Sudán: la guerra que no importa

Más de la mitad de la población sudanesa depende de la ayuda humanitaria. Pero esa ayuda no llega, porque el mundo mira a otra parte.

Sudán: la guerra que no importa
Mujeres, niñas y niños recogen agua en uno de los pozos abiertos por Médicos Sin Fronteras en el campo de Adré, en la frontera de Chad con Sudán. La falta de acceso al agua es una de las principales causas de las infecciones y la malnutrición. Ricard Garcia Vilanova

La mujer introduce su mano en uno de los pliegues de la tela con la que cubre su cuerpo y su cabello. Extrae un folio doblado por la mitad. Es un dibujo hecho con bolígrafo azul. Una especie de retrato robot en el que un hombre aparece pintado de frente y de perfil. Cabeza rapada, barba larga, un punto grande en la frente.

—Este era el aspecto de quienes nos atacaron. Lo dibujé para que no se me olvide. A muchos no los entendíamos, no eran sudaneses. Había gente blanca, gente de Libia, de República Centroafricana, de Nigeria, de Chad. Nos gritaban “¡esclavos!” mientras mataban a los hombres y violaban a las mujeres. Incendiaban las casas gritando “¡Allahu akbar!”.

Hawa Guma Hamad tiene 49 años, el rostro redondo y una urgencia imperiosa por contar lo que ha vivido, como la mayoría de las decenas de refugiados y refugiadas sudaneses que entrevistamos en la frontera de Chad. Se sientan frente a estos periodistas y comienzan a narrar con detalle el infierno del que huyeron y el abismo en el que se encuentran. Algunos llegan a hacer cola para prestar testimonio. En muchos casos, explican con ansia, es la primera vez que pueden verbalizar su dolor.

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