Abjasia, tierra de mortales

Florian Bachmeier

Recorrido fotográfico por una conflictiva franja de tierra entre el mar Negro y las montañas del Cáucaso

El abandono y las señales de destrucción de una guerra que concluyó hace casi 25 años siguen presentes en Abjasia, una franja de tierra entre el mar Negro y las montañas del Cáucaso que alberga un conflicto congelado en el tiempo.

La disolución de la antigua URSS en 1991 hizo estallar las viejas tensiones separatistas en esta provincia georgiana: entre 1992 y 1993, las fuerzas independentistas de Abjasia y el Ejército de Georgia protagonizaron un cruento conflicto que enfrentó a distintos grupos étnicos que habían convivido durante décadas, y dejó varios miles de muertos y unos 200.000 desplazados -en su mayoría de origen georgiano-. La confrontación terminó con la derrota de las fuerzas gubernamentales georgianas a manos de los separatistas abjasios, apoyados por Rusia. Hoy, Abjasia está reconocido como Estado independiente tan solo por Rusia, Nicaragua, Venezuela y una pequeña nación de Micronesia, Nauru, pero no por el resto de la comunidad internacional.

Muchos de los edificios, marcados por los agujeros de bala y metralla, recuerdan todos los días a los habitantes de Abjasia lo que han perdido y sufrido. La economía de este territorio de poco más de 240.000 habitantes es frágil, y lo único que la mantiene son los turistas rusos que buscan descanso en las playas del mar Negro. Los jóvenes con educación superior abandonan Abjasia, generalmente con destino a Rusia, para no volver.

El fotógrafo alemán Florian Bachmeier ha capturado escenas de este lugar cuyo nombre significa, literalmente, “tierra de mortales”. Sus imágenes son parte de un proyecto a largo plazo sobre los países y territorios que rodean el mar Negro. “Todos tienen algo en común: un conflicto de identidad”, dice el fotógrafo, que en Abjasia retrató escenas de la vida en lugares abandonados, iglesias reconstruidas, bases militares. En esta selección de fotos comentadas por él mismo, nos acerca a un territorio en el que aún se respira el conflicto.

Florian Bachmeier

La ciudad costera de Ochamchira sufrió grandes daños durante la guerra en Abjasia. Antiguamente era un bonito retiro costero de Georgia. Tras el conflicto bélico que siguió a la disolución de la URSS, se convirtió en un territorio en gran parte abandonado. Hoy en día existe allí una base naval rusa, con soldados rusos estacionados para disuadir a Georgia de volver a ocupar Abjasia.

Esta playa está en las afueras de la ciudad. Las dos mujeres de la imagen son trabajadoras del puerto pesquero que se han detenido frente al mar de camino a casa.

Florian Bachmeier

En el patio de un grupo de viviendas comunales en la ciudad de Akaramara, en el noreste de Abjasia, hay una especie de taller en el que dos hombres reparan coches y motos con partes que consiguen de otros vehículos. Sus clientes son vecinos de la zona.

En esta localidad había minas de carbón. Hoy en día es prácticamente una ciudad fantasma: todos los edificios están en un estado ruinoso. En algunos permanecen todavía algunas familias que no tenían ni siquiera medios para irse. El lugar está así desde la guerra. Una empresa turca intentó poner en marcha una mina de carbón aquí, pero no era rentable. La gente ha ido abandonando el lugar.

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Gali es la capital del distrito del mismo nombre, en el sur de Abjasia, en la frontera con Georgia. La foto está tomada en el mercado que celebran una vez a la semana bajo vigilancia de una patrulla de la policía: aquí se siente todavía un ambiente de represión y control que en otras partes de Abjasia ya no existe. La zona no es del todo segura.

En el este de Abjasia vive una subdivisión étnica, los mingrelios, considerados de etnia georgiana. Muchos viven en este distrito de Gali, fronterizo con Georgia. La zona está algo descuidada por las autoridades abjasias, que ven a los mingrelios como una quinta columna de Georgia.

La foto sintetiza lo que es Gali. Los pueblos están medio derruidos, no se puede comprar prácticamente nada. La gente trabaja para volver a poner en marcha iglesias, actividades culturales… Pero no es nada oficial, todo es por iniciativa de los propios vecinos.  

Florian Bachmeier

Esta foto está tomada en el puerto de Ochamchira, donde los mineros se calientan frente a hogueras de carbón.

Abjasia está bastante aislada: a los ciudadanos con pasaporte abjasio no se les permite pasar a Georgia y solo hay un camino para ir a Rusia, por Sochi. El mar es casi su única salida. Rusia comercia con Abjasia por motivaciones políticas, en parte para mantener la impresión de que Abjasia puede participar en el mercado internacional y vender productos. Pero la realidad es que no hay apenas actividad comercial.

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Esta foto está tomada en un hospital en el pueblo de Okumi, en el distrito de Gali. Esta localidad quedó destruida por la guerra. En su día los residentes mingelios que habitaban aquí huyeron hacia Georgia. En los últimos años están volviendo gradualmente, aunque no son bienvenidos por los residentes de etnia abjasia.

Una vez por semana acude un médico: la gente viene y espera hasta que les puede atender. Hay un solo médico para cientos de pacientes. Aquí no funciona nada que no sea por iniciativa de los vecinos o de alguna organización humanitaria.

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Este chaval es sirio, pero su origen étnico es abjasio. Huyó de la guerra de Siria hace unos dos o tres años. Ahora vive en Sujumi, la capital de Abjasia, y trabaja como mecánico de coches. En Sujumi hay varios cientos de refugiados sirios de etnia abjasia.

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Esta foto está tomada en el antiguo ayuntamiento de Okumi. Hoy es un centro cultural por iniciativa de los vecinos, que quisieron rehacer la vida en comunidad de su pueblo. Aquí hay algunas salas de teatro en las que se representan obras o danzas populares, por ejemplo.

La imagen muestra un muro con fotografías de soldados caídos en la II Guerra Mundial. En la zona hay bastantes cementerios de prisioneros alemanes que fueron trasladados allí tras la contienda.

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La ciudad de Ochamchira fue uno de los objetivos prioritarios de las fuerzas georgianas durante la guerra. Estaba comunicada por ferrocarril con Georgia. Allí hubo batallas muy duras y prolongadas. Casi todos los edificios de la ciudad quedaron destruidos. La mayoría, sobre todos los que eran públicos, siguen en ruinas. El edificio de la foto era una antigua escuela. Ahora los niños juegan aquí.

La mayoría de los niños están escolarizados, pero muchos de los que prosiguen sus estudios después de la escuela tienen que hacerlo fuera de Abjasia. Suelen ir a estudiar a Rusia.

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Esta es la antigua iglesia ortodoxa de la localidad de Okumi. Tras la guerra, quedó completamente abandonada. Los vecinos reunieron todos los objetos que pudieron y los devolvieron al lugar. También repararon el techo. Pero no hay cura, ni se espera contar con uno pronto. Tampoco tienen dinero suficiente ni materiales de construcción como para hacer una restauración a fondo. Pero a pesar de todo se reúnen aquí en festividades importantes, como Pascua o Navidad.

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Nadia y su hija Valeria en el dormitorio de su casa en Okumi. Nadia y el que hoy es su esposo, Lekso, huyeron de Okumi durante la guerra y se fueron como refugiados a una antigua escuela de Kutaisi, en Georgia, como tantos otros. Regresaron unos meses después y construyeron la vivienda que hoy habitan junto con los padres de Leksos. Son granjeros: cultivan algo de trigo, y tienen algunos cerdos, dos vacas, gallinas y árboles frutales.

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Esta es una pista de aterrizaje de helicópteros en una base militar rusa entre Ochamchira y la ciudad de Tkvarcheli. Es una de las bases más grandes de esta zona: en 2014 había desplegados en la zona unos 5.000 soldados rusos.

Cuando estás en Abjasia sientes que estás en otro país. Hay una vida totalmente diferente a la de Georgia. No está permitido cruzar la frontera entre Abjasia y Georgia. Hubo escaramuzas en 2008, con la guerra entre Rusia y Georgia por Osetia del Sur. Y si viajas de Abjasia a Rusia, Georgia te niega la entrada.

Florian Bachmeier

Viajaba desde Ochamchira a Sujumi con una familia en coche cuando vimos este oso a un lado de la carretera. Nos detuvimos. Estaba en una jaula y no había nadie, no supimos quién le cuidaba. Era muy triste, no se veía ninguna vivienda ni a nadie cerca. Uno de los miembros de la familia con la que iba me dijo que lo veía siempre que pasaba por allí y que llevaba mucho tiempo, al menos un año.

Florian Bachmeier

Esta imagen es de una iglesia cerca de Ochamchira. El padre Sergej, el sacerdote, es muy conocido en muchos países -especialmente en Rusia- por sus ceremonias de exorcismo. Vienen a verle desde muchos lugares del mundo: Moscú, la India, Estados Unidos… En la iglesia ortodoxa, el rito del exorcismo para expulsar a los demonios está bastante normalizado. Es una tradición arcaica. Aquí, el padre Sergej daba aceite sagrado a los feligreses en la frente con un pincel.

Florian Bachmeier

Tras recibir aceite en la frente, los feligreses se ponían en fila y el sacerdote pasaba con incienso y les daba un pequeño golpe con el incensario. En este grupo había cuatro poseídas. Al contacto con los objetos sagrados, mostraban un profundo malestar y empezaban a hacer aspavientos, a gritar. Luego caían al suelo, donde quedaban postradas hasta que se recuperaban.

Florian Bachmeier

Una de las mujeres con más signos visibles de posesión se apoya en la pared de la iglesia. Después de esta foto salió corriendo y se tumbó en la hierba, bajo la lluvia.

En este caso las afectadas eran solo mujeres. Seguramente existe la creencia de que es más fácil para los demonios entrar en sus cuerpos. Ver el rito imponía respeto, era impresionante.

Como en muchos lugares del antiguo bloque comunista, en Abjasia la Iglesia ha regresado con fuerza y juega un papel muy importante en la sociedad. Las misas son un evento, un punto de encuentro en el que se reúne todo el pueblo.

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