso tomé la decisión de no moverme de allí.

¿Cuántos erais?

Antes de perder a mi hijo éramos seis personas, pero siempre estábamos más. Algunas veces llegamos a vivir más de treinta personas en un espacio muy pequeño. Por suerte, era fácil cambiar de casa.

Cambiasteis diecisiete veces.

Sí. Como decía, muchas personas se marcharon al sur. Entrábamos en cualquier casa, si conseguía el número de alguno de sus inquilinos les llamaba y recibía permiso. Me decían que aprovechase todo lo que quisiera. Pero cuando volvió la gente del sur, todo se complicó. La gente buscaba la sombra de una pared en la que refugiarse del calor y la humedad, porque no se podía estar en las tiendas de plástico. Era imposible.

¿Cómo viviste el inicio de la ofensiva? ¿Llegaste a pensar que la respuesta de Israel al ataque de Hamás del 7 de octubre cobraría esa dimensión?

Nadie lo esperaba. Nadie. Nosotros llevamos 77 años sufriéndolos, desde el año 1948. Si no fuera así, tendríamos un Estado. Pero esta es la primera vez que los israelíes han perdido el relato, el llamarse a sí mismos ‘el país más civilizado’, ‘el Ejército más moral’ o ‘el pueblo elegido’, y eso se refleja en las manifestaciones. Hay gente que antes de esta guerra no sabía situar la Franja de Gaza, y ahora nos apoya. Sin embargo, la mayoría de los gobiernos, excepto España e Irlanda, van en contra de lo que pide su pueblo. Pero yo tengo esperanza en los jóvenes, a los que ya no se puede engañar. Cualquier persona puede ver las imágenes de Gaza y entender lo que está pasando. La realidad está ahí, aunque haya cosas que una cámara no pueda captar.

En las calles se organizan manifestaciones, las imágenes de Gaza inundan las redes sociales. Sin embargo, el fin del asedio israelí no llega. ¿Cuántas personas tienen que morir?

Eso mismo me pregunto yo. He seguido las cifras de muertos desde el primer día y me di cuenta que, a partir de los 40.000 muertos, comenzaban a producirse más movimientos en el mundo. Me pregunto: ¿cuántos hacen falta para que ellos [los gobiernos] hagan algo? Hoy en día ya vamos por 60.000 muertos. Quizás estén esperando a llegar a los 100.000 para moverse y parar este genocidio. Pero, como he dicho, confío en los jóvenes. En quince años serán ellos quienes gobiernen el mundo. Es muy difícil engañar a esta generación y hacerle creer que Israel es la víctima. Eso ya lo han perdido, no me cabe ninguna duda. Es algo que reconocen incluso algunos israelíes, algunos escritores, periodistas, políticos. Asumen que no podrán recomponer su imagen hasta dentro de dos o tres generaciones.

A pesar de ello, Israel sigue manteniendo grandes aliados. ¿Esperabas una reacción diferente?

No entiendo esa reacción tan fría. Es paradójico cómo en España o en cualquier país europeo no puedes hacer sufrir a un perro callejero, y sin embargo estás todos los días viendo a gente morir de hambre, de sed, de lo que sea. Salvo bombas, en Gaza falta de todo. Y no entiendo cómo se puede vivir así sabiendo que hay gente que muere. Lo que quiere decir que a ojos de mucha gente no hemos llegado a la categoría de los animales, y eso da pena. ¿Dónde está la civilización? ¿Dónde está la humanidad? Parece mentira. Y lo que más me quema es el doble rasero. Siento mucho lo de Ucrania, estoy a favor de que nadie sufra, pero la reacción de los países europeos fue muy diferente: incluso les dieron armas para defenderse porque es un derecho. En cambio, a nosotros no. Dan armas a Israel para seguir matándonos. Es ridículo.

¿Cómo ves el futuro de Gaza? ¿Y el de Palestina?

De momento lo tenemos muy crudo. Y una vez termine la guerra, en caso de que termine, tenemos que abordar el tema de la reconstrucción. Estoy seguro de que Israel no va a dejar que eso pase en condiciones favorables para los palestinos. Pero a lo largo de la historia, cada imperio, cada Estado, desde Adán hasta hoy en día, tiene un auge y luego empieza a caer. Israel está en el punto álgido y ya ha empezado a bajar. Tarde o temprano conseguiremos nuestra liberación. Somos el único país que está bajo ocupación desde 1948, y anteriormente por los ingleses. Llevamos más de un siglo bajo ocupación, pero mantenemos la esperanza. La ocupación y la injusticia no pueden durar toda la vida. Y eso es lo que nos hace seguir en este camino. Mi padre me decía: “Si no consigo ver a Palestina libre, tú la verás. Si tú no lo consigues, la verá tu hijo”.

Se habla de hambre y de bombardeos, pero ¿dónde queda la salud mental?

Todo el pueblo de la Franja de Gaza necesita tratamiento psicológico. Hay mucha gente traumatizada, sufren pesadillas y episodios violentos. Las Naciones Unidas dicen que se necesitarán veintiún años solo para retirar los todos los escombros y catorce para limpiar la Franja de explosivos sin estallar. Es mucho tiempo invertido en cosas materiales; ahora imagina cuánto se necesita para un ser humano que está destrozado por dentro. Eso no se soluciona en un año ni en dos.

Kayed Hammad fotografiado en el barrio de Sants en Barcelona. Anna Surinyach/5W

¿Cómo afrontas tu vida ahora que estás fuera de Gaza?

Hemos vivido dos años debatiéndonos entre la vida y la muerte. Ya no me sorprende nada, pero lo afronto con esperanza. Para mí, estos años que voy a vivir —no sé cuántos serán— son un regalo. Hay que aprovecharlos. Estoy contento por haber tenido la oportunidad de dar esperanza y una nueva vida a mis hijos. Me considero afortunado. He perdido a uno, sí, pero no a todos. Hay familias enteras de 30 y 40 miembros que han sido borradas del registro civil. Incluso peor: hay casos en que solo ha quedado uno. Niños de cinco o seis años sin nadie. La gente no los deja solos, está claro, pero no pueden recuperar lo que han perdido ni el trauma que supone. Yo he conseguido salir y espero darles a mis hijos una vida mejor, aunque uno no puede separarse de lo que está pasando allí. Yo he llegado aquí con el cuerpo, pero el corazón está allí.

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