El dilema de Hezbolá

La milicia chií lleva un mes enfrentándose a las fuerzas israelíes en la frontera del sur libanesa, pero aún evita declarar en público la guerra a Israel. ¿Por qué?

El dilema de Hezbolá
Seguidores de Hezbolá congregados en Beirut el 3 de noviembre para ver el discurso televisado de Hasán Nasralá, el líder de la milicia chií libanesa. Diego Ibarra Sánchez

—¡Estamos aquí para ti y siempre lo estaremos! 

—¡Nuestro líder Nasralá!

—¡Nuestra Señora Zainab!

—¡Nuestra sagrada [mezquita] Al Aqsa!

—¡Israel es el gran Satán!

Las voces de los acólitos de Hezbolá resuenan en las calles de Dahiyeh, los barrios chiitas de los suburbios del sur de Beirut, durante los funerales de combatientes muertos por fuego israelí en la frontera con Israel. La participación del llamado Partido de Dios en la guerra entre Israel y Hamás desde el sur de Líbano ha hecho revivir la causa de la resistencia islámica libanesa. En las últimas semanas, más de medio centenar de combatientes han engrosado ya la lista de “mártires” de Hezbolá que descansan en los cementerios chiíes de todo el país.

El apoyo al Partido de Dios se limita a la comunidad chií, mientras que las otras sectas que componen el mosaico sociopolítico de Líbano rechazan entrar en una guerra que no sienten como suya. El apoyo a la causa palestina y contra la invasión israelí de Gaza está tan patrimonializada en Líbano que no se han visto manifestaciones por parte de los otros partidos políticos ni de la sociedad civil, porque no quieren que se les asocie con el movimiento de resistencia libanés. Ningún actor político se ha atrevido tampoco a condenar las acciones militares de Hezbolá desde el sur del Líbano. Este silencio por parte de los líderes políticos libaneses se debe interpretar como una medida de contención para no exacerbar las divisiones sectarias que en el pasado llevaron al país a una sangrienta guerra civil (1975-1990).

Desde el pasado 8 de octubre se repiten a diario las escaramuzas entre Hezbolá y el Ejército israelí en la frontera del sur de Líbano. Los ataques fronterizos contra posiciones militares a ambos lados se concentran en un radio de entre cuatro y cinco kilómetros a lo largo de los cien kilómetros de la línea fronteriza que comparten ambos países, de donde se ha evacuado a la población civil para preparar una zona militar. Con ataques de cohetes Katiusha y misiles guiados, la milicia chií ha destruido equipos de vigilancia israelí en la frontera, varios vehículos de tropas y tanques, y asegura haber causado bajas militares. Las fuerzas israelíes han atacado con cazabombarderos y drones posiciones de Hezbolá desde donde supuestamente lanzaban sus cohetes, y han usado fuego de artillería en las colinas cercanas a las poblaciones fronterizas, lo que ha causado incendios que han arrasado la vegetación y los cultivos. Viviendas fronterizas, ahora vacías, también han sido alcanzadas por el fuego cruzado y algunas han quedado severamente dañadas.

Entre las reglas del juego adoptadas de forma implícita tanto por el Ejército israelí como por la milicia libanesa está el evitar causar víctimas entre civiles. Aun así, las bombas israelíes han matado en el sur de Líbano a una decena

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