Badiucao, ‘enfant terrible’ de la disidencia china

Las estrategias de poder y control de Pekín a través del arte gráfico del dibujante chino

Badiucao, ‘enfant terrible’ de la disidencia china
Badiucao

El perfeccionado sistema de control de la dictadura china ha minimizado el espacio de la disensión, hasta prácticamente eliminarlo. Los pocos ciudadanos que eluden el cerco mental y se atreven a superarlo se exponen a las consecuencias, como le ocurre a Badiucao, enfant terrible de la disidencia china y alumno del artista y activista Ai Weiwei. Originario de Shanghái y exiliado en Australia, Badiucao publica sus trabajos -entre los que destacan sus despiadadas caricaturas políticas contra el régimen chino- sin copyright para que la difusión sea máxima, con la esperanza de que sus críticas visuales calen en China. 

Para él, el arte gráfico es una herramienta fundamental para fomentar el pensamiento libre entre la población de la China continental, pero también entre la del exilio. “El autoritarismo es como un globo: parece firme, lleno, serio, ocupa mucho espacio. El humor es como ese imperceptible alfiler que solo hay que arrimar para que el autoritarismo salte por los aires. Por eso es tan importante el humor en la defensa de los derechos humanos y la batalla contra el autoritarismo. El régimen no tiene sentido del humor. Desde que fue establecido, es tan sólido y controlador que no permite que la gente sea humana, que sonría, que piense. Por eso el humor es tan eficaz como desafío, porque nos convierte a todos en humanos, incluso a los políticos más despiadados”, explica vía telefónica desde Melbourne, donde reside.

Nacido en la década de 1980, Badiucao se crió en China en un periodo de turbulencias económicas. Admite que su principal influencia le vino de su abuelo, cineasta perseguido durante la Revolución Cultural y enviado a una granja para ser sometido a “reeducación mediante el trabajo” en la provincia de Qinghai. Su primera viñeta la creó en Australia, donde cursaba estudios universitarios: sin formación en Arte, trazó una ilustración sobre el accidente del tren de alta velocidad de Wenzhou. Y a partir de entonces ya nunca pararía de dibujar con su estilo caracterizado por la primacía del negro y rojo, los colores planos, las líneas limpias y un mensaje cáustico. 

Badiucao ha comprobado la persecución por el largo brazo de China fuera de las fronteras del país. “Cuando trabajaba en Berlín con Ai Weiwei forzaron la entrada de mi apartamento y también mi buzón. Desde que regresé a Australia me han intimidado, me han seguido y me han saboteado; y no solo a mí, también a mi entorno, aunque no sea chino”. Hong Kong, antiguo refugio de disidentes, no podía quedar al margen de esa campaña de represión extraterritorial gracias al proyecto de ley de extradición lanzado por las autoridades favorables a Pekín, y paralizado gracias a la movilización social que se extiende en ese territorio desde el pasado junio. Desde el inicio de las protestas el artista se involucró a través de sus trabajos, que desde entonces dedica casi de forma exclusiva a las marchas en Hong Kong y a la represión policial. Para él, la aprobación de la ley podría tener un alto precio: podría implicar su detención o desaparición en prisiones chinas. 

El último toque de atención lo recibió el pasado noviembre, cuando se vio obligado a cancelar una exposición de su obra que se presentaba en Hong Kong y que implicaba desvelar su identidad, hasta entonces oculta por su seudónimo. “Pocos días antes de mi llegada, me advirtieron de que podía ser secuestrado o arrestado. Tres días antes, un contacto me informó de que la policía en Shanghái había visitado a un familiar lejano: le detuvieron e interrogaron durante varias horas y le dijeron que el acto debía ser cancelado o que ‘no habría piedad’ para mi familia. Un día después, otro familiar fue visitado por la policía y así supe que mi identidad se había visto comprometida. El mensaje era que si la exposición seguía en pie, enviarían agentes a Hong Kong y eso podría suponer problemas no solo para mí, sino para quienes me habían ayudado a montarla. Fue muy intimidatorio para todos aquellos implicados en mi proyecto”, explica. 

Hong Kong ha resultado un nuevo revulsivo en su carrera: defensor a ultranza de los manifestantes y su causa democrática, el prolífico artista ha redoblado sus esfuerzos para representar, con su particular estilo satírico y a veces devastador, la encrucijada en la que se encuentra la excolonia británica. 

Badiucao mantuvo el anonimato hasta el pasado junio, cuando se estrenó el documental China’s Artful Dissident, en el que decidió dar la cara desafiando a los riesgos. “A Pekín le preocupa que Hong Kong se consolide como reducto de libertad, de línea defensiva de la democracia, y que ese espíritu o ese espacio donde ejercer la libertad sea algún día contagioso y se extienda en la China continental. Prefieren destruir Hong Kong a permitir que la libertad y la democracia se extiendan por China”, argumenta el caricaturista. 

Recorremos, a través de doce viñetas comentadas por el propio Badiucao, algunos rasgos de la estrategia de poder y control del Gobierno en China.

Este es uno de mis trabajos más recientes, dado que la cuestión uigur salió a la luz a principios de 2019. Ocurrió en un periodo de silencio para mí porque coincidió con los problemas relacionados con mi exposición en Hong Kong, No era mi intención hacer una analogía sobre los campos de reeducación en Xinjinag y los campos de concentración nazis, porque no quiero diluir el dolor de los judíos, pero sí me parece destacable que la tendencia de los campos en Xinjiang podría derivar en una nueva oleada de campos de concentración como los que padeció la población judía, y esa era la idea a la hora de dibujarla. No hay transparencia sobre lo que ocurre en esas instalaciones, y ya se trata de un genocidio cultural. La pregunta es, ¿va a convertirse también en un genocidio étnico? Con mi imagen intento sensibilizar al mundo de lo que podría ocurrir si cerramos los ojos. 

El Partido Comunista chino no quiere que nada quede fuera de su control, ni que nada sea diferente a su identidad han. El país es algo monolítico y se controla mediante la violencia y los beneficios económicos. Minorías como la tibetana o la uigur son religiosas, su estilo de vida es completamente distinto al de los han y al de los funcionarios chinos. Y, de repente, el Partido ha decidido que estas minorías no pueden ser controladas salvo que sean completamente transformadas o eliminadas. Y eso es lo que estamos viendo en el Tíbet y Xinjiang. Esta viñeta la dediqué al activista Tashi Wangchuk, condenado a cinco años de cárcel por promover la educación en tibetano. La idea que quiero transmitir es que ni siquiera tienen derecho a hablar en su propia lengua. 

Uno de los eslóganes del Partido Comunista es que en China hay 56 minorías y todas deben unirse como una: es la gran unión. Pero el Partido no respeta las diferencias entre ellas, trata de borrar su identidad y transformarlas en una sola comunidad sin identidad propia. Y lo hace forzándolas, exprimiéndolas, para crear mediante la fuerza esa idea de unidad. Pueden convertirlas en una sola etnia mediante la violencia, pero el precio es renunciar a la riqueza de todas ellas. Por eso, en esta imagen, las minorías gritan y lloran en una de las manos que estrujan la bandera . En la otra, solo se ven piernas y pies. La creé cuando las inmolaciones tibetanas estaban en boga para decir “no” a China. Cada dos o tres días había noticias sobre un caso nuevo de inmolación. No creo que se haya hablado lo suficiente del dolor que simbolizan esas inmolaciones. 

Esta viñeta la hice a raíz del caso de un disidente, periodista de profesión, que fue encarcelado, y es mi manera de explicar que la pluma puede ser más poderosa que la violencia. Pueden destruir a la gente que crea contenidos críticos, pero no pueden matar el espíritu de la libertad de expresión. Como me suele ocurrir con el resto de trabajos, lo que más me cuesta es forjar la idea; pero una vez que se me ocurre -y cuanto más tiempo lleva, mejor es-, crear la ilustración es muy rápido, tardo solo dos o tres horas en terminarla. El número de viñetas depende de la actualidad: puedo llegar a crear tres o cuatro al día, aunque siempre me parece que estoy forzando el límite.

Esta ilustración se refiere al índice de contaminación PM2.5 (partículas de un diámetro inferior a 2,5 micras que pueden infiltrarse en sangre) en Pekín y otras ciudades chinas. Hace cuatro o cinco años, antes de que la gente fuera consciente de que la contaminación en China era un problema, la embajada norteamericana incluyó el PM2.5 en su índice de polución ambiental y advirtió que no se trataba solo de contaminación, sino que suponía un peligro para la gente. Y en China surgió la conciencia de que no solo es circunstancial sino peligroso, y comenzaron a usar máscaras antigás. Y de ahí la idea, pero sin descuidar el hecho de que la máscara tiene diversas lecturas: puede proteger de la polución pero también de una correcta comunicación. Y dado que la gente no puede expresarse de forma abierta en China, la idea era promover como símbolo nacional un objeto que protege del veneno ambiental, y al mismo tiempo señalar que la fuerza de la nación radica en el silencio de la población sobre cuestiones como la contaminación. 

Esta viñeta se la dediqué al aniversario de Tiananmén. Cada año hago una diferente: he podido hacer una veintena de ellas. En esta, quise recuperar la figura de la diosa de la Democracia porque quería homenajear a quienes la levantaron (jóvenes artistas chinos que la erigieron en Tiananmén durante las manifestaciones de 1989, pese a la complejidad por sus enormes proporciones) y a aquellos que la enarbolaron como símbolo de la democracia y de la libertad. También a quienes perdieron su vida protegiéndola, porque se trata de recalcar la violencia empleada por la autoridad, los tanques, las balas. En la ilustración, la diosa abre la foto de Mao que cuelga sobre la Plaza de Tiananmén y detrás de él sólo hay un tanque, un instrumento de matar. Un símbolo de que la única fuente de legitimidad del régimen es la violencia que ejerce contra su ciudadanía. 

Esta es mi particular visión sobre cómo funciona el gran cortafuegos (la censura online del régimen chino). Internet y la informática deberían dar información a la gente, y así ocurre en la mayoría de sitios, pero en nuestro país solo sirve para controlarnos. Ya no es una ventana para ver lo que ocurre, sino un paseo guiado del Gobierno para controlar, para manipular, para cazar disidentes… La idea en esta imagen es convertir el cable del ratón del ordenador en una cadena atada a las iniciales del cortafuegos, Great Firewall. A veces me siento un alienígena cuando cuento todo esto porque parece que no hay nada bueno en China, sobre todo cuando hablo con gente que no sabe nada de mi país: creen que tengo una agenda, que no soy objetivo. Por eso hago muchos trabajos sobre cosas que les resultan familiares, con las que pueden compararse, como por ejemplo la libertad de expresión, dado que con la censura no existe nada parecido a eso en China. Todos sabemos cuán importante es Internet, y eso debería remover conciencias fuera. 

Esto es un juego visual con componentes clásicos: Mao (que significa gato, en chino), el Gato y el Ratón; y juego con una imagen clásica, es una evolución de otra imagen más antigua que se llamaba Great Chairman Meow. La mía se tituló Turning Mao Hungry y también trata sobre la voracidad del Partido por el control del espacio digital. Fue una de las primeras que hice sobre los esfuerzos por controlar los contenidos en Internet y la vigilancia de contenidos online: cuando más borran, más surgen y más deben borrar. Por eso, Mao siempre está hambriento. 

El pañuelo rojo es tradicional entre los estudiantes chinos, y con esta viñeta también intentaba jugar con la idea de cómo es crecer en China. Es bastante inquietante, sobre todo cuando observas el rojo de la bandera y el carácter revolucionario de la misma, y sabes que el color simboliza la sangre derramada. Cuando somos pequeños todos los chinos debemos vestir ese pañuelo rojo, con ese simbolismo, como otro método de control social. Quería cambiarle por completo ese sentido tan dramático al pañuelo escolar. La posición del pañuelo, convertirlo en una máscara antipolución… en el fondo, asemejar la población a asaltantes, forajidos. Creé esa viñeta durante la crisis de la polución, lo que dio más sentido a todo. En la frase, dice: “Instrucciones sobre cómo usar el pañuelo rojo con contaminación”.

La idea del Muro de Lennon (lugar simbólico en Praga donde durante la década de 1970 los checos escribían sus mensajes contra el régimen comunista) es maravillosa: implica intercambiar ideas, son colores, es ocupar el espacio público, es imaginación, una protesta pacífica perfecta. Y creo que el Gobierno no debe controlar los espacios públicos, sino que debe hacerlo la gente, que es quien elige a los líderes. Las notas coloridas sobre la espalda de Xi representan la idea de reinvindicar ese papel social, reclamar de vuelta a un autoridad electa, de que la gente no debe atemorizarse ante la autoridad sino al revés: es el Gobierno quien debe responder a las demandas y escuchar a la gente, en lugar de controlarla. Pongo notas en las espaldas de los políticos para diluir su autoridad y deconstruir la violencia de la que se sirven. 

Esta viñeta está directamente basada en una foto de Carrie Lam brindando, después de que tres personas se suicidaran a raíz de las protestas de Hong Kong. Lam obvió la tensión social y la desesperación para celebrar el aniversario del regreso del territorio a la soberanía china, lo cual describe muy bien su carácter. Incluso hoy en día, cuando no cesan las protestas en Hong Kong, no demuestra su estatura de líder política. En lugar de velar a los muertos y lidiar con la situación, sigue brindando y celebrando, lo cual me parece inaceptable. Quería mostrar la sangre fría que caracteriza a esta política. 

Me inspiré en una imagen de los Simpsons para retratar al liderazgo chino y explicar la evolución del Partido Comunista. Usé el lema ‘El socialismo con características chinas entra en una nueva era’ que utilizó Xi durante su discurso en el XIX Congreso Nacional del Partido. Todos los líderes vienen de la misma maquinaria de propaganda, y fingir que hay una nueva era o una regeneración es poco realista. Es muy devastador que intenten dar una imagen de novedad, cuando en realidad se encaminan con paso firme hacia el pasado. No entiendo la idea de “nueva era” cuando van hacia atrás: en lugar de ser más abiertos o democráticos, ahora todo es más retrógrado. Un solo hombre acumula todo el poder y lo usa para aniquilar cualquier atisbo de disidencia: desde los derechos humanos hasta los intelectuales o los de las minorías. La ilustración pretende reflejar que nada se mueve hacia adelante en China, solo hacia atrás.  

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