Los caminos que salen de Venezuela

Edu León

El éxodo venezolano, que está transformando la región, en imágenes del fotoperiodista Edu León

Desde 2014, al menos 2,3 millones de personas han abandonado Venezuela, según datos de la ONU. Más de la mitad, casi un millón y medio de esas salidas, se han producido solo en el último año en medio de la crisis política y económica que atraviesa el país. Human Rights Watch lo ha calificado de “crisis migratoria sin precedentes”.

La mayoría de venezolanos que emigra se queda en los países de la región. Once de esos países receptores se reunieron en Quito los pasados 3 y 4 de septiembre y acordaron crear un plan regional que, entre otras medidas, obligue a aceptar los documentos de identidad caducados con los que viajan muchos de estos migrantes.

Las consecuencias son caos en las fronteras, incertidumbre para las personas que han huido de Venezuela y unas imágenes de éxodo que recuerdan a las de Europa.

El fotoperiodista Edu León (Madrid, 1977) empezó hace cinco años a documentar la llegada de los primeros venezolanos a Ecuador. “Era otro tipo de migración, con más poder económico para moverse. Venían en avión o en autobús”. Desde el pasado mes de abril, León ha recorrido las fronteras de Ecuador con Colombia y Perú para fotografiar este éxodo, y planea volver pronto para poder contar las historias no solo de las personas, sino también de las zonas que atraviesan, plagadas en ocasiones de simbolismo. Su objetivo es deshacerse del partidismo. “Se ha hablado mucho del eje del bien y del mal en Venezuela, pero no tanto de la gente”.

En esta selección de imágenes, León cuenta en primera persona el caos y la descoordinación existentes en buena parte de las fronteras de la región, y cómo la sociedad civil se ha convertido en uno de los principales puntos de apoyo para las personas en ruta.

A principios de agosto, Ecuador declaró la emergencia migratoria en tres provincias por la llegada de venezolanos, e implantó la obligación de presentar el pasaporte para entrar al país. Hasta entonces, como miembros de la Comunidad Andina (CAN), los venezolanos podían acceder libremente a países como Ecuador. Esta prohibición supuso el cierre de fronteras para muchos de ellos.

Aunque la prohibición fue revocada a los pocos días por inconstitucionalidad, el Gobierno optó por empezar a pedir una apostilla en la documentación (un certificado que confirma su legalidad). Es absurdo porque hoy en día en Venezuela es imposible apostillar cualquier tipo de documento. Si por el pasaporte te pedían 800 dólares, cada hoja adicional son 80 dólares. Para la gente que está saliendo, es una cantidad inasumible.

Esta foto es anterior a esa prohibición. Es de las primeras que hice. Al fondo hay una frase de promoción turística de Ecuador. Es un reclamo pero, como se ve, en realidad no todos son bienvenidos al país.

Desde abril, Ecuador ha recibido una gran cantidad de venezolanos. Las filas para sellar el pasaporte pueden ser de hasta ocho horas. Se empezaron a crear dos: una para venezolanos y otra para el resto del mundo; una que pasaba rápido y la otra parada. La policía de migración ecuatoriana empezó además a marcar con un número a los migrantes venezolanos que esperaban sellar su pasaporte para poder seguir su viaje. Se convirtieron en cifras.

Rumichaca era el principal punto de entrada a Ecuador, y después empezaron a pasar también por San Miguel. Esta es una de las zonas de la Amazonía ecuatoriana más peligrosa, porque está controlada por narcos y grupos paramilitares.

Esta es la entrada a Ecuador desde Colombia, el paso de Tulcán, pasado el puente de Rumichaca. Dos días después de que se aplicara la norma de petición de pasaportes, el 20 de agosto, unos quinientos venezolanos decidieron salir en grupo a modo de protesta para poder llegar a Perú.

Ahora el flujo por aquí es menor, pero sigue existiendo. El Gobierno de Ecuador ha puesto autobuses para crear lo que ellos llaman corredor humanitario, pero no lo es: en realidad es una forma de limpiar el país de los venezolanos que entran y asegurarse de que llegan a Perú.

Hacen la ruta caminando pero también en lo que ellos llaman “mulas”: camiones que les recogen y transportan en parte del recorrido. Este era un camión de trigo. Me pareció interesante porque daba la sensación de que se lo tomaban como un juego: el conductor les dijo que fueran abajo para que no les viera la policía, y entonces se pusieron a jugar con el trigo. Parecía como si estuvieran dentro de un camión de pepitas de oro.

Son muy jóvenes. El chico que está en primer plano con las manos llenas de trigo se llama D’Angelo y tiene 19 años.

Es habitual que paren los camiones. Ecuador es un país de tradición emigrante y, pese a la campaña del Gobierno, la sociedad trata de ayudar. Aunque no toda. El 30 de agosto hubo una manifestación en el centro de Quito con nazis ecuatorianos que, al final de la marcha, se fueron de caza de vendedores ambulantes venezolanos.

Esto es el lado ecuatoriano del paso fronterizo con Perú. Aquí se han llegado a formar colas de diez horas y hasta un día entero. Esperan a que les sellen el pasaporte o la Carta Andina (documento que permite el tránsito de personas entre algunos países andinos).

Antes eran Chile o Ecuador, pero el destino principal de los venezolanos ahora mismo es Perú, porque hace un año aprobó una ley que les daba la posibilidad de conseguir un Permiso Temporal de Permanencia (PTP) que permite trabajar durante un año. Pero Perú ya supera a Estados Unidos en solicitudes de asilo venezolanas, tiene problemas para absorber las llegadas, y la gente está empezando a salir. Algunos quieren volver a Ecuador. Otros siguen hacia otros países.

Hay bastantes familias en los puntos fronterizos. Cada vez más. De hecho, se esperaba que cuando acabase el curso escolar en Venezuela viniesen más, y así fue.

En esta imagen se ve a una funcionaria de migración repartiendo los pasaportes sellados a los venezolanos que han esperado durante horas.

La sociedad civil ecuatoriana se ha convertido en uno de los principales sostenes de los migrantes que buscan llegar a Perú. Llevan ropa y comida a la frontera, pero el número de venezolanos no deja de crecer y dicen que ya no abarcan, que el Estado también debería intervenir con ayuda.

Muchas de las personas que ayudan han vivido la migración porque les ha tocado de forma muy cercana. En Ecuador, ¿quién no tiene un familiar que se ha tenido que ir del país para buscarse una vida mejor?

Lo primero que me explicaban todos los venezolanos es lo que valía ya el bolívar en su país. Menos que el papel. Cuesta más imprimir un bolívar que su propio valor. Decían que ya no tenía ningún sentido, que no les daba para comprar nada.

Algunos empezaron a hacer origamis, papiroflexia con los billetes. Enrique, en la imagen, transformó en corazones lo que en su país no vale nada y los vendía en los autobuses de Quito para conseguir dinero que le permitiera continuar su viaje. Otros han hecho hasta mochilas.

Rafael Guzmán, presidente de la Comisión de Finanzas del Parlamento, anunció el pasado 5 de septiembre que la inflación en Venezuela había registrado una tasa mensual en agosto de 223,1%. En lo que va de año, la tasa acumulada es de 34.680,7 %.

Esto es la frontera de Perú con Ecuador. La primera foto es de un paso fronterizo binacional, un espacio oficial enorme. La segunda imagen es la localidad de Aguas Verdes, muy cerca de este paso oficial. Ese pequeño riachuelo divide a ambos países: la parte izquierda es Ecuador y la derecha es Perú.

En esta zona hay mucho contrabando de gasolina y, curiosamente, de cebolla peruana. Es uno de los puntos fronterizos no controlados al que se están dirigiendo los venezolanos ante las normativas que restringen el libre tránsito. Hay un camino muy cerca de aquí que ya utilizaban los haitianos hace unos años.

Adreina Rodríguez, de 23 años, y su hijo Matías, de 9 meses, esperan en la frontera entre Ecuador y Perú. El pequeño no paraba de reír. Su destino final era Lima porque tenían conocidos allí.

Como tantos otros venezolanos, no tenían pasaporte. Pero el Gobierno peruano ha hecho excepciones con casos vulnerables, como personas mayores o madres con hijos.

La gente que aparece en esta imagen es parte del grupo que salió caminando hacia Perú cuando empezaron a implantar la medida de pedir pasaportes en la frontera. Aquí están descansando en Mascarilla, una de las partes más cálidas del Valle del Chota, a la espera de los primeros autobuses puestos por la Prefectura de Pichincha para llevarlos hasta la frontera de Huaquillas, justo antes de que entrara en vigor la normativa impuesta por Perú. Poco después esta iniciativa fue adoptada por el Gobierno nacional, pero con una intención diferente: la de enviar el problema al país vecino.

Esta zona es muy simbólica porque es un valle afro donde antiguamente había esclavos. Hace poco hubo un enfrentamiento con la policía que acabó con un muerto.

Estos son algunos de los autobuses utilizados al principio por la Prefectura. Los que después utilizó el Gobierno ecuatoriano eran mucho peores: autobuses locales que no estaban acondicionados para viajes tan largos. Tardaban casi 24 horas en llegar a su destino.

Las autoridades de Ecuador quisieron crear un corredor humanitario, pero no informaron bien a los migrantes ni avisaron al Gobierno de Perú, que de repente se encontró con estas personas en la frontera.

Jhenfies Martínez tiene 19 años, sufre un tipo de diabetes pero es intolerante a la insulina. Necesitaba un medicamento especial que le enviaban desde España y que no tenía cuando salió de Venezuela. En el momento de esta foto ya llevaba más de veinte días caminando con su familia y había sufrido varias crisis y recaídas. Al llegar a Quito, en la imagen, sufrió otro colapso.

Yolanda Montenegro decidió abrir su casa en la localidad ecuatoriana de Tulcán, muy cerca de la frontera con Colombia, hace ya catorce años para acoger a personas en ruta. Hoy es el albergue Jesús Migrante. Tulcán es la primera ciudad tras pasar el puente internacional de Rumichaca, el paso fronterizo más importante entre Ecuador y Colombia. Por este albergue han pasado colombianos que huían del conflicto, haitianos…

Yolanda vive en esta casa con su marido y sus hijos, que la ayudan a gestionar el espacio. No les da comida, pero sí un refugio y mantas. Es una zona muy fría y muchos de los venezolanos vienen sin abrigo. Reciben entre 30 y 50 personas al día. Las instituciones saben de su existencia y lo quieren cerrar acusándolo de ilegal, pero no hay otras alternativas. Es una muestra de la ausencia del Estado, del vacío dejado por instituciones y organismos oficiales.

Este sí es un albergue oficial. Está en Ipiales, Colombia, donde hay tres albergues abiertos de forma habitual.

Durante la segunda vuelta electoral del pasado mes de junio se cerraron las fronteras, y al término tuvieron que habilitar dos albergues temporales más para poder gestionar el tapón que se había formado. Este era uno de ellos, pero ya está cerrado.

Al final todo es un juego político. La llegada de Iván Duque a la presidencia de Colombia puede alterar el escenario. Las reuniones de Quito han mostrado que hay un pulso entre los países de la zona: el proceso migratorio se ve como un problema.

En la frontera entre Colombia y Venezuela hay tres grandes pasos. El de Cúcuta es en teoría el más seguro, pero en el de Maracaibo hay muchos testimonios que cuentan cómo los paramilitares y narcos están utilizando esta migración para reclutar hombres y secuestrar mujeres.

Que les fuercen a tomar otras rutas solo hace que sean más vulnerables.

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