Alepo: el símbolo de la guerra siria

Explicamos a través de nuestras 5W el paso de Alepo de nervio económico a epicentro del conflicto

Alepo: el símbolo de la guerra siria
Karam al-Masri / MSF

Las imágenes de niños con el rostro blanquecino rescatados de entre los escombros o de personas en pleno llanto en sótanos de hospitales golpeados por bombazos de uno u otro lado se han vuelto habituales. Ya no quedan comparaciones históricas que hacer: Gernika, Leningrado, Beirut… El este de Alepo lleva meses acaparando titulares y estirando los niveles del sufrimiento humano. Las tropas progubernamentales han capturado casi todo el territorio rebelde en las últimas dos semanas y han desatado movimientos desesperados en una población exhausta por casi seis años de guerra y sometida desde julio a un estado de sitio. 

Decenas de miles de personas viven aún en una zona controlada por una miríada de grupos de la oposición armada y están bajo una constante lluvia de ataques aéreos de las fuerzas sirias y rusas. Alepo es el último gran bastión urbano de la oposición armada siria, aunque también domina la vecina provincia de Idlib y su capital homónima. Alepo es el símbolo de una guerra descarnada.

El este de Alepo es una muestra más de lo que ocurre en las zonas urbanas tomadas por la oposición. Como en Homs y en todo el cinturón rural de Damasco, o salen o el Gobierno cerca y después machaca desde el aire hasta expulsar al enemigo. Funcionó en casos anteriores y funciona en el este de Alepo, pero el precio para los civiles y para la propia ciudad es enorme. La ONU acusa a ambos bandos de usar a los civiles como “peones” de su guerra.

WHO: ¿Quién está luchando en Alepo?

Un mapa de la provincia de Alepo —como este, que se actualiza constantemente con diversas fuentes— es un puzle de colores. En apenas 25 kilómetros a la redonda, tomando como punto de partida la ciudad, aparecen territorios controlados por el régimen y sus fuerzas afines, por los rebeldes del Ejército Libre Sirio (ELS) y por grupos de corte islamista próximos a Al Qaeda, por los kurdos, por Turquía y por el grupo yihadista Estado Islámico. El oeste de la ciudad de Alepo lo controla el régimen, que ya ha recuperado prácticamente todas las zonas que perdió en verano de 2012 tras una ofensiva total de apenas tres semanas. Hay tropas regulares del Ejército sirio, asesores rusos para dirigir las operaciones sobre el terreno y también milicias de Hizbulá, Irán e Irak. Desde el aire apoyan cazabombarderos rusos. Mientras, en la defensa de la parte oriental hay combatientes del ELS, que engloba a facciones islamistas suníes, y los más radicales de Jabhat Fateh al-Sham (JFS), que cortó su relación nominal con Al Qaeda y cambió su nombre del previo Jabhat al Nusra (Frente al Nusra), renunciando a la lucha internacional, aunque según los observadores hay pocos cambios en el plano ideológico. Algunos de esos grupos han proclamado en las últimas horas su voluntad de unir fuerzas y seguir resistiendo, y al mismo tiempo se han visto obligados a pedir una tregua humanitaria para evacuar a sus enfermos y heridos. En octubre, el enviado de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, dijo que en Alepo había unos 900 miembros de JFS de un total de unos 8.000 rebeldes, aunque otros observadores estiman que son menos. El baile de cifras es constante en todo lo que se refiere a esta parte de la ciudad, un agujero negro informativo debido al cerco del Gobierno y a la presencia de grupos extremistas, nada amigos de la prensa local o internacional.

¿Quién sufre la guerra?

La batalla afectó desde el comienzo a lugares históricos considerados patrimonio de la humanidad por la Unesco, como el casco antiguo, una de las últimas zonas recuperadas por el Gobierno. En 2013, el minarete del siglo XI de la Gran Mezquita quedó reducido a escombros. Hoy las estampas de ciudadanos fumando un narguile (pipa de agua) en la plaza junto a la Ciudadela han dado paso a otras como las de Omran Daqneesh, un niño de cinco años convertido en icono tras aparecer en medios internacionales con su rostro tiznado de polvo, sentado en el asiento naranja de una ambulancia tras ser rescatado de los escombros después de un bombardeo.

Unos 250.000 habitantes han estado sitiados desde julio hasta que en los últimos días han empezado a producirse las primeras salidas desesperadas de civiles al cambiar las líneas del frente. La población, y en particular los heridos de guerra y enfermos, habían estado atrapados entre fieros combates y la intensa lluvia de bombas de todo tipo que cae desde el cielo. Los productos esenciales, como los alimentos y la leche en polvo para niños, hace semanas que están bajo mínimos o se han acabado. El combustible necesario para operar los generadores de los hospitales, las ambulancias y la maquinaria de construcción que se requiere para reconstruir hospitales también escasea. La gente no solo muere por heridas de guerra sino a causa de enfermedades. Si hasta hace poco los hospitales que todavía funcionaban estaban saturados y no daban abasto con el número y la gravedad de los heridos, la situación ahora es de caos total, según describen los pocos médicos que allí quedan.

Un paciente en un hospital tras haber sufrido heridas de metralla en una explosión mientras iba a comprar yogures en un barrio de Alepo Este. Karam al-Masri / MSF

Las últimas raciones de comida del Programa Mundial de Alimentos (PMA) se acabaron el pasado 13 de noviembre y los suministros de otras organizaciones están “cerca de acabarse”, según la ONU.

El régimen ha lanzado con frecuencia panfletos conminando a la población del este de Alepo a abandonar la ciudad, con invitaciones como la de disputar un partido de fútbol como “gesto de reconciliación nacional” en el oeste de Alepo, donde se registran ataques con misiles lanzados por los rebeldes, aunque estos tienen menos cobertura mediática, y causan un número de bajas y destrucción comparablemente menor.

WHAT: ¿Qué ha pasado en las últimas semanas?

En julio, el este de Alepo quedó sitiado por fuerzas progubernamentales. En agosto, la oposición consiguió romper el asedio temporalmente y abrió una ruta hacia la ciudad, conectándola a través de la conocida como Castello Road con otros territorios rebeldes más al oeste. El 23 de septiembre comenzaron intensos bombardeos, que en tres semanas causaron más de 400 muertos y 1.350 heridos, según la red de hospitales del este de Alepo. A mitad de octubre, los gobiernos de Rusia y Siria prepararon corredores humanitarios, pero la falta de garantías y las presiones de las partes en conflicto impidieron la entrada de ayuda humanitaria e hicieron que la población civil no abandonara la ciudad entonces. Los ataques aéreos cesaron un tiempo sobre el este de Alepo, pero las fuerzas rebeldes continuaron la lucha sobre el terreno. El 17 de noviembre se produjeron intensos bombardeos que golpearon nuevamente a los hospitales de la ciudad. Desde julio, los hospitales del este de Alepo han sido alcanzados en al menos 35 ocasiones. La población ha recurrido a refugiarse en sótanos, donde se han establecido clínicas improvisadas. El 27 de noviembre, tras dos semanas de bombardeos, el Gobierno sirio capturó varios barrios de la oposición en el noreste de Alepo. También se produjeron avances desde la zona de control kurdo hacia el noreste. Tras esta ofensiva, la zona bajo dominio rebelde del este de Alepo se redujo a en torno un tercio, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, organismo con base en Londres que lo calificó como la mayor derrota de los rebeldes desde 2012. A principios de diciembre, las fuerzas sirias conquistaron también el casco antiguo. Este fin de semana, Rusia aseguró que el Gobierno sirio ya dominaba el 93 % de Alepo, en cuya parte oriental los rebeldes controlan ahora solo unos barrios con una extensión de apenas un par de kilómetros cuadrados.

De pronto se desmoronaba el sueño opositor de establecer en Alepo una capital alternativa a Damasco, un sueño imposible desde que Turquía, después de cinco años de apoyo a los opositores, cerró su frontera y los abandonó. Tras el intento de golpe de Estado del mes de julio, el presidente Recep Tayyip Erdogan giró hacia Rusia, el principal aliado de Asad, y se volcó en blindar su frontera ante kurdos y Estado Islámico. Sin el apoyo externo, la oposición se ha ido derrumbando.  

Los avances del régimen desataron un movimiento desesperado de la población atrapada en el este de Alepo. Algunos huyeron hacia el interior del territorio sitiado, pero unas 100.000 personas han pasado en los últimos días a zonas controladas por el régimen sirio o los kurdos. Medios afines a Asad también han mostrado imágenes de combatientes rebeldes abandonando Alepo en autobuses. El miércoles 30 de noviembre se difundieron algunas de las imágenes más duras hasta la fecha: civiles que huían con sus maletas yacían muertos en calles de la ciudad.

Según datos de la red de hospitales del este de Alepo, entre el 23 de septiembre y el 24 de noviembre se han registrado más de 4.350 heridos, incluidos más de 510 niños, y más de 1.060 personas han fallecido, entre los que figuran al menos 150 niños. Un dato conservador, pues muchas familias entierran a sus parientes directamente, sin llevar los cadáveres a las morgues de los hospitales.

El cirujano plástico Abu Wasim, al lado de una sala de hospitalización golpeada por un bombardeo en octubre. Karam al-Masri / MSF

WHEN: ¿Cuándo empezó el caos en Alepo?

Bautizada en 2012 por los medios sirios como “la madre de todas las batallas”, Alepo es la metáfora de una guerra siria que, según datos de Naciones Unidas, ha causado ya la muerte de más de 400.000 personas, ha llevado a 4,8 millones a refugiarse en países vecinos, a 6,1 millones a desplazarse dentro de la propia Siria (900.000 en el primer semestre del año) y a 13,5 millones a una situación de necesidad de ayuda humanitaria.

En el primer año de protestas contra Bashar al Asad, 2011, Alepo no experimentó grandes movilizaciones ni episodios de violencia como los que se registraron en otros puntos del país. Pero en julio de 2012, cuando los rebeldes lanzaron una ofensiva en el norte de Siria, la ciudad empezó a convertirse en un campo de batalla. Alepo, de unos 190 kilómetros cuadrados, quedó pronto dividida.

A medida que pasaban meses y años, la batalla por Alepo se estancó, sin avances significativos para ningún bando, con constantes cambios en las líneas de frente, hasta que a mediados de 2016 el Gobierno sirio, apoyado por aviones rusos, cortó la ruta que unía las posiciones de los rebeldes en la ciudad con otro bastión en la provincia de Alepo. Para Asad era fundamental que los rebeldes no avanzaran en Alepo. Los años de lucha sangrienta han hecho de Alepo un símbolo del sufrimiento de Siria, que engloba en un mismo lugar la valentía de los civiles y la complejidad de una guerra endemoniada, con una miríada de grupos armados islamistas, entre ellos Estado Islámico, que han violado sistemáticamente los derechos humanos, al igual que el Gobierno, que sin embargo posee un arma aún más brutal: los ataques aéreos.

La situación ha sido comparada con muchos escenarios del pasado. Para el autor Yezid Sayigh, investigador del Carnegie Middle East Center, el verano de 1982 en Beirut ofrece una analogía próxima al Alepo de 2016. Hace 34 años, Israel quiso partir la espalda del nacionalismo palestino en los territorios ocupados de Cisjordania derrotando a la Organización de Liberación Palestina (OLP), que se refugió en Beirut. Ahora es Rusia quien desea romper la espalda de la oposición siria derrotando a los grupos armados en Alepo. Existen dudas de si las fuerzas del régimen tienen los números suficientes y la moral para asumir la complicada tarea de limpiar de fuerzas opositoras barrios urbanos densamente poblados. “Como hicieran las fuerzas israelíes en 1982, Rusia está utilizando una mezcla de fuego masivo, bloqueos de comida, agua, electricidad y periódicas ofertas de pasaje seguro a los civiles y combatientes para coaccionar a su adversario y que la población evacúe el lugar incondicionalmente”, subraya el investigador Sayigh.

WHERE: ¿Dónde está Alepo?

Situada al final de la Ruta de la Seda que pasa por Asia Central y Mesopotamia, la actual Alepo ha estado habitada continuamente durante milenios. Ya en el siglo XX a.C. aparecía mencionada en textos egipcios y restos de esos primeros pobladores han sido hallados en la icónica Ciudadela medieval, hoy dañada por la guerra. Capital de una provincia homónima de gran extensión en el noroeste del país, fronterizo con Turquía, Alepo se consolidó tras la independencia de Siria en 1946 como un importante centro industrial y económico. Era también la ciudad más poblada del país, con algo más de dos millones de habitantes según el censo de 2004, por encima de la capital, Damasco. La mayor parte de las exportaciones sirias antes del conflicto procedían de Alepo, con importantes factorías en los sectores químico, farmacéutico, eléctrico y textil, así como academias y centros militares.

Un hospital de Alepo Este cubierto de sacos terreros. Fue atacado en abril de 2016. Karam al-Masri / MSF

WHY: ¿Por qué es importante la batalla por Alepo?

Muchos analistas coinciden en señalar que la oposición armada se juega mucho en la batalla de Alepo y que el resultado de la misma puede marcar el destino de la guerra. Ha habido informaciones, amplificadas por los medios afines al régimen sirio y a Rusia, de que los grupos rebeldes han prohibido a la población civil abandonar la zona, pero también muestras públicas de compromiso: ciudadanos que se quedaron en Alepo para ayudar. Los asedios prolongados, como el de Alepo o el del campo de refugiados palestinos en Yarmuk (Damasco), han sido uno de los sellos distintivos del conflicto sirio. Siege Watch, un proyecto que busca ofrecer información precisa y actualizada, publicó un informe en septiembre según el cual en la actualidad hay más de un millón de sirios viviendo en cuarenta ciudades o poblaciones en estado de sitio —un cuarto de ellas en el este de Alepo—, mientras que otros 1,4 millones están en riesgo de llegar a esa situación pronto.

En opinión de Yezid Sayigh, investigador del Carnegie Middle East Center, la reconquista del este de Alepo “representaría una victoria simbólica y moral para el régimen”. “Liberaría a las tropas para luchar en otros frentes y para reabrir las principales autovías entre Homs, Hama y Alepo, que permitirían asegurar más su control del norte y aislar a la oposición en la zona rural occidental de la provincia de Alepo y de la provincia de Idlib”, subraya. Según Sayigh, se debería esperar “más presión sobre la oposición en el sur del país”. “A nivel político, si el régimen tiene éxito retomando Alepo, demostrará de manera concluyente su control sobre las ciudades y centros de población más importantes de Siria y la futilidad de tratar de oponerse a ello. El Gobierno de Trump reducirá seguramente su apoyo a la oposición armada, pero la caída de Alepo en manos del régimen hace aún más probable que Washington acepte que continúe Asad, al menos de facto. En este caso, Turquía también tendrá que ajustarse política y militarmente y buscar la manera de convivir con el régimen, probablemente basándose en el entendimiento de contener la autonomía kurda en el norte de Siria”.

George Sabra, jefe negociador del Comité de Altas Negociaciones y expresidente del Consejo Nacional Sirio, la principal coalición opositora, dijo que la caída de Alepo no supondrá “el fin de la revolución”.

La oposición a Asad ya parece preparada para la derrota final en Alepo.

—Alepo es un lugar importante —dijo Sabra—, pero no el último lugar.

* Con información de Igor G. Barbero, Mikel Ayestaran y Ricard G. Vilanova. 

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