La doble destrucción de la naturaleza

Para defender el mundo natural del ataque del capitalismo global, la humanidad debe comprender la hondura de su belleza

La doble destrucción de la naturaleza
Navarra, 2019. Joan de la Malla

Cuando hoy en día se muestran bellas imágenes del mundo natural en los noticiarios de los medios de comunicación es cada vez más frecuente que aparezca la expresión “es un paisaje de postal”. Confieso que la frasecita me saca de quicio. Las primeras tarjetas postales, en la segunda mitad del siglo XIX, eran en su origen una forma de correspondencia fácil y rápida y una manera de saludar a amigos y familiares adjuntando una imagen del lugar visitado. Ahora, una postal de hace veinte, treinta o cuarenta años ya se ha convertido en un objeto naif, en una reliquia del pasado propia de coleccionistas y, en algún caso, incluso en material para artistas contemporáneos.

Pero volviendo a la frasecita de marras, si la analizamos en su persistencia —ayer la oí de nuevo en la sección meteorológica de un informativo de televisión— se hace palpable lo triste que es y lo mucho que hay escondido tras esa expresión. Reducir una imagen bella del mundo a la categoría de “paisaje de postal” es ver la naturaleza con los ojos de un extraño, de un turista permanente, que se sitúa fuera del mundo, que fotografía el paisaje con su móvil, cuelga la foto en su cuenta de Instagram, pero que no ve el paisaje. Así, nuestro “¡me encanta viajar!”, afirmación recurrente en los perfiles de las apps de citas, hace referencia sólo a un viajar aparente, porque somos víctimas de la publicidad omnipresente y propia de la sociedad de consumo. Sí, digámoslo sin ambages, nosotros mismos somos una bonita postal o, si se quiere, un folleto publicitario, con imágenes paradisíacas (de postal), de paisajes que no hemos visto, no vemos, ni veremos nunca, aunque algún día los lleguemos a fotografiar sin verlos.

He hablado de permanencia en el tiempo. Y es que la cosa viene de muy lejos. Ya a finales del siglo XIX Oscar Wilde afirmaba, con la aguda ironía que le caracterizaba, que “donde unos admiran un paisaje, otros pescan un catarro”. Hoy podríamos parafrasear al escritor irlandés para decir que “donde unos admiran un paisaje, otros se hacen un selfie”. Todos mirando a la cámara y de espaldas al paisaje… de postal.

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