Libertad ocupada

“Cayó el dictador, pero llegaron las tropas israelíes”. Los vecinos en esta zona desmilitarizada no han podido celebrar el final del régimen de Asad.

Libertad ocupada
Atallah Hamud, vicealcalde de un pueblo sirio situado en la zona desmilitarizada, señala desde su casa el lugar donde se han apostado las tropas israelíes. Samuel Nacar

—No hemos podido celebrarlo.

Abrigado con una chaqueta deportiva verde, Khalil Hussein, de 51 años, comparte un té con sus vecinos. Están reunidos en el patio interior de una casa que da la espalda a las tropas israelíes, apostadas a menos de un kilómetro. Aunque estén cerca, no verlas da algo más de seguridad. Es un buen refugio para la conversación. O eso parece.

La aviación de Israel sobrevuela la zona.

—Cayó el dictador, pero llegaron las tropas israelíes —se queja también Abdallah Hussein, de 47 años, su jersey beis bajo la chaqueta, su pantalón de chándal, sus chanclas.

En el corro del té todos asienten. Este es el sentimiento que transpira Al Hamidaya, un pueblo sirio de algo más de 2.000 habitantes en la llamada zona de desmilitarización entre Israel y Siria, situada en un valle de los altos del Golán. Un sentimiento más amargo que furioso: los vecinos solo quieren que las tropas israelíes que han ocupado su zona se retiren, que los dejen en paz. Están cansados de la guerra civil siria, que duró casi 14 años, y ahora no quieren más problemas.

Israel redibuja las fronteras

El fulminante avance rebelde contra el régimen de Bashar al Asad, que culminó el domingo 8 de diciembre con la toma de Damasco, vino acompañado de la evaporación de las fuerzas de seguridad sirias. Los puntos de control —temidos por la población civil, que era chantajeada y extorsionada en muchos de ellos— desaparecieron. También la custodia de los edificios oficiales y el control de las fronteras.

Israel, que tiene fronteras lábiles con sus vecinos —fronteras que se mueven con cada escaramuza, con cada conflicto, con cada anexión—, aprovechó la ocasión de inmediato para, una vez más, redibujar el mapa de la región. Avanzó más allá del generoso territorio de los altos del Golán que ya ocupa desde la guerra de 1967 —donde tiene previsto duplicar la población de colonos, según un reciente anuncio del Gobierno israelí—. Y penetró en la zona desmilitarizada entre ambos países. Esto supuso la ocupación parcial o total de varias localidades —como la pequeña Al Hamidaya, en la gobernación siria de Quneitra— y de la cima del estratégico Monte Hermón, más al norte.

Línea roja de delimitación entre Siria y la zona desmilitarizada establecida tras la guerra de 1973. Samuel Nacar

—Las tropas israelíes entraron aquí a las 6 de la mañana del domingo, en cuanto cayó el régimen —dice el propietario de la casa donde los vecinos toman el té, Atallah Hamud, de 60 años—. La gente estaba aterrorizada, sobre todo los niños. ¡No sabíamos qué estaba pasando! Se oían disparos al cielo.

Los soldados obligaron a los vecinos de Al Hamidaya a salir de sus casas, los concentraron en la plaza del pueblo, exigieron la entrega de las armas que tuvieran almacenadas y registraron sus viviendas.

Esta fue una de las casas ocupadas.

—Estuvimos dos días durmiendo en otras casas. Nos permitieron volver, pero comprobamos que la habían convertido en un cuartel militar —dice Atallah, que además de vecino es vicealcalde de Al Hamidaya—. ¿Le puedes enseñar las fotos?

La mujer de Atallah muestra entonces en su móvil imágenes recientes de la vivienda: mantas en las habitaciones revueltas, la cocina patas arriba, comida esturreada. Ahora el interior de la casa presenta mejor aspecto, porque lo han recogido casi todo, pero aún quedan señales de la ocupación. Dejar señales era la intención, porque en la pared hay un texto que incluye nombres en hebreo.

—Impusieron un toque de queda a las 5 —dice Atallah—. Estuvimos sin luz ni agua casi una semana, porque cortaron ambos suministros, pero luego dejaron que se restablecieran. Ahora todo está mejor, más estable… Pero nos sentimos ahogados. Han cortado la principal carretera que nos une con Khan Arnabeh [la ciudad más importante de la zona, fuera de la zona desmilitarizada]. Tenemos que ir por caminos secundarios y tardamos mucho. Aquí hay muchos estudiantes, en concreto 93. Y es muy caro moverse por el precio de la gasolina.

La mayoría accede a que se publiquen sus palabras, a que se les identifique con el nombre, pero prefiere que no les hagan fotografías. No tienen nada que esconder, pero no saben cuánto tiempo se quedarán las tropas israelíes, si avanzarán, si harán más incursiones caprichosas, si se retirarán. 

Puerta de una casa con el paño agujereado a balazos en el pueblo de Al Hamidaya.
Las tropas israelíes registraron las casas de este pueblo y ocuparon temporalmente algunas de ellas. Samuel Nacar

Mencionan una y otra vez al alcalde de una localidad vecina que se ha atrevido a hablar con las tropas de Israel. El mensaje que ha recibido es que los soldados se irán a final del mes de diciembre, que quieren que una delegación de Hayat Tahrir al Sham (HTS) —la amalgama de grupos rebeldes que lideró la ofensiva que derrocó el régimen— acuda para negociar con ellos. De momento ocupan varias casas de este pueblo —siete, según los vecinos—, que ha quedado partido.

El Gobierno israelí no ha aclarado cuánto tiempo permanecerán sus tropas en la zona desmilitarizada establecida por el acuerdo de desarme alcanzado en 1974. En una visita a ese territorio estratégico apenas diez días después de la caída de Asad, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo que sus fuerzas estarán allí hasta que se encuentre otro acuerdo “que garantice la seguridad de Israel”. De forma paralela a la ocupación, las fuerzas israelíes han bombardeado cientos de objetivos clave en toda Siria, desde bases militares hasta arsenales y flotas navales para acabar, según el Gobierno de Israel, con capacidades estratégicas que puedan suponer una amenaza. 

El líder de HTS, Ahmed al Shara (conocido antes de la toma de Damasco por su nombre de guerra, Abu Mohamed al Golani), ha dicho que la prioridad actual es la reconstrucción y la estabilidad de una Siria que no puede permitirse verse arrastrada a nuevos enfrentamientos.  Pero también ha advertido de que, ahora que Irán y Hezbolá —estrechos aliados del régimen de Asad— han abandonado el país, Israel no tiene excusa para invadir ni bombardear territorio sirio.

“De aquí no nos iremos”

El vicealcalde Atallah, que actúa como portavoz de los vecinos, muestra en el porche de su casa, ante el té, una cicatriz en su pierna. Dice que un ataque del régimen sirio mató a su exmujer y le dejó heridas. Toma mi bolígrafo y escribe en mi libreta: 23-11-2016. Es una fecha que no olvida.

El pueblo ya no tiene ganas de luchar. O al menos los que están en este patio. Ya han tenido suficiente.

—No queremos guerra con nadie —dice el vicealcalde—. Me ha sorprendido todo esto. Si tenemos un acuerdo con Israel, ¿por qué no esperan un poco? ¿Por qué entrar así directamente y empezar a echar a la gente de sus casas? No tiene sentido. La gente necesita comida, pan.

No hay ánimo de revancha en sus palabras. Pero tienen claro que no cederán.

—Aunque vengan los tanques, de aquí no nos iremos —dice Khalil, y todos los demás asienten.

La aviación de Israel sobrevuela la zona.

Un vehículo todoterreno del Ejército de Israel, que ha aprovechado la caída de Asad para ocupar más territorio. Samuel Nacar

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