Un muro grande ¿y bonito?

La pared que Trump quiere terminar ya tiene 1.000 kilómetros. Estas son las familias separadas por las vallas y el acero.

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, prometió en campaña que construiría un muro “grande y bonito” en la frontera con México. Grande o pequeño, bonito u horrible —hay opiniones para todos los gustos— ese muro ya existe y tiene más de 1.000 kilómetros discontinuos, en una frontera que tiene un total de 3.100 kilómetros.

No es un muro monolítico, sino una barrera artificial fragmentada: barras de acero, vallas, concertinas y sofisticados sistemas de vigilancia. La complicada orografía y el enorme coste que supondría un proyecto así —aunque Trump llegó a decir en campaña que México pagaría por él— hizo que surgieran críticas ya no solo por la lesión de los derechos humanos que supondría esta ampliación, sino por su falta de pragmatismo.

Tras su victoria, Trump matizó que en algunas zonas sería más apropiado un vallado en lugar de un muro. Preguntado también sobre si llevaría a cabo su plan de deportar a once millones de indocumentados, dijo que lo haría con “dos o tres” millones de inmigrantes con antecedentes penales. Entre 2009 y 2015, el Gobierno de Barack Obama expulsó a 2,5 millones de personas.

Esta es la visión personal del muro de la fotoperiodista Griselda San Martín: mar, flores y canciones alrededor de una pared que separa familias.

Mar

Así se ve la ciudad estadounidense de San Diego desde Tijuana, en México. Estas barras verticales de acero que se hunden en la arena de la playa separan el próspero estado de California del noroeste de México.

Friendship Park

Griselda San Martín

Esto es Friendship Park, el único punto oficial habilitado por el Gobierno para que personas a ambos lados de la frontera puedan verse. Las familias separadas por las leyes de inmigración se juntan aquí para pasar el rato los fines de semana. En el lado estadounidense, la zona de visitas está solo abierta durante unas horas los sábados y los domingos. La patrulla fronteriza siempre está vigilando.

Sin abrazos

Griselda San Martín

Esther González ha podido ver pero no abrazar a sus hijos Alejandro y Magdalena durante los últimos cuatro años. Se fue de Estados Unidos debido a una emergencia familiar y no pudo regresar.

Agua de coco

Griselda San Martín

Manuel Toledo le da a una de sus hijas una bolsa con agua de coco a través del muro. Manuel y su mujer Leticia tienen cuatro hijas en Estados Unidos.

Libertad condicional

Griselda San Martín

En el centro, Ale Vallejo, acompañada por sus hijos, habla con su marido, Daniel Armendariz, que no puede abandonar Estados Unidos porque está en libertad condicional.

Música

Griselda San Martín

José Márquez paga a músicos mexicanos para que lo acompañen en la canción que va a cantar a su hija Susana, de 33 años, y a su nieto Johnny, de 14, que viven en California. Aquí se reúnen cada domingo. No han estado juntos —físicamente— desde que Márquez fue deportado, hace catorce años.

Flores

Griselda San Martín

Una mujer habla con sus hijos a través del muro durante el Día de la Madre. Una oenegé repartió ramos de flores a todas las madres que acudieron al evento que se organizó en la parte de Tijuana.

Boda

Griselda San Martín

La fotografía de boda de Jonathan Ibarra y su mujer, Gladys López, frente a la valla de Playas de Tijuana, en México. Ambos se criaron en California pero ahora viven en Tijuana, separados de su familia. Jonathan fue deportado y Gladys no tiene residencia en Estados Unidos. Ha intentado pasar tres veces pero fue detenida por la patrulla fronteriza y devuelta a México.

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