En Gaza, cualquier tarea se torna una misión tan compleja que requiere de planificación previa y una buena dosis de valentía. Buscar refugio, encontrar agua potable o conseguir medicamentos son algunos de los ítems de una lista casi interminable que la familia Hammad repartía entre sus miembros. Monjed Hammad, de 22 años, se encargaba de una labor tan esencial como invisible: durante un año y medio se dedicó a buscar alimentos y otros recursos para cocinar; una tarea que compartía también con su hermano pequeño, Mohammed, de 17 años.
“Ir al mercado era muy peligroso porque era uno de los lugares que Israel solía bombardear con más frecuencia”, cuenta. Monjed recorría a diario ese trayecto en busca de una leña que, en muchas ocasiones, no era más que listones o trozos de madera de mala calidad a la que luego añadía fragmentos de plástico que Amal, la madre, utilizaba para alimentar el fuego de su cocina.
De aquel trabajo coral surgió ‘Menú de Gaza’, una serie fotográfica con más de 500 imágenes de platos que la familia Hammad preparaba y que el periodista Mikel Ayestaran publicaba en su cuenta de Instagram. El proyecto no solo era el recetario de una familia bajo asedio, sino que rápidamente se convirtió en una forma creativa de denunciar el uso sistemático del hambre como arma de guerra.
“Las imágenes de los platos son una manera de hacer llegar nuestro sufrimiento al mundo”, dice Monjed.
“Menú de Gaza”, un proyecto nacido en redes sociales, se convertirá pronto en libro gracias a una campaña de crowdfunding que lanzamos hace unas semanas y que aún permanece abierta. Aquí puedes hacerte con tu ejemplar o dar un empujón a la iniciativa.
Monjed consiguió huir de Gaza a finales de junio junto a su familia. Ahora intenta construir una nueva vida en España, lejos de las bombas, aunque resulta difícil porque el conflicto sigue activo. “Cuando llegué a España tuve sentimientos encontrados. Por un lado, estaba contento por haber escapado del genocidio y llegar a un sitio seguro, pero también estaba muy triste por dejar atrás a familiares y seres queridos”, dice. Como Omar, su hermano mayor, asesinado en un bombardeo, o Thuria, su abuela, quien murió en casa a causa de la diabetes y otros problemas de salud que sufría. “La guerra ha tenido impacto en todas y cada una de las personas en Gaza. Muchas han perdido su casa, otras han quedado mutiladas y otras han perdido a algún familiar, vecino o amigo. Esas imágenes son imposibles de borrar”, cuenta.
A pesar de estar lejos de las bombas, la familia Hammad sigue manteniendo la disciplina que los ayudó a sobrevivir durante más de un año de asedio. Y Monjed es el mejor ejemplo: “Sigo ayudando a la familia en todo lo que puedo. Principalmente me encargo de hacer la compra, porque sé moverme bien por la ciudad. Intento que mis padres no asuman todas las tareas en estos momentos”, dice.
Le preguntamos por sus planes de futuro y responde directo: “Ahora mismo estoy centrado en aprender castellano. Esa es nuestra llave para integrarnos. Luego decidiré qué estudiar”. Dice que le gustaría formarse en algo relacionado con la electricidad y la electrónica, pero la mente de Monjed sigue fijada miles de kilómetros al este.
“Mi sueño es que se termine este genocidio y que Gaza vuelva a ser el lugar que yo conocía, o incluso mejor, para que pronto podamos volver a nuestra casa”.