Ferial Laroul, una argelina de 23 años, se embarcó el 5 de octubre de 2021 en una patera rumbo a las islas Baleares. Más de dos años después, una noche de enero de 2023, el cuerpo de la joven se encontraba en una furgoneta estacionada frente a un hotel en Barcelona para ser repatriado a Argelia. Su madre y su hermana la habían podido localizar, identificar e iniciar los trámites para traer su cadáver de vuelta a casa. Pero el precio que tuvieron que pagar fue demasiado alto.
Papa Moussa, un senegalés de 22 años, se embarcó en un cayuco rumbo a la isla de El Hierro. Llegó el 4 de noviembre de 2023, pero murió dos días después. Las autoridades españolas le asignaron el nombre de “J-15”. Casi dos años más tarde, aquellos que lo conocieron antes de morir siguen luchando para devolverle su nombre real.
Ferial Laroul y Papa Moussa partieron sabiendo que el mar era un muro peligroso al que debían enfrentarse si querían llegar a Europa. Sabían que podía ser una trampa mortal. Pero sus familias descubrieron luego que la injusticia no se agota con la muerte. Después de perder la vida en la frontera se alza otra más alta: el muro burocrático que deja a los muertos sin nombre y a los vivos sin respuestas.
5W y Baynana han investigado los casos de Ferial y Papa Moussa para contar cómo se construye ese muro constante más allá de la muerte. El esfuerzo de los que intentan dar nombre a los muertos choca contra un sistema opaco que impide o dificulta la identificación de los cuerpos de migrantes. En ambos casos, fruto del vacío institucional, intervienen actores al margen del sistema para dar respuestas a las familias. Estas se ven atrapadas en una red donde la información sobre las víctimas se convierte, a veces, en mercancía.
Patera perdida
En la última década, las organizaciones humanitarias se han cansado de reclamar vías legales y seguras para llegar a Europa. Ferial Laroul y Papa Moussa sabían que no disponían de ellas, y por eso tuvieron que intentarlo a través del mar. Pero lo que no es tan visible al ojo público es que tampoco existen vías legales y seguras, más allá de la muerte, para identificar, nombrar y dar dignidad a las personas migrantes que pierden la vida en el mar. Por defecto, la necropolítica que gobierna las fronteras europeas las mata y las convierte en personas anónimas.
“Voy a viajar a España en barco, con pasaporte, de manera legal”, le dijo Ferial a su madre antes de partir.
El traficante —que se encuentra bajo prisión en Argelia— le había prometido salir en un barco turístico a cambio de 6.000 dólares. La madre de Ferial, Zahia, y su hermana, Siham, estuvieron esperando noticias durante días. Las primeras informaciones llegaron a través de redes sociales, una de las herramientas que más utilizan los familiares para conseguir pistas. Allí se difundieron, pocos días después de la salida, mensajes sobre una patera que había salido del norte de Argelia rumbo a las islas Baleares y que había desaparecido. Al no tener noticias sobre Ferial, Zahia y Siham sospecharon que quizá era la patera en la que viajaba ella.
Ferial no iba sola: la acompañaban su marido, Aissa, y su hijo de dos años y medio, Amjed. La responsabilidad de saber cuál era el paradero de todos ellos recayó sobre Siham, la única hermana de Ferial. Comenzó a buscar pistas sobre cuáles eran los canales para informarse. Pero el camino para acceder a la verdad, la justicia y la reparación está lleno de obstáculos para las familias de las personas que mueren o desaparecen en la ruta migratoria hacia Europa, en buena parte a causa de la falta de voluntad política y la descoordinación entre Estados.
Sin protocolos
Lo sabe bien Helena Maleno, porque lleva mucho tiempo reclamando que se faciliten esas búsquedas de las víctimas de las fronteras. Maleno es fundadora del colectivo Caminando Fronteras, que denuncia vulneraciones de derechos humanos desde 2002. “Cuando una familia inicia un proceso de búsqueda, lo hace tocando absolutamente todas las puertas. Porque aunque lo intente hacer por la vía oficial, poniendo una denuncia de desaparición en una comisaría, el acceso para ellos es bastante complicado y muchas veces no se aceptan”, dice. “Muchas familias se encuentran en situación irregular en los países europeos y no se atreven a denunciar. Tampoco hay un mecanismo que les permita hacerlo desde sus países de origen”.
Cuenta Maleno que, cuando algunas de estas familias acuden a las comisarías, se las deriva a organizaciones sociales sin registrar la denuncia.
“Si desaparece tu padre con alzhéimer, no irás a una organización social a decir que tu padre ha desaparecido… Te vas directamente a la policía”, dice.
Coincide con Maleno el forense José Luis Prieto, coordinador del grupo de trabajo de la Sociedad Española de Patología Forense (SEPAF) sobre la identificación de migrantes fallecidos en frontera.
“Uno de los problemas que hay en España es que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado solo investigan una desaparición si hay una denuncia previa. Pero sin el registro de estas denuncias, esos casos no existen realmente para la administración española”. El forense ha trabajado desde 2015 para que se unifiquen criterios y para que exista un mecanismo legal con el cual los médicos forenses puedan cruzar datos de personas desaparecidas y cuerpos hallados, pero a día de hoy ese mecanismo sigue sin existir. “Cuando aparece un cadáver que no está identificado, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado no lo pueden vincular a ninguna desaparición porque no hay denuncia”.
Quince días después de la desaparición de Ferial, el 20 de octubre de 2021, llegó a la costa sur de Formentera, en la zona de S’Estufador, un cadáver en avanzado estado de descomposición. El cuerpo se encontraba en proceso de saponificación, según se indica en el informe de la autopsia, realizada dos días después. La causa de la muerte: “Ahogamiento y sumersión posterior a caída en aguas naturales”.
“Nosotros, como médicos forenses, no podemos conectar de ninguna manera con las bases de personas que están desaparecidas. Carecemos de esa información. Podemos tener perfiles genéticos y un estudio forense muy bueno y detallado, pero eso no lleva a ningún sitio si no podemos acceder a la base”, explica José Luis Prieto.
La base de Personas Desaparecidas y Restos Humanos sin Identificar (PDyRH) depende del Ministerio del Interior. A los Institutos de Medicina Legal y Ciencias Forenses (IMLCF) en España no se les permite buscar coincidencias con la base de personas desaparecidas para una eventual identificación. Según Prieto, este es uno de los principales obstáculos a los que se enfrentan los forenses para poder identificar cuerpos. Estos cadáveres no están categorizados de ninguna manera, y por lo tanto es difícil tener datos específicos sobre muertes de personas migrantes.
Tanto el Ministerio del Interior como el de Justicia han declinado las solicitudes que hicimos de datos sobre cadáveres hallados en costas españolas, alegando que su obtención “excede” sus capacidades. El Ministerio del Interior remitió a los datos que engloban a todos los desaparecidos a nivel nacional, disponibles en el informe anual del Centro Nacional de Desaparecidos, que cifra en 5.646 los cadáveres hallados entre 2010 y 2024, de los cuales 1.690 fueron identificados.
“Existe una necesidad urgente de tener un protocolo que sea común para todos los IMLCF, sobre todo aquellos que trabajan en el problema de la identificación de migrantes”, dice el forense. “Existe también la necesidad de tener una base de datos centralizada que reúna toda esa información, en la que haya una referencia específica a los casos que pueden ser de muerte en frontera y migrantes”.
El entierro de Ferial
Ferial no pudo ser identificada antes de que se diera la orden de inhumación. La joven fue enterrada sin nombre el 9 de noviembre de 2021 en la Calle de Sa Ruda, hilera 60, nicho 1 del cementerio municipal de Formentera, según el documento de autorización de su inhumación.
Mientras, su hermana Siham seguía buscando sin descanso. Contactó con todas las personas que creía que podrían ayudarla, publicó vídeos en redes sociales contando el caso y pidiendo información y se puso en contacto con el Centro Internacional para la Identificación de Migrantes Desaparecidos (CIPIMD), una oenegé española que, desde 2017, se presenta como alternativa para la búsqueda e identificación de personas migrantes fallecidas o desaparecidas en el mar.
En un correo electrónico, CIPIMD pidió a Siham documentos de identidad y le aseguró que tenía información sobre el caso de su hermana. Ningún organismo oficial había contactado con la familia previamente.
Siham estableció contacto con María Ángeles Colsa, directora de CIPIMD, y con Francisco Clemente, un joven andaluz de 28 años que hasta hace unos meses colaboraba con esa organización. Tanto Clemente como Colsa están imputados en un proceso judicial que sigue en curso y que ha tenido graves consecuencias para las familias. Zahia, la madre de Ferial y Siham, cuenta a Baynana y 5W en una videollamada desde Argelia que ambos se pusieron en contacto con ellas para pedir los documentos de Ferial y ayudar con la repatriación del cuerpo.
Unos días más tarde, el Diario de Ibiza publicó que el cuerpo encontrado podría pertenecer a Ferial. En el artículo se publicaba también una fotografía que, horas antes de partir, la joven argelina había mandado a su hermana. En la imagen se le ve serena, junto a su hijo Amjed, enfundado en un anorak azul y un gorro de lana con un osito sonriente en la frente. Ferial hace el símbolo de la victoria con los dedos de la mano derecha. Esa, sin embargo, no sería la última imagen que Siham vería de su hermana.
Fotografías y familias
Francisco Clemente viste tejanos y una chaqueta negra, gafas de pasta y unas botas viejas que se acabarán rompiendo mientras recorremos las playas de Almería que tanto frecuenta. Es conocido entre las familias de migrantes marroquíes y argelinas por su intensa actividad en Facebook, donde tiene más de 260.000 seguidores. El joven, cuyo perfil en redes fue durante años “El Héroe del Mar”, se ha convertido en un referente para muchas familias que buscan a los suyos al publicar de forma constante contenidos sobre la llegada de pateras, naufragios y la aparición de cadáveres en las costas españolas.
El joven almeriense recuerda bien el caso de Ferial.
“A esa familia le había enviado las fotos de la autopsia completa del cuerpo. Me las habían pedido. Fue algo que no debí hacer, pero lo hice”, dice Clemente, que está siendo investigado por el manejo de información relacionada con las identificaciones de personas muertas en la frontera.
En las imágenes se observa un cuerpo sometido a una autopsia, tendido sobre una superficie metálica perforada. El rostro aparece esqueletizado, irreconocible. Algunas fotografías fueron tomadas antes de abrir el cuerpo, y en ellas aún se ve la camiseta amarilla que vestía cuando se ahogó. Otras capturan distintos detalles del procedimiento forense. También hay fotografías que muestran el cadáver en la playa.
Compartir este tipo de información privilegiada ha sido una práctica recurrente durante años. Aunque se ha hecho bajo el supuesto objetivo de identificar a las personas fallecidas en el mar, ha generado consecuencias graves, especialmente cuando el estado de los cuerpos no permite una identificación visual clara, como ocurrió en el caso de Ferial. La recepción de estas imágenes ha provocado confusión en las familias que hemos entrevistado.
“Esto, además de ser desagradable, es totalmente reprobable”, critica un miembro del servicio de Criminalística de la Guardia Civil, la unidad encargada del análisis forense y la investigación de pruebas en casos judiciales. Pese a ello, la fuente, que pide mantener el anonimato, admite que hay una “buena colaboración” entre Guardia Civil y oenegés, siempre con el objetivo de encontrar a los desaparecidos e identificar los cadáveres.
“Nosotros enviamos una descripción física, así como detalles sobre los enseres personales que pudiera portar el cadáver”, dice. “No se envían fotos de los rostros, solo en algunos casos imágenes de la ropa que pudiera estar llevando. A las familias se les solicitan fotos de sus seres queridos”.
Pero esta no es la norma que se ha seguido en todos los casos.
Cuando la descripción que hacen los familiares de una persona desaparecida coincide con la de un cuerpo sin identificar, el juez les solicita, a través de Interpol, que se hagan pruebas de ADN para confirmar la identidad. Esas pruebas solo se aceptan en caso de que haya un cadáver con el que cotejarlas. En el caso de Ferial, con el cuerpo ya enterrado, el juez solicitó a la familia las pruebas de ADN porque la descripción que había dado Siham coincidía con la del cuerpo hallado. Finalmente, tras un largo proceso donde se confirmó la identidad, se pudo exhumar el cuerpo y repatriarlo a Argelia. La embajada argelina en España suele asumir el coste de las repatriaciones, y así lo hizo también en el caso de Ferial.
“Cuando me la llevé, el enterrador de Formentera lloraba. Le ponía flores a menudo”, cuenta la encargada de la funeraria que repatrió el cuerpo, que prefiere mantener el anonimato. El 22 de marzo de 2023, un año y medio después de haber emprendido el viaje, los restos de Ferial Laroul llegaron a Argelia para ser enterrados.
Pero Siham no pudo borrar de su cabeza aquellas imágenes, ni los meses agónicos de búsqueda ni el recuerdo de su sobrino de dos años y medio, Amjed, quien sigue desaparecido tras el naufragio. En redes sociales, denunció la manipulación que había sufrido por parte de muchas personas a las que había contactado para pedir ayuda durante la búsqueda y repatriación de su hermana. El proceso fue demasiado para ella.
“Mi hija no pudo asimilar aquellas fotos. Antes ya sufría ansiedad, pero después de recibir esas imágenes entró en una depresión, aunque no me contaba los detalles para no preocuparme. Se lo guardaba todo”, cuenta su madre, rodeada por los cuatro hijos de Siham, por videollamada desde Argelia.
En un vídeo que Siham envió el 21 de abril de 2024 a otra de las personas que suele actuar de intermediaria entre las familias y los actores implicados en las identificaciones y repatriaciones, habla del impacto que le causaron esas fotos de su hermana mientras muestra un puñado de medicamentos.
“Francisco [Clemente], destruiste mi estado psicológico, estos son medicamentos que tomo […]. Me estoy tratando en un hospital de enfermedades mentales debido a esas fotos de mi hermana. Estoy dispuesta a presentar una denuncia, pero no sé cómo”.
Dos meses después de enviar este vídeo, la tarde del 22 de julio de 2024, Siham abrazó a su madre y le dijo: “Perdóname, te quiero mucho”. Luego se dirigió a su habitación, tomó las pastillas de su tratamiento y, de repente, comenzó a vomitar un líquido blanco. Fue trasladada al hospital, pero falleció.
“Me detuvieron el año pasado. Pensaban que yo abría las cámaras frigoríficas [para hacer las fotos], pero los mismos que me han detenido son los que me mandaron fotos. Yo no he hecho una foto a un cadáver nunca”, dice Francisco Clemente mientras pasea por la playa. “Ahora mismo no puedo salir del país, me quitaron el pasaporte, hace poco volvió a venir la Guardia Civil a mi casa. Mi cuenta bancaria está bloqueada. Me acusan de haber matado a una testigo protegida que se ve que iba de cara contra mí… Se ve que la chica se suicidó”.
Clemente habla de Siham. Mientras cuenta todo esto, no deja de mirar el teléfono, donde tiene abierta su página de Facebook.
La de Ferial no es la única fotografía que Clemente mandó. Clemente tampoco es el único que está siendo investigado por el manejo de información en torno a las identificaciones de personas muertas en frontera en España. Durante la elaboración de este reportaje hemos tenido acceso a más de diez imágenes de cadáveres encontrados en las costas españolas entre 2020 y 2023 que han circulado entre familiares y fueron enviadas por distintos intermediarios. Algunas imágenes también fueron publicadas en redes sociales, según una revisión independiente que hicimos y un informe de la Policía.
Al margen de los canales oficiales
La Guardia Civil detuvo en marzo de 2024 a 14 personas en las provincias de Murcia, Cartagena, Almería y Jaén en el marco de una operación contra una supuesta “organización criminal que se lucraba con la identificación y repatriación de los cuerpos de personas migrantes” .
Entre los imputados se encuentran Francisco Clemente, Maria Ángeles Colsa, la directora de la funeraria que gestionó la repatriación del cuerpo de Ferial y la intermediaria a quien Siham envió el vídeo. También propietarios y empleados de funerarias, forenses e incluso auxiliares de distintos Institutos de Medicina Legal y Ciencias Forenses españoles.
La Verdad y El País publicaron detalles abundantes sobre este caso. La Guardia Civil describe una supuesta trama en la que se obtenía “beneficio económico” a través de la gestión de identificaciones y repatriaciones de personas migrantes fallecidas. Según se especifica en el sumario del caso, cuando aparece un cuerpo, especialmente el de alguien que ha llegado en patera, “varias funerarias compiten por hacerse cargo del fallecido y gestionar su repatriación al país de origen”. Este proceso puede costar entre 2.000 y 7.000 euros.
Los implicados accedían presuntamente a imágenes de cadáveres de origen árabe ahogados en el mar, tomadas en el interior de los IMLCF de Murcia, Cartagena y Almería, como las imágenes del caso de Ferial. Este material gráfico era obtenido con la colaboración de trabajadores de estas instituciones, quienes recibían supuestamente “pagos en efectivo a cambio”, según un informe confidencial de la Guardia Civil. Posteriormente, las imágenes eran utilizadas para contactar con familiares de las víctimas en Marruecos y Argelia, desesperadas por obtener cualquier información de sus hijos desaparecidos.
La investigación judicial, que todavía sigue en curso, imputó meses después a un exasesor del Ministerio de Justicia por compartir presuntamente fotos de cadáveres e información confidencial con CIPIMID sin autorización judicial. El imputado, que fue director del IMLCF de Murcia, actuaba supuestamente como “facilitador” de datos para que funerarias afines agilizaran identificaciones y gestionaran repatriaciones con fines lucrativos, según recoge el auto judicial.
En conversación telefónica, el exasesor asegura: “El procedimiento judicial se está ramificando a niveles extraordinarios, están siendo investigados prácticamente toda la plantilla de la Guardia Civil de toda la costa, de Alicante, Murcia, de Almería, de Baleares y de Melilla”.
Añade que la única forma de conseguir información ante mortem es “recurrir a las oenegés, a los testigos o a los familiares. No hay otra manera de conseguir acercarse”. “Colsa y su oenegé también están investigadas; y es una oenegé que no solo está registrada oficialmente, sino que además tiene convenios con la Guardia Civil”.
Aunque CIPIMD y la Guardia Civil estuvieron trabajando en la formalización de un convenio, este nunca se llegó a firmar, según ha confirmado la propia Colsa. No existe ningún convenio firmado entre las organizaciones sociales y el Estado para intercambiar información de manera oficial y poder llegar a hacer estas identificaciones. El único convenio que existía y que se firmó en 2017 entre el Ministerio de Justicia y Cruz Roja ya no está en vigor, según confirman fuentes de esta entidad.
Que no exista una vía formal para compartir información es, según el forense José Luis Prieto, “un riesgo que ya hemos visto los efectos que tiene”. Por eso Prieto insiste en la importancia de crear una herramienta que permita a los forenses y a todas las personas implicadas en las identificaciones trabajar en un entorno seguro.
J-15 se llama Papa Moussa
El senegalés Abdulay, de 31 años, vive en el sur de Tenerife. A menudo se sienta en la playa, frente al océano Atlántico, pero no se baña porque el mar le da miedo. Hace un año y medio se embarcó desde Senegal en un cayuco con más de 200 personas, junto a su tío Assane y su primo hermano, al que llamaba simplemente “hermano”: Papa Moussa. Llegaron el 4 de noviembre a El Hierro, la isla más pequeña de Canarias, que desde hace dos años es el principal punto de entrada de personas migrantes a través del mar. Según datos del Ministerio del Interior, en 2024 llegaron a El Hierro 23.994 personas por vía marítima, más del doble de la población censada en la isla.
“Queríamos hacer el viaje los tres: Papa Moussa, nuestra hermana pequeña y yo”, cuenta Abdulay con la vista puesta en el horizonte. Antes de tomar la decisión de subirse a un cayuco, Abdulay había intentado viajar tres veces de manera regular, pero las tres le denegaron el visado. “Ella se fue primero, sin decirnos nada. Cuando llevábamos cinco días sin saber nada de ella, le compré el pasaje a mi hermano y nos fuimos. Mi tío Assane también vino”.
Estuvieron seis días en el mar. Papa Moussa bebió agua del mar porque en la embarcación no tenían agua, y empezó a encontrarse mal. Cuando llegaron, estaba muy débil. Tuvieron que ayudarle a bajar del cayuco.
Papa Moussa fue uno de los primeros en desembarcar. En el puerto de La Restinga —el principal punto de llegada de cayucos en El Hierro—, la Cruz Roja asigna a cada persona una letra y un número: la letra identifica la patera y el número depende del orden de desembarco. La patera de Papa Moussa era la J y él fue la persona número 15 en bajar, por eso le asignaron ese nombre, J-15, que le perseguiría hasta la muerte pese a que muchas personas en El Hierro ya sabían su nombre real.
Como de costumbre, los recién llegados pasaron al Centro de Atención Temporal de Extranjeros (CATE), donde son retenidos durante un máximo de 72 horas, se les hace una identificación policial, un reconocimiento médico y se inician, en principio, los trámites administrativos. En el CATE de El Hierro hay un grupo de voluntarios, Corazón Naranja, que trabaja con Protección Civil y al que se le permite la entrada; es un apoyo clave para las personas migrantes durante esas primeras horas. Teseida, voluntaria de Corazón Naranja, estaba allí cuando llegaron Papa Moussa, Abdulay y Assane.
“Llegaron de madrugada. A Papa Moussa lo traían casi en volandas, porque no podía caminar. Se acostaron. Por la mañana, cuando se levantaron, el tío de Papa Moussa me vino a buscar porque su sobrino no se encontraba bien, le dolían las piernas. Cuando levanté el chándal… Aquello era una monstruosidad. Nunca había visto nada igual. Tenía una inflamación de la rodilla para abajo. Llamamos a la ambulancia y se lo llevaron”.
El tío se pasó todo el día preguntando por Papa Moussa, quería ir a verlo pero no podía salir del CATE. Finalmente, al día siguiente, gracias a la intermediación e insistencia de Teseida, consiguieron hacer una videollamada.
“Él estaba en la cama del hospital, estirado. Pero no podía hablar, solo balbuceaba, hablaba mal. El médico me dijo que tranquilo, que Papa Moussa estaría bien”, cuenta su tío, Assane, por teléfono desde Lepe (Andalucía).
Pero pocas horas después de esa videollamada, Papa Moussa falleció. Nadie se puso en contacto con el tío hasta días después.
“De lunes a viernes hablé con su familia en Senegal y le dije que estaba bien. Yo no sabía que estaba muerto. Cuando me enteré, no sabía cómo contárselo”, recuerda, y su voz se rompe. “Cuando el padre de Papa Moussa se enteró, quería el certificado de defunción, porque no se lo creía”.
Fue de nuevo Teseida quién tiró de contactos para conseguir ese certificado.
“Un día me llamó Assane para decirme que la familia necesitaba un certificado de defunción para arreglar papeles, porque Papa Moussa tenía hijos en Senegal. Fui al juzgado, pregunté y me dijeron que sí”.
Sin embargo, ese certificado de defunción no ha servido ni para convencer a la familia de la muerte de Papa Moussa ni para arreglar papeles en Senegal. El nombre del difunto en ese certificado es “J QUINCE” y el apellido, “INMIGRANTE”.
“Hablé con una amiga que trabajaba en el juzgado”, dice Teseida. “En cuanto le conté el caso, abrió un expediente. Me llamaron de la Guardia Civil para preguntarme sobre mi relación con Papa Moussa, me enseñaron fotos del cadáver y dije que sí que era él, y que había viajado con familiares que estaban dispuestos a hacerse un ADN”.
Pero entonces se dieron cuenta de que en el hospital no le habían tomado muestras de ningún tipo para poder hacer su ADN, así que hubo que solicitar una orden de exhumación, que tardó más de ocho meses.
Al tío de Papa Moussa todavía no le han llamado para hacerse las pruebas y Abdulay, el primo hermano, viajó a El Hierro para hacerla, pero hasta el momento no ha sabido nada más.
El problema es que, para que las pruebas de ADN den resultados fiables, tienen que ser de familiares directos: padres biológicos o hijos. Las extraídas de primos y tíos son menos precisas y no suelen funcionar. A los padres, que están en Senegal, no les han solicitado las pruebas de ADN.
Que la verdad no se borre
Una de las reivindicaciones más comunes entre las organizaciones defensoras de los derechos migrantes es que se debe permitir a los familiares acceder a las embajadas o consulados españoles para que puedan hacer las denuncias de desaparición y se les tomen las muestras para hacer los perfiles de ADN.
El forense Prieto afirma que, si fuera así, “los familiares podrían ir a esas oficinas consulares a denunciar esa desaparición y se podrían tomar las muestras de referencia. Eso tendría un cauce legal y formal que permitiría que toda esa información y todos los perfiles genéticos se pudieran introducir en el procedimiento judicial y sirvieran para que nosotros pudiésemos realizar nuestros cotejos comparativos”.
La activista Maleno denuncia que existe un claro racismo institucional en estos casos. “Lo que hay que entender es que el tema de las desapariciones se aborda de una manera en el norte global y de otra en el sur global. Claro que estas desapariciones constan, hay registros, hay denuncias en origen; allí las víctimas existen y se contabilizan. Pero para muchas de esas familias los protocolos se terminan ahí porque no hay una acción transnacional que permita un intercambio de información fluido entre los países para dar respuesta a las familias”.
En la lápida de Papa Moussa se lee: “DEP J-15 6-11-2023”. Indira, la hija de Teseida, también voluntaria de Corazón Naranja, se acerca cuando puede al cementerio de Mocanal para escribir en mayúsculas y con rotulador negro su nombre completo, Papa Moussa Diouf, y la fecha de su nacimiento: 25-3-2001. Las inclemencias del tiempo borran las letras y los números, pero Indira los escribe y reescribe para evitar que el polvo y la indiferencia oficial arrebaten a Papa Moussa su verdadera identidad.
Haridian Marichal, periodista herreña, conoce de cerca la historia que hay detrás de prácticamente todas esas lápidas repletas de números, letras y fechas. Aunque no siempre puede identificar a las personas allí enterradas, sí puede contar qué ocurrió en la mayoría de casos.
En los cementerios herreños hay decenas de tumbas sin identificar; además de las letras, números y fechas, en la mayoría de ellas se lee: “INMIGRANTE”. Las primeras tumbas datan de 2007, pero la gran mayoría tiene fecha posterior a 2022, el momento en que las muertes aumentaron más. En los cementerios que hemos visitado hay al menos 75 tumbas de este tipo, distribuidas entre los de El Pinar (44), Valverde (10), La Frontera (9) y Mocanal (12).
Ante el vacío institucional, en El Hierro existe también una red extraoficial que remueve tierra y cielo para lograr identificar y derribar esos muros burocráticos que deben sortear las personas migrantes incluso después de la muerte. Redes informales con vocación solidaria que tocan el material sensible que deberían manejar las autoridades.
“En El Hierro nos ayudamos mucho. Aquí hay mucho trasvase de muchos datos, de mucho aprendizaje y de saltarte todos los pasos oficiales que te puedas imaginar. Tienes que hacer la parte no oficial para que después las familias puedan llegar a la oficial”, dice Haridian.
Cuando pasamos frente a la lápida de J-15, Haridian se detiene y la limpia.
“J-15 fue de esas primeras historias que nos hizo dar ese golpe de realidad. J-15 es Papa y a Papa le pusimos cara. Porque a través de las voluntarias de Corazón Naranja, los compañeros del hospital, los periodistas especializados y las personas que estábamos aquí en El Hierro, empezamos a atar cabos y obtuvimos una fotografía de Papa. La tenemos aquí”, dice Haridian tocándose el corazón.
Esta crónica se hizo con el apoyo de Journalismfund Europe