La sombra de Estado Islámico en Filipinas

Ataques bajo la bandera de Estado Islámico, miles de desplazados y Ley Marcial. ¿Qué está pasando en el sur de Filipinas?

La sombra de Estado Islámico en Filipinas
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El sello de Estado Islámico (EI) ha irrumpido en el conflicto que desde hace más de cuatro décadas golpea el sur de Filipinas.

En la región meridional de Mindanao actúan desde hace años grupos islamistas que luchan por el establecimiento de un Estado independiente en esta zona. A finales de mayo, el conflicto, que hasta entonces aparecía en los medios occidentales solo de forma intermitente —por grandes atentados o secuestros de extranjeros—, tomó una nueva senda con el asalto de yihadistas leales a EI a la sureña ciudad de Marawi.

Todavía hay dudas sobre hasta qué punto son estrechos los lazos entre esta nebulosa de grupos extremistas y el movimiento liderado por Abu Bakr al Bagdadi; pero los combates en Marawi, que en dos semanas han dejado más de 200 muertos y miles de desplazados, abren un nuevo capítulo de radicalización en Mindanao y alejan la esperanza de paz para una región que no la conoce desde hace casi medio siglo.

¿Puede Filipinas convertirse en base de Estado Islámico en el Sudeste Asiático? Repasamos, a través de nuestras tradicionales 5W, algunos puntos clave del conflicto para comprender qué está ocurriendo en este archipiélago.

WHAT

El pasado 23 de mayo, entre 400 y 500 seguidores de Estado Islámico, entre ellos algunas decenas de combatientes extranjeros, asaltaron Marawi en una estudiada operación en la que tomaron grandes áreas de la urbe, incendiaron edificios y capturaron varios rehenes. La mayoría de los 200.000 habitantes de Marawi pudo abandonar la ciudad los días sucesivos, pero aún quedan muchos civiles atrapados en el centro, ocupado por los yihadistas. En dos semanas de combates han muerto más de 130 extremistas, unos cuarenta militares y una treintena de civiles, según las autoridades filipinas.

Aunque Mindanao ya había sufrido ataques urbanos por parte de yihadistas en el pasado, es la primera vez que una alianza de varios grupos leales a EI ocupa durante tanto tiempo una ciudad. El Ejército ha desplegado numerosos efectivos en la zona y lleva a cabo ataques aéreos y terrestres sobre las áreas tomadas.

El presidente filipino, Rodrigo Duterte, ha declarado la Ley Marcial en toda la región de Mindanao, donde viven unos 20 millones de personas. Esto supone limitar las libertades civiles: las Fuerzas Armadas tienen poderes ejecutivos y pueden efectuar arrestos sin cargos por largos periodos.

WHO

Entre quienes combaten en Marawi están los yihadistas de Maute, un pequeño grupo armado hasta ahora poco conocido fundado hace cuatro años por los hermanos Omar y Abdullah Maute. Su tamaño era reducido (algunas estimaciones apuntan a que su núcleo contaba con apenas un centenar de combatientes), pero ha logrado sumar fuerzas articulando una alianza con otros grupos leales a EI. También se le atribuyen contactos con extremistas pro Estado Islámico en las vecinas Malasia e Indonesia.

Otro protagonista clave en esta alianza es Abu Sayyaf, uno de los grupos terroristas más sangrientos de Mindanao. Nacido en 1991 como una escisión de otro movimiento mayor (el Frente Moro de Liberación Islámica, FMLI) con la reivindicación de un Estado independiente islámico en el sur de la católica Filipinas, pronto dio un viraje hacia la extorsión y los secuestros con objetivos más económicos que ideológicos. Su cabecilla, Isnilon Hapilon —en la lista de terroristas más buscados por el FBI—, juró lealtad a EI en 2014 y se perfila como uno de los líderes de la nueva alianza. Antes, Abu Sayyaf aseguraba actuar bajo el paraguas de la red Al Qaeda.

Otros grupos con presencia en Marawi son facciones más pequeñas con roles hasta ahora menores dentro del conflicto de Mindanao, como Ansar Al Khilafa Filipinas (AKP) o los Combatientes por la Libertad del Bagsamoro Islámico (BIFF). Ambos son a su vez escisiones del FMLI y han autoproclamado su adhesión a Estado Islámico.

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WHEN

Los enfrentamientos han puesto el foco, al menos temporalmente, en la violencia que castiga el sur de Filipinas desde la década de 1970. Se calcula que en los últimos 45 años las luchas entre grupos insurgentes y tropas gubernamentales han dejado en Mindanao entre 100.000 y 150.000 muertos, incluidos unos 20.000 civiles, incontables heridos y unos dos millones de desplazados.

La lucha armada por un Estado musulmán independiente en la región comenzó con el Frente Moro de Liberación Nacional (FMLN), fundado a principios de los 70. En los años siguientes este grupo logró controlar amplias áreas de Mindanao. Desde su nacimiento ha llevado a cabo varios diálogos de paz con el Gobierno —el primero en 1976 y el más significativo en 1997—, aunque todos terminaron en fracaso. Ha sufrido varias escisiones y actualmente se le calculan unos 3.000 combatientes. Mantiene contactos con el Gobierno de Duterte encaminados a alcanzar la paz.

El grueso de los rebeldes en Mindanao pertenece sin embargo al Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI), que cuenta con unos 10.000 miembros y con el que el Gobierno filipino mantiene un alto el fuego desde 2014. Nació en 1978 como una escisión del FMLN. Como él, reclamaba un Estado islámico independiente en el sur. En el acuerdo firmado en 2014 renuncia a la violencia y a su demanda de independencia a cambio de crear una región autónoma musulmana.

Tanto el FMLN como el FMLI han condenado los ataques en Marawi y han ofrecido a las fuerzas gubernamentales ayuda en el terreno para combatir a los yihadistas.

WHERE

Mindanao, con unos 22 millones de habitantes, es una de las zonas más pobres de Filipinas y la única con una presencia significativa de población musulmana, cerca de 5 millones. Once de las veinte provincias con mayores índices de pobreza del archipiélago se encuentran en esta región.

La violencia de los grupos separatistas se ha concentrado generalmente en el área occidental de Mindanao y en islas adyacentes, como Basilan (tradicional feudo de Abu Sayyaf) y Joló. Aunque Mindanao se asocia inmediatamente al conflicto, hay amplias zonas de esta isla que permanecen relativamente ajenas a este.

La mayor urbe de Mindanao es Davao, con 1,7 millones de habitantes. La ciudad tuvo como alcalde durante 22 años al que hoy es el controvertido presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte. Al mandatario se le ha acusado de apoyar los llamados “escuadrones de la muerte”, grupos paramilitares que, durante su alcaldía, habrían llevado a cabo ejecuciones de delincuentes, traficantes de drogas y drogadictos en Davao. Ya como presidente de Filipinas, Duterte siguió esa misma pauta a nivel nacional en una muy discutida ‘guerra contra la droga’ que se calcula ha acabado con la vida de más de 7.000 personas desde que asumió el Gobierno, hace casi un año.

WHY

Mindanao ocupa titulares occidentales solo de forma intermitente, generalmente cuando ocurren grandes atentados o ataques como el de Marawi. Lejos de los focos, las consecuencias de la violencia pesan día tras día para la población de las zonas en combate. En el este de Mindanao y en el archipiélago de Joló, especialmente, numerosas comunidades han perdido familiares, han sido expulsadas de sus hogares y han perdido sus tierras. 

Si hasta ahora los grandes protagonistas de este conflicto eran el FMLN y el FMLI, con intervenciones puntuales de Abu Sayyaf —que saltaba a las noticias por secuestros o macabras decapitaciones—, la aparición de una alianza yihadista leal a EI da una nueva y desconocida dimensión a la situación. Supone abrir el camino para que seguidores de EI en el Sudeste Asiático pongan su bandera en Mindanao y traten a esta región como nueva base del grupo, una proclama que puede bailar entre la propaganda y la realidad en función de los apoyos que logren. Esto cobra especial relevancia ahora, en un momento en que el califato está perdiendo control en Siria e Irak. Pero las ideas de EI han calado hondo: lejos de extinguirse, el conflicto amenaza con desplazarse y echar raíces en otras zonas vulnerables. 

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