Rabat, viernes 10 de octubre
Mohamed VI pronuncia un discurso en el hemiciclo marroquí para inaugurar el curso parlamentario. Su figura nunca ha estado en duda durante las protestas, pero sí el Gobierno. Los jóvenes han estado interpelando al rey estos últimos días en la calle: le piden que intervenga para que haga dimitir a todo el Gobierno y se lleven a cabo reformas profundas basadas en la transparencia, la lucha contra la corrupción y mejoras en educación y sanidad, entre otras demandas. Durante su discurso, el rey hace múltiples referencias a temas sociales, aunque sin alusiones directas a las peticiones de los jóvenes o a las protestas.
La generación Z no ha convocado hoy manifestaciones por “respeto”. Frente al Parlamento se concentran centenares de personas antes de que aparezca Mohamed VI. Están preparados para aplaudir, cantar y recibirlo al grito de “viva el rey”. Muchos de ellos llegan a pie, otros han sido transportados a la capital desde otras ciudades y pueblos. En una de las calles cercanas, decenas de buses esperan para devolverlos a casa.
Ese día muchos recuerdan otro discurso del monarca que tuvo lugar el 9 de marzo de 2011. Fue la respuesta del Estado a varias semanas de protestas masivas del Movimiento 20 de Febrero, que salió a rebufo de sus vecinos árabes, para pedir más libertad y democracia, además del fin de la corrupción. En aquella ocasión, Mohamed VI anunció una reforma constitucional para conducir al país a una monarquía parlamentaria. Esto sirvió para relajar la presión de las movilizaciones y cerrar el capítulo marroquí de las Primaveras Árabes.
“Durante el 20 de Febrero las demandas eran sobre todo políticas, se reclamaba la separación de poderes y la independencia judicial, algo que también reclama la generación Z; aunque sus peticiones también se parecen a las del Hirak del Rif en 2016 o las protestas en otras regiones que pedían más inversiones y servicios básicos”, relata Aya (nombre ficticio para preservar su seguridad), de cerca de cuarenta años, que salió a la calle en 2011 con la esperanza de cambios. La generación Z estaba todavía en primaria cuando estallaron las primaveras árabes en el país, pero muchos de ellos confiesan que esperaban que sus protestas lograran algo parecido o “incluso más profundo”, explica Youssef.
Durante las últimas décadas, las manifestaciones han ido floreciendo en Marruecos por diferentes causas, pero con una mochila y un nexo en común. Son movilizaciones que se cocinan a fuego lento a base de indignación, cansancio, detenciones y otros ingredientes. “La generación Z ha recogido la acumulación de la frustración, derrotas y humillaciones de las protestas pasadas. Catorce años más tarde tengo la sensación de que la nueva Constitución no ha respondido a lo que pedíamos en la calle. Todavía hay activistas del Rif que siguen en la cárcel por haber pedido que su región no sea marginalizada”, relata Aya con frustración.
TERCER ACTO: Condenas
Agadir, 17 de octubre
Los juzgados marroquíes empiezan a dictar las primeras sentencias para los detenidos en los disturbios o protestas. Dos personas son condenadas a 15 años de cárcel. El mismo tribunal de la ciudad de Agadir condena a otro grupo de nueve personas a 10 años de prisión. Los acusan de una larga lista de delitos que incluye “incendio intencionado, atentado contra la autoridad o actos de vandalismo”. Desde este momento, los juicios se celebran sin pausa y el reguero de condenas, muchas a cárcel, sigue brotando.
Unas 2.480 personas relacionadas con las protestas están siendo procesadas por la Fiscalía; 959 están en libertad condicional y 1.473 en detención preventiva, según datos consultados por la agencia Efe. La Asociación Marroquí por los Derechos Humanos ha explicado que unas 240 personas ya han sido condenadas, una treintena de ellas a penas de entre 10 y 15 años de cárcel. Entre los procesados hay 330 menores de edad.
“Gran parte de las personas detenidas no han hecho nada, solo pasaban por delante la manifestación o estaban mirando. También hay menores que están en la cárcel y que han tenido que dejar los estudios”, relata Hakim Sikouk, presidente de sección de Rabat de esta organización, la más importante en Marruecos de defensa de los derechos humanos. También explica que muchos de los arrestos se basaron en el aspecto físico o la manera de vestir, sin que necesariamente participaran en las marchas, algo que también han criticado los abogados que defienden a los jóvenes.
“Las detenciones durante las protestas de la generación Z han sido las más numerosas en la historia contemporánea del país. Hubo más de 4.000 arrestados, según hemos podido contabilizar. Solo porque las autoridades querían atemorizar a los jóvenes para que no salgan más. No querían repetir el escenario del 20 de Febrero, cuando dejaron a la gente manifestarse y su estrategia se basaba en esperar a que el movimiento se apagara solo y en provocar divisiones dentro de los manifestantes o entre los partidos. El problema es que no hay nada de eso en la generación Z: no hay formaciones políticas ni organizaciones. Las autoridades se preguntaron: ‘¿Cómo lo vamos a hacer?’. Y se dijeron: ‘Vale, vamos a golpear fuerte y ya veremos’. El resultado es el que tenemos actualmente, más de 2.000 personas en la cárcel”, relata el activista.
Rabat, sábado 18 de octubre
“No te voy a esconder que hoy tenía miedo de venir”. Younes, de 34 años, se halla frente al Parlamento, en una nueva jornada de protestas. Tampoco usamos su nombre real para esta crónica: el miedo hace que muchos hablen desde el anonimato. “A pesar de ello, es un deber nacional estar aquí y levantar la voz. He salido muchas veces a protestar, lo hago por amor a mi país. Tenemos que construir el Marruecos de mañana». Cuenta que uno de sus amigos ha sido condenado a cinco años de prisión. “Es escandaloso encarcelar a un joven que solo pide más inversiones y una mejor educación y sanidad”, lamenta.
Hay medio centenar de personas, como mucho. Tras casi un mes, las protestas han ido perdiendo fuerza. El miedo a las detenciones y las condenas se ha instalado en todo el mundo. También hay cansancio y frustración.
Este 18 de octubre hay menos policías de lo habitual y no van uniformados como antidisturbios. Muchos matan el tiempo dentro de sus furgonetas. Entre los manifestantes hay decenas de ellos vestidos de paisanos, tomando algunas imágenes o vídeos, pendientes de quién habla con la prensa. El grupo de jóvenes continúa con sus consignas, a las que han añadido una nueva: “Libertad para todos los detenidos”. Uno de los manifestantes lleva una bandera negra con el logo pirata de One Piece. Otros levantan cartulinas con consignas. Tras la puesta de sol, empieza a refrescar en Rabat.
Es una de las últimas protestas antes de que la generación Z anuncie, por Discord, una pausa para reorganizar el movimiento y preparar nuevas movilizaciones; también para concentrarse en reclamar la liberación de las personas encarceladas. En su canal continúan hablando, convocando asambleas y debatiendo, pero nadie sabe qué pasará después de este otoño que quiso ser primavera.
Youssef cree que las protestas volverán en algún momento, pero “en silencio”, sin la atención de los medios.
“No vamos a desaparecer, todavía tengo esperanza. Quizá menos de la que tenía antes de salir a la calle y que me detuvieran, pero no tengo miedo a volver a hacerlo”.
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