Es el 15 de octubre de 2025. Estoy frente al Congreso peruano, el primer edificio que fue construido en 1904 para el poder legislativo. Aquí, en el centro de Lima, miles de jóvenes protestan en contra de las extorsiones, del sicariato y de la llegada al poder del presidente interino, José Jerí, un congresista de derecha investigado por violación y miembro de la mesa directiva del Congreso. Jerí fue designado como sucesor de Dina Boluarte, destituida una semana antes a causa de las manifestaciones y de la crisis de su Gobierno.
“La policía no nos cuida. Los criminales están en el poder. No somos de derecha, no somos de izquierda. Solo queremos poder trabajar tranquilos. ¿Por qué ellos tienen que beneficiarse de lo que trabajamos nosotros? Y a la señorita reportera de televisión que me pregunta si estamos politizados, disculpe, pero con todo respeto: todas las marchas son políticas”, declara un joven trabajador rodeado de otros jóvenes y de banderas negras con el logo pirata de One Piece, convertido en símbolo de la Generación Z, ante varios celulares que retransmiten en directo y cámaras de televisión peruanas.
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