Es una de las enfermedades que más miedo atávico produce en pleno siglo XXI. Por su letalidad, por su transmisión, por la forma de morir, por los ya célebres trajes de astronauta del personal sanitario para evitar el contagio. Todo contribuye a situar al ébola en el ámbito de la ciencia ficción, pero es el momento de arrebatar a este virus una mística que no se merece.
Aunque se está usando una vacuna experimental, la epidemia de ébola en el este de la República Democrática del Congo (RDC) sigue desatada. “Está siendo un fracaso en términos de estrategia. La población no está en la toma de decisiones y no hay suficientes vacunas para hacer una campaña que no sea discriminatoria”, dice Luis Encinas, experto en ébola de Médicos Sin Fronteras. “Las comunidades deben ser escuchadas”.
Lo que ocurre en una de las zonas más castigadas del planeta —por la guerra, por otras enfermedades como la malaria, que dejan más muertos pero no son mediáticas— es una advertencia para los grandes desafíos de la humanidad en las próximas décadas: se pueden hallar respuestas en el grial de la tecnología y la ciencia, pero la lucha contra este tipo de epidemias depende de algo tan esencial como la confianza entre seres humanos.
En nuestras habituales 5W, desgranamos las claves para entender por qué esta epidemia sigue fuera de control.
What: el décimo brote en RDC
Más de un año después de los primeros casos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró por fin, el 17 de julio, que la epidemia en RDC era una emergencia de salud pública internacional. Hasta ahora hay 2.592 casos y 1.743 muertes: es la segunda peor epidemia de ébola de la historia, solo por detrás de la de África Occidental (2013-2016), en la que murieron más de 11.000 personas. La declaración de la OMS alerta a cualquier país del mundo de que el ébola es un riesgo potencial, pero a efectos prácticos sobre todo significa —debe significar— una mayor coordinación internacional para hacer frente al brote. La OMS había dicho que necesitaba 98 millones de dólares para responder a la epidemia, pero solo había recibido 44 millones: se espera que ahora sea más fácil recaudar fondos.
La renuencia de la OMS a declarar la emergencia respondía a la alarma que genera un anuncio así y al impacto que un eventual cierre de fronteras podría tener sobre la economía de la región. Solo cuando aparecieron casos en Goma, ciudad de más de un millón de habitantes, puerta a la vecina Ruanda y que dispone de un aeropuerto con vuelos internacionales, la OMS admitió que el mundo debía “tomar nota” de lo que estaba pasando allí.
El ébola tiene una tasa de letalidad de hasta el 90%, aunque la gran mayoría de las epidemias tiene una tasa mucho menor, que depende de la cepa del virus y otros factores como, entre otros, la cantidad de virus en el cuerpo o la fortaleza del paciente. Los síntomas: fiebre, dolor muscular y de cabeza; una especie de gripe violenta. En algunos casos también se producen vómitos, diarreas y hemorragias de todo tipo. Se contagia a través de fluidos corporales: sangre, orina, heces, semen… El virus fue identificado por primera vez en 1976, precisamente en RDC. Esta es la décima epidemia a la que se enfrenta el país.
When: cronología de la epidemia
La actual epidemia de ébola, de la cepa zaire —la más letal—, fue declarada el 1 de agosto de 2018 en la localidad de Mangina (40.000 habitantes, noreste del país), aunque los primeros casos se remontan a mayo. El epicentro se desplazó un poco más al sur, a Beni (400.000 habitantes), y alcanzó Butembo, una gran ciudad comercial con más de 150.000 habitantes.
Durante los primeros ocho meses de la epidemia se registraron algo más de mil casos, pero entre abril y junio se doblaron y saltaron las alarmas. El 11 de junio, la vecina Uganda anunció que tres personas habían sido diagnosticadas con el ébola: eran los primeros casos que cruzaban fronteras desde el inicio del brote. El 14 de julio la simbólica ciudad de Goma, capital de la región de Kivu Norte, registró también su primer caso, y la OMS declaró la emergencia internacional.
Este es solo el relato cronológico de una epidemia descontrolada, que parece poder explicarse a través de cadenas de contactos, de expansión natural de un virus, de curvas epidemiológicas, pero que no se puede entender sin el factor humano.
Where: el este de RDC
El anterior brote de ébola también tuvo lugar en RDC: en concreto, en Mbandaka, una ciudad de más de un millón de personas —no una aislada zona rural— en el oeste del país, cerca de la frontera con Congo-Brazzaville. Allí se usó la vacuna —que aún no ha sido comercializada y patentada— y el brote se acabó con tan solo 33 muertos.
¿Por qué esta vez ha sido diferente?
“Hay varios motivos que lo explican”, dice por teléfono desde Goma el doctor congoleño Patient Kighoma Mumbere, que trabaja para Médicos Sin Fronteras y que ha estado en ambas epidemias. “La de Mbandaka estaba en un lugar más aislado, y aquí [en el este] hay grandes ciudades de más de un millón de personas. En esta zona no había habido epidemias, era algo nuevo, y mucha gente piensa que el ébola no existe. Aquí las comunidades son importantes: no pesa tanto la postura del individuo como la del grupo. Y ahora mismo, la gente piensa que quien entra en un centro de tratamiento lo hace para morir. La gente no entiende que una madre pueda abandonar a su hijo enfermo de ébola”.
Las dos provincias congoleñas afectadas por la epidemia son Kivu Norte e Ituri, fronterizas en su conjunto con Ruanda, Uganda y Sudán del Sur. Una zona donde actúan decenas de grupos armados, castigada por la resaca usurpadora del colonialismo y donde aún se oyen los ecos del genocidio ruandés. Una región desestructurada, donde el Estado no existe o es un actor más de los conflictos, donde el sistema está absolutamente desmoronado, la confianza en las instituciones es nula y la malaria y la pobreza hacen estragos entre la población.
Es la primera vez que se declara una epidemia de ébola en una zona de conflicto.
Why: ¿qué pasa con las vacunas?
La obsesión durante la terrible epidemia en Sierra Leona, Liberia y Guinea, que tuvo su punto álgido en 2014, era la vacuna. Si tuviéramos vacuna, podríamos parar esto, se decía. La farmacéutica estadounidense Merck logró finalmente desarrollar una vacuna aún en fase de experimentación. Si ahora se dispone de este arma contra el ébola, y que fue eficiente en el anterior brote, ¿por qué no se ha detenido esta epidemia?
La vacuna ha sido administrada a más de 160.000 personas y ha tenido una efectividad del 97,5%. Se ha usado el denominado sistema de los anillos: se busca a las personas que han tenido contacto directo con los enfermos y se les inyecta la vacuna, porque son quienes presentan más riesgo de contraer el virus. De esta forma se pretende cortar la propagación de la epidemia, pero de momento no se ha conseguido.
“En un pueblo de sesenta personas, ahora mismo vacunan a siete… Si quieres acabar con la epidemia, tienes que vacunar a todos”, dice Encinas.
Este sistema de aros concéntricos puede funcionar cuando todo el mundo actúa de forma disciplinada y coordinada, pero no cuando la gente desconfía de la vacuna, de las organizaciones humanitarias, de las autoridades. Las cadenas de transmisión siguen activas y aparecen casos esporádicos en diferentes lugares: cerca de la frontera con Sudán del Sur, en Uganda, ahora en la ciudad de Goma. No hay un control sobre las personas que tienen más riesgo de contraer el ébola. Y la ciencia, por muy avanzada que sea, no puede lidiar con eso si no hay colaboración humana.
Who: las comunidades
Entre enero y mayo, ha habido un total de 174 ataques contra trabajadores humanitarios que luchan contra el ébola y contra instalaciones médicas. Cinco personas han muerto y 51 han resultado heridas. La OMS y Médicos Sin Fronteras han sido el blanco de algunos ataques, y la autoría de ellos casi nunca ha sido aclarada.
De fondo no solo está la historia de violencia entre grupos armados en la región, sino las suspicacias y el rechazo a la intervención externa y al percibido como lejano Gobierno de Kinshasa. Algunos creen que el ébola es un invento para que se enriquezcan las organizaciones humanitarias y el Gobierno. Un estudio publicado en The Lancet dice que una de cada cuatro personas entrevistadas el año pasado en la región aseguraban que el ébola no era real. Corren bulos por WhatsApp y Facebook. La red social de Zuckerberg ofrece internet gratuito en este y otros países africanos y por ello desempeña un papel aún más importante en el control de la información o la difusión de mentiras.
Hubo una terrible coincidencia que ayudó a fortalecer las teorías de la conspiración: a pocos días de las cruciales elecciones del año pasado, el Gobierno suspendió las votaciones en tres localidades afectadas por la epidemia y con una importante presencia opositora. Se arguyó que lo hizo para evitar la propagación del ébola, pero los lugareños sospecharon que una operación de manipulación electoral se había puesto en marcha.
Las comunidades no están participando en la respuesta estratégica a esta epidemia. En la epidemia de África Occidental desempeñaron un papel fundamental. Hubo desconfianza y caos desde el principio, pero cuando las comunidades se implicaron, cuando ellas mismas se convirtieron en la respuesta, el número de casos descendió a toda velocidad.
“Se debe identificar a los líderes comunitarios e implicarlos en la respuesta. Deben apropiarse de la intervención”, dice el doctor Kighoma.