¿Qué pasa después de un atentado?

Diego Ibarra Sánchez

Cinco fotógrafos que cubrieron ataques terroristas explican cómo se viven esos momentos de dolor y confusión

Estalla una bomba y llega el teletipo: un número de muertos, un número de heridos.

La velocidad con la que se cubren los ataques terroristas y el ruido que se genera alrededor de algunos hacen que una niebla se instale en nuestra mente. Pero detrás hay víctimas, hay dolor, hay confusión, hay preguntas sin respuesta.

Cinco fotógrafos que han cubierto atentados nos presentan su trabajo y explican sus sensaciones durante esos momentos. También reflexionan sobre los contornos de la violencia, la imagen y el respeto a las víctimas. Viajamos a algunos de los lugares más afectados por el terrorismo, como Siria, Irak, Libia, Afganistán, Pakistán o Nigeria. Y también analizamos en imágenes atentados que han tenido lugar en suelo europeo.

Carole Alfarah: Siria

Carole Alfarah

El primer atentado con coche bomba fue una sorpresa total en Damasco, pero luego ya sabíamos que podía volver a pasar. Este ataque tuvo lugar en mayo de 2012. Era el peor atentado hasta entonces: un coche bomba estalló y, diez minutos después, cuando la gente había ido a ayudar, explotó otro. Tras la primera explosión intenté no ir a la zona afectada, donde había cuerpos calcinados. Quería buscar a las personas que habían sobrevivido. La fotografía la tomé casi corriendo, teníamos que sacar rápido las imágenes, porque en cualquier momento podía haber otra explosión o alguien podía prohibirte hacer fotos. No me gusta esa sensación: trabajar sin tiempo, con peligro, sin poderse ganar la confianza de la gente. La escena me llamó la atención porque era primera hora de la mañana, cuando la gente va a trabajar, a abrir su negocio, a la universidad. Es como si te levantaras, tomaras un café y hubiera una explosión que se llevara la fachada de tu edificio. Me gusta hablar con mis fotografías de las cosas que hay dentro. En la guerra siria todo estaba abierto al exterior. Expuesto. Lo íntimo no es íntimo.

Carole Alfarah

Esta fotografía es del mismo atentado. La familia de Khaled era tradicional. Las mujeres iban con velo en casa. Su tatuaje habla de su virilidad. Empezó a contarme lo que había pasado esa mañana y empezó a llorar, dijo que no podía seguir, que necesitaba parar un momento. Fue todo muy rápido. Siempre intento explicar ese lado más humano. Él tenía que demostrar que era un hombre fuerte y cayó frente a mí, que soy una chica. Eso no podría haber pasado antes de la guerra. “Me levanté para ir al trabajo —me dijo—. Pocos minutos después hubo una explosión. Nuestra casa tembló y un humo negro lo llenó todo. Corrí con mi hermano a la calle para ver qué había ocurrido y de pronto se produjo una segunda explosión, más fuerte. Caí a tierra. Corrí a casa pensando en mi mujer y mis hijos. Vi al hijo de mi vecino; le faltaba una mano, que estaba a varios metros de su cuerpo. Esto no es el islam. Yo no estudié en una escuela religiosa, pero sé que los musulmanes no se deben matar entre ellos”.

Ricard G. Vilanova: Libia e Irak

Ricard G. Vilanova

Este es el momento de la explosión. Estallaron dos coches bomba en Sirte (Libia). Había familias que venían de fuera de la ciudad, y justo entonces los coches entraron y los ocupantes se inmolaron. Hubo muchos heridos y muertos. La gente empezó a intentar apagar el fuego y a atender a los heridos, y justo en ese momento un tercer coche bomba intentó entrar en la zona y matarnos a todos. Lo pudieron parar.

Ricard G. Vilanova

Este niño estaba bastante asustado. Había varias familias que salían de una población cercana a Mosul. Acababan de huir, había un combate de gran intensidad entre Estado Islámico y la Golden Division, unas fuerzas especiales creadas por la coalición liderada por Estados Unidos. En un momento de cese del intercambio de fuego, estas familias huyeron, y llegaron a una especie de descampado, donde los atendieron. La foto la tomé allí. Hacía mucho tiempo que no podían ni comer ni beber.

Cuando un coche bomba estalla contra civiles en Libia, cuando colas de gente que espera en panaderías son bombardeadas con aviones en Siria o cuando disparan contra gente que trata de huir de una ciudad en Irak, el efecto que produce en las personas es siempre el mismo: terror. Es facil para nosotros, desde la distancia, no empatizar con ellas o dedicarles unos segundos de reflexión. Solo cuando nos llega, cuando nos toca en casa, somos mínimamente capaces de imaginar un pequeño atisbo de lo que supone para ellos. La gran mayoría de los atentados se producen en países de mayoría musulmana. 

Diego Ibarra Sánchez: Afganistán y Pakistán

Ricard G. Vilanova

Hice esta fotografía después de un ataque de los talibanes a un edificio colindante al aeropuerto de Kabul. Por aquel entonces se hablaba mucho de la retirada de las tropas internacionales. Era un momento simbólico para un país devastado por la guerra. Lo que más me sorprendió de la imagen es la cotidianeidad de la muerte. Los afganos están acostumbrados a la muerte. En este caso miraban el cadáver de uno de los insurgentes que perpetró el ataque. Se suceden los atentados en Afganistán, y los padres siguen sin saber cada día si sus hijos volverán de la escuela.

Diego Ibarra Sánchez

Este atentado fue dirigido contra la comunidad ahmadi, una secta considerada herética por algunos sectores islamistas. Saqué la fotografía en las afueras de la ciudad pakistaní de Lahore. Era otra vez la intolerancia salafista: atentar contra quienes no respetan. Pakistán siempre ha sido sacudida por la violencia, también debido a injerencias externas. Y las minorías lo han sufrido: chiíes, ahmadíes, cristianos… En ese momento, padre e hijo lloran por la pérdida de seres queridos. Es un momento íntimo. Compartes el dolor con ellos. Se habla mucho del terrorismo pero no se ve lo que hay detrás. La vida de un occidental vale más que la de un iraquí, un afgano, un pakistaní, un sirio… Cuando hay un atentado en Europa, todos nos ponemos la banderita del Je suis, y en estos casos, ¿qué pasa?

Judith Prat: Nigeria

Judith Prat

Esta fotografía es de 2015. Está tomada en Marraraba, una de las últimas localidades en aquellos días en ser reconquistadas por el Ejército nigeriano de manos de Boko Haram. Estaban reconstruyendo la mezquita y la gente volvía en camiones. Se veían los efectos de la destrucción por todos lados. Hay otras formas más explícitas de contar las consecuencias de la violencia, y yo las he usado y no reniego de ellas, pero también trato de indagar en las causas. Es una forma difícil de trabajar, pero hay que hacerlo. Aquí, además, quería reflejar que Boko Haram también había atacado a los musulmanes, no solo a los cristianos. Es una violencia indiscriminada.

Judith Prat

Esto es Geidam, una localidad nigeriana en la frontera con Níger. Las autoridades de Níger estaban entonces expulsando a refugiados del país. Hacían lo que aquí llamamos devoluciones en caliente. Había estado allí en 2015, y vi cómo esas personas estaban en un campo de tránsito. Volví un año después y el campo estaba cerrado. Los desplazados, muchos de ellos niños, estaban vagando por las calles: esta foto la tomé en ese contexto. Lo que vi en general en el noreste de Nigeria es que la gente se siente atrapada entre dos fuegos: el de Boko Haram pero también el de la lucha antiterrorista del Estado, que se ha limitado a la vía miliar y no ha aportado soluciones socioeconómicas.

Emilio Morenatti: Europa

Emilio Morenatti

Manchester se me presentó como un escenario desconocido, pero al mismo punto tenía puntos en común con atentados terroristas en otros lugares: después del ataque viene el shock, y luego la reacción de la gente: al principio comedida, y después un apoyo masivo. En esta imagen recurrí a esa foto del periódico, de los stands de la calle, para describir la situación. Otra cosa que hice en Manchester fue acompañar a la policía patrullando por la ciudad durante todo el día. La gente se quería hacer fotos con ellos. Es como si la población se acogiera a los salvadores. En Barcelona pasó algo similar con los Mossos.

Emilio Morenatti

Estaban absortos. Fui a buscar una imagen aquella mañana y me encontré con este momento. Hay veces que la gente ni se percata de que haces una fotografía. Todavía estás en shock. Ellos probablemente llegaron unos días más tarde, y no daban crédito. Me llamó la atención. Al margen de eso, la cobertura para mí en Barcelona fue diferente, porque el atentado se politizó. No lo vi en otros sitios. El minuto de silencio después del atentado no era un primer plano de un señor o una señora mostrando su indignación o su dolor, sino del rey. Los medios gráficos no podían acceder a la zona si no era bajo control absoluto.

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