Ensayo

Gaza, el sueño de todas las pesadillas

Cada vez que esta tierra ruge, los titulares eclipsan al resto de información internacional

Gaza, el sueño de todas las pesadillas
Humo tras un bombardeo israelí en la Franja de Gaza, visto desde el sur de Israel. 16 de diciembre de 2023. Ariel Schalit / AP

El 7 de octubre, sobre las 6.45 de la mañana, mi teléfono comienza a vibrar con locura. Mi WhatsApp y la lista de Israel-Palestina de X echan humo. Entre la resaca de una larga sobremesa de coñac moldavo y mi pérdida progresiva de visión, me cuesta leer los mensajes que empiezan con BREAKING y más BREAKING. Aparto el aparato lo que puedo y lo acerco despacio hasta lograr ese punto en el que se aclara la bruma que envuelve el texto de la pantalla y no me lo puedo creer. ¿Estoy soñando? Miro a mi alrededor, Alo sigue dormida. Corro la cortina para cerciorarme de que Santa Sofía sigue presidiendo el Cuerno de Oro en la parte europea de Estambul. Todo correcto, no estoy soñando. Es 7 de octubre de 2023 y estoy viviendo en directo a través del móvil algo que nunca había podido imaginar: Hamás asalta Israel.

¡Joder!

Conecto Al Jazeera y marco inmediatamente el número de Kayed, mi hermano y el de otros muchos periodistas que trabajamos en Gaza desde hace décadas, un gazatí con familia en Málaga y dilatada experiencia en el mundo de la cooperación. No tarda un segundo responder: “Les han dado duro, esta vez les han dado las brigadas [Al Qasam, brazo militar de Hamás] primero, han roto la verja y combaten en Israel. Ven lo antes posible, no tardes, que viene una gorda”. Luego me entra un mensaje de un colega palestino que trabaja para un gran medio de Qatar: “Mikel, despierta, hoy empieza la liberación de Palestina. ¡Vamos a liberar Jerusalén!”.

¡Joder, joder!

Contacto con otro colega israelí en Jerusalén. Duerme. Le dejo un mensaje.

Me visto, meto el ordenador en la maleta de viaje, doy un beso a mi mujer y a mis hijos y salgo para el aeropuerto sin apartar la vista del teléfono.

Hay “guerras sin titulares” o “guerras olvidadas”, conflictos armados que apenas obtienen espacio en los medios mientras desangran gota a gota a las poblaciones que los sufren. Hay otros conflictos que conviven entre nosotros desde que tenemos uso de razón, como el que enfrenta a israelíes y palestinos. Cada vez que esa tierra ruge, los titulares eclipsan al resto de información internacional y legiones de periodistas corremos allí para contar lo que generaciones de colegas de todos los países, medios y formatos imaginables ya han contado antes.

Esta vez la chispa prendió el 7 de octubre de 2023 (7-O), cuando el brazo armado de Hamás, grupo considerado terrorista por la Unión Europea y Estados Unidos, lanzó una operación sorpresa contra las comunidades agrícolas próximas a Gaza. Los islamistas, acompañados de otras milicias palestinas, rompieron 18 años de bloqueo, superaron la insuperable verja de separación, mataron a 1.200 personas y se llevaron a más de 200 como rehenes y prisioneros de guerra.

La resistencia armada palestina se emborrachó de éxito y perdió la oportunidad de hacer una operación limpia contra el enemigo, golpear las bases militares junto a Gaza, capturar soldados y regresar. En su lugar, cientos de civiles fueron masacrados y, además de militares, se llevaron hasta bebés cautivos a la Franja, una estrategia injustificable incluso para amplios sectores del movimiento islamista.

Israel se apresuró a comparar el 7-O con el 11-S sufrido por Estados Unidos a manos de Al Qaeda en 2001, a Hamás con el grupo yihadista Estado Islámico y a los líderes del movimiento islamista con los nazis. En medio del shock, el primer ministro Benjamín Netanyahu clamó venganza, el Ejército puso en marcha una campaña militar sin límites de ningún tipo y su gran aliado, Estados Unidos, le dio un respaldo militar y diplomático absoluto.

Con el fervor de la revancha desatado, António Guterres, secretario general de la ONU, rompió su habitual tono de discursos insípidos cargados de “profunda preocupación” para recordar al mundo que los ataques del 7-O “no ocurrieron de la nada. El pueblo palestino ha sido sometido a 56 años de ocupación asfixiante”. Israel pidió su dimisión y acusó al diplomático portugués de alinearse con Hamás, pero por detrás de las cortinas de humo del derecho bíblico defendido por el ultranacionalismo religioso, Israel sabe que tiene un enorme problema a resolver con el pueblo palestino. El problema.

Pasados más de dos meses de guerra, el Ejército ha matado a más de 19.000 palestinos, la mayoría mujeres y niños. La destrucción causada por los bombardeos ha dejado invivible gran parte de la Franja e Israel recurre al hambre y la sed como armas de guerra, según denuncian cada día las organizaciones humanitarias internacionales que muy a duras penas pueden mantener cierta actividad en medio de los combates.

 

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