Ucrania corre hacia los Juegos Olímpicos

Un joven de la selección ucraniana de atletismo lanza un disco durante un entrenamiento en el centro olímpico de Kiev. Al fondo, el lema de los Juegos Olímpicos, ‘Citius, Altius, Fortius’: Más rápido, más alto, más fuerte. Susana Girón

Los deportistas ucranianos de élite creen que París 2024 es el escaparate perfecto para que el mundo no se olvide de su guerra

Instalaciones deportivas bombardeadas, entrenamientos bajo alarmas antiaéreas y una presión multiplicada por la inseguridad: en Ucrania, el camino de los atletas a los Juegos Olímpicos de París 2024 está marcado por la guerra. La que arrancará en Francia el próximo 26 de julio es la primera cita olímpica desde que Rusia lanzó su ataque a gran escala contra Ucrania, hace ya más de dos años. Desde entonces, la guerra ha pasado una dura factura también al deporte: según las autoridades ucranianas, más de 400 personas relacionadas con el deporte de élite en el país —atletas, entrenadores, árbitros— han muerto en el conflicto. Además, hay más de 350 centros deportivos bombardeados, con daños por unos 250 millones de euros.

Consciente del valioso escaparate que significa la participación de sus atletas en el evento deportivo más importante del mundo —en el que el Comité Olímpico Internacional ha autorizado la participación de atletas rusos y bielorrusos bajo bandera neutral—, el Gobierno de Kiev ha mantenido las ayudas, becas y permisos de viaje a los deportistas de equipos nacionales.   

Para los atletas ucranianos, sin embargo, el camino hacia los Juegos Olímpicos está plagado de presión añadida.  ¿Cómo preparar el reto olímpico en un país en guerra? La fotógrafa documental Susana Girón ha explorado esta pregunta en un trabajo que muestra cómo los protagonistas, los propios atletas, han elegido continuar con su vida deportiva. Algunos han decidido entrenar en otros países, lejos de las bombas. Otros huyeron al comienzo de la guerra y, con el paso del tiempo, han optado por volver y seguir sus entrenamientos cerca de sus familias: estos meses, el Centro Olímpico de Kiev es un hervidero de atletas que entrenan y hasta viven largas temporadas en sus instalaciones. 

El trabajo de Susana Girón —ella misma licenciada en Educación Física— captura las dificultades del deporte olímpico en el contexto de guerra y se asoma, además, a las historias personales de los atletas: desde quienes vieron sus casas destruidas, hasta aquellos con familiares en el frente o los que se han visto obligados a alejarse de sus seres queridos. Las imágenes de la fotógrafa están llenas de simbolismo y dobles lecturas. Símbolos patrios, escenas íntimas o imágenes como la del atleta que lanza un disco en un gesto que podría ser, también, el de un disparo, y al fondo el lema olímpico: Citius, Altius Fortius. Más rápido, más alto, más fuerte.

En una selección de imágenes comentadas por la propia fotógrafa, recorremos el difícil camino de una Ucrania en guerra hacia los Juegos Olímpicos de París 2024.

Susana Girón

Esta es la ciudad deportiva de Irpín, en la provincia de Kiev. Las instalaciones están bastante dañadas; ahora en este lugar te encuentras a chavales jugando a fútbol o a personas que van a practicar deporte allí, no solo atletas de alto nivel. Los aros olímpicos estaban arrancados, del revés, algo muy simbólico. También las gradas estaban prácticamente arrancadas y todos los cristales reventados. Me impactó el hecho de que estos lugares están tal y como quedaron tras los destrozos que sufrieron hace prácticamente dos años. No ha habido actos vandálicos después: es como si la onda expansiva hubiera destrozado aquello —hay restos de bombas en la pista de atletismo, o en el campo de fútbol— , pero la gente sigue entrenando y no altera el lugar. Si entonces se cayó un mueble, sigue caído. Los petos deportivos están tirados por el suelo, los balones de fútbol reventados, las mallas que los contenían también por el suelo… Sientes la onda expansiva en tu propia piel.  

Susana Girón

Esta foto está tomada en el centro olímpico de Kiev, el Koncha Zaspa. Es el centro de alto rendimiento más importante de Ucrania, con capacidad para alojar a 350 atletas y personal técnico. Desde que se creó, en 1974, aloja a deportistas ucranianos y de otros países. Antes de la invasión rusa a gran escala se habían acometido obras de ampliación, pero la guerra retrasó su finalización. El centro opera a una capacidad del 20 por ciento de lo que lo hacía antes del conflicto bélico. 

Volodymir Kostiuk, de Dnipro, es una de las grandes promesas de la gimnasia artística ucraniana. Empezó a hacer gimnasia con 5 años en el club de su ciudad, al que lo apuntó su padre para canalizar su exceso de energía. Desde entonces, su gran meta es ganar un oro olímpico. “Lo llevo tatuado en mi piel”, dice. Tiene, de hecho, varios tatuajes. En uno debajo del pecho se lee All in my hands, se lo hizo con 16 años. Con 18 años se tatuó Everyone has one’s own path. Todo va en ese sentido: que nadie te quite tus sueños. A él lo llamaron a filas al principio de la guerra, pero decidió no ir [los deportistas de élite cuentan con permisos especiales para ello]. En primer lugar, porque no quiere luchar, y en segundo porque es un impedimento para lograr su sueño de verdad. Volodymir tiene entre ceja y ceja ganar un oro olímpico. 

Susana Girón

Estas son gimnastas del equipo nacional de gimnasia deportiva preparándose para su clasificación para los Juegos Olímpicos de París. El Koncha Zaspa está lleno de símbolos patrios: hay banderas ucranianas o mapas como el que se ve detrás de la chica que practica el salto hacia atrás, en el que se incluye la península de Crimea —en manos rusas pero reclamada por Ucrania—. También jugué con la simbología en la foto de las dos chicas: la bandera ucraniana con los tanques en el fondo es la de un batallón que está luchando en la guerra. Y la posición de las gimnastas, una sobre la otra, representa también esa presión.

En el centro de entrenamiento se oía prácticamente a diario el sonido de las alarmas antiaéreas. Mi sensación era que aquello se había normalizado. Recuerdo un día en las pistas de atletismo en el que se oyeron perfectamente dos bombazos. Cuando aquello ocurría, la actividad se paraba unos segundos, los atletas miraban Telegram —la mayoría se informa de cómo está la situación a través de grupos en esa red social— y después de comprobar si había sido un dron o algo parecido, continuaban como si nada.

Susana Girón

Este es uno de los controles militares que hay en las carreteras. Es el contexto en el que te tienes que mover, es un país en el que continuamente estás atravesando check points. Eso te recuerda que, al fin y al cabo, estás en guerra, porque en Kiev se vive una falsa normalidad: parece que todo es normal, hasta que empiezas a ver que nada lo es.

La prohibición de salir del país para varones de entre 18 y 60 años decretada por el Gobierno ucraniano no afecta a los deportistas de élite, que tienen un permiso especial para salir y entrar según lo requieran sus entrenamientos y competiciones. Para algunos atletas entrenar en el extranjero supone un alivio a esa presión a nivel de seguridad, pero para otros muchos no poder estar junto a sus familias es un estrés añadido.

Susana Girón

Los deportistas olímpicos del equipo nacional de boxeo ucraniano entrenan en el Centro Olímpico Koncha Zaspa para el preolímpico de Milán. En la foto de la izquierda aparece Mariia Bova. Ahora está en Tailandia ganándose su plaza olímpica. Vive este proceso con muchísimo estrés: tiene familiares en el Ejército y es madre de dos hijas, y eso se suma a la propia presión de su clasificación. Tiene la responsabilidad de entrenar dos veces al día y hacerse cargo de sus hijas en el contexto bélico. A nivel personal, sufre mucha presión. 

A la derecha aparece Dmitri Lovchinskiy. Es campeón de Ucrania de boxeo en la categoría de peso pesado. Me dijo que lo que peor llevaba era saber que él tiene el salvoconducto de ser deportista de élite, pero muchos de sus amigos deben estar en el frente. Hacía un llamamiento que repiten muchos atletas: que no nos olvidemos de Ucrania. Ir a unos Juegos Olímpicos con Ucrania es, al final, dar visibilidad al país. “Que la gente no se olvide de nosotros, que vea que somos fuertes y seguimos compitiendo”. Competir como país, más que como atletas individuales. París 2024 es el escaparate para que el mundo no se olvide de ellos. 

Susana Girón

Aquí vemos a miembros del  equipo nacional de remo sub-23 entrenando en el Koncha Zaspa. Esta imagen evoca también ese sentimiento patriótico que domina en los entrenamientos, con la bandera ucraniana colgada. En el Centro Olímpico cada deportista te iba contando cómo vivía la guerra y a veces te encontrabas con historias muy potentes. Las de los miembros de este equipo estaban vinculadas a la de su entrenador, Alexander Boholutskiy.

Susana Girón

Boholutskiy es el entrenador del equipo de remo sub-23. Vivía en Jerson cuando empezó la guerra. Perdió absolutamente todo: cuando volaron la presa de Jersón, su casa se inundó y todo desapareció. Al ser entrenador del equipo nacional tenía contactos, y pudo salir de la ciudad y sacar a su familia en la primera oleada de ataques rusos. Pero los doce atletas a los que entrenaba se quedaron atrapados en la zona. Durante un mes y medio, Alexander se dedicó a organizar a través de Telegram y otras redes sociales un grupo de ayuda para poder sacar clandestinamente a los chavales. Jugándose literalmente la vida, los iba sacando poco a poco. A través del bosque, escondidos en el coche… Me decía que era imposible contar todo lo que hizo. Pudo rescatar a sus doce chicos y, además, a otros once remeros de otros entrenadores. También consiguió sacar el motor de una lancha que más tarde, ya en Kiev, utilizó para seguir entrenando. Las tropas rusas tomaron como cuartel el centro de remo de Jersón y las instalaciones quedaron completamente destruidas. 

En Kiev, una compañera de trabajo se enteró de su historia y de lo que había arriesgado para salvar a los 23 chavales, y le ofreció gratuitamente una casa de campo que estaba a medio construir. Es la casa donde está tomada esta fotografía y en la que Alexander vive junto a Tatiana, su mujer, gracias a la solidaridad de su compañera. “Supongo que podría llamarse karma”, dice.

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Al comienzo de la guerra hubo una salida generalizada de atletas ucranianos a países extranjeros para continuar la vida deportiva. Dos años después, una parte importante de estos atletas han vuelto a sus hogares en Ucrania, pero la incertidumbre de un país en guerra y la destrucción de muchos de sus lugares de entrenamiento también han hecho que buena parte haya elegido seguir sus entrenamientos en Polonia, Alemania, República Checa, España y otros países europeos. 

La selección ucraniana de remo se ha preparado para su participación en los Juegos Olímpicos de París en la localidad de Banyoles, en Girona, donde los deportistas han estado desde enero hasta abril —cuando han dado comienzo los torneos preolímpicos clasificatorios para París—. Lo hacen todos los años, pero ahora con más motivo. Aquí no solo se refugian del frío de Kiev, que imposibilita remar al aire libre, sino de la presión extra que supone entrenar bajo alertas aéreas diarias y el riesgo tremendo que supone remar en espacios abiertos. El lago de Banyoles les da tranquilidad, aunque no puede quitarles la preocupación de saber que muchos de sus familiares y amigos están en el frente. Los atletas viven pendientes de sus teléfonos móviles buscando noticias en los grupos de Telegram que tienen para los partes diarios de guerra. También así mantienen el contacto constante con sus familias en Ucrania.

Susana Girón

En esta fotografía aparece la remera Anastasia Kozhenkova preparándose para el entrenamiento en Banyoles. Fue oro olímpico en Londres 2012 con el equipo de remo, y también cuatro veces campeona de Europa y campeona del Mundo en 2009. Su marido y su hijo de diez años están en Dnipro. Para ella esta distancia es un sacrificio, pero tiene 36 años y este es su último ciclo olímpico. Se comunica con ellos todos los días a través de WhatsApp. Como ella, la mayoría de los atletas está con el teléfono móvil todo el tiempo, pero no para mirar las redes sociales, sino como para saber cómo está su gente.

Susana Girón

Ivan Dovgodko nació en Kiev en 1987 y es otro de los miembros del equipo nacional de remo ucraniano que se ha preparado para París 2024 en Banyoles. Tras la invasión rusa, decidió tatuarse el escudo de armas de Ucrania en su pierna izquierda. Su discurso es parecido al de muchos otros deportistas: piensa en sus compañeros luchando en el frente de batalla. “Para mí, esta situación es una motivación extra. Nuestra capacidad de competir es lo que hace que la gente piense en Ucrania. Solo quiero vivir en paz, dejar de estar preocupado permanentemente porque mis mejores amigos están combatiendo justo ahora. No miro las noticias, me alteran demasiado. Todo mi tiempo libre lo dedico a estar en contacto con mis amigos y mi familia”, dice. Su mujer, Yevgenia, también forma parte del equipo olímpico de remo, y eso hace la situación un poco más fácil. Hace unos días, ella logró la clasificación para participar en los Juegos Olímpicos gracias a su marca en el Campeonato de Europa.

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Anastassia Superson es de Kiev y tiene 18 años. Es campeona del mundo de judo sub-21. Entrena mañana y tarde seis días a la semana. En el trayecto de unos 45 minutos desde su casa al suroeste de Kiev al gimnasio, pasa cada día por tres controles militares. Ha decidido no competir en París porque se está recuperando de una lesión. “Mi gran sueño es competir en unos Juegos Olímpicos. Tenía muchas ganas de ir este año, pero mi entrenador quiere que espere a los siguientes para evitar riesgos de lesiones y ganar más experiencia”. 

Cuando comenzó la guerra, Anastassia huyó a Polonia con otros seis compañeros y allí estuvo varios meses. Pero no podía entrenar bien y se trasladó a España, al Centro de Alto Rendimiento para judocas dirigido por el español Sugoi Uriarte en Valencia. Este centro acogió al inicio de la guerra a 27 judocas ucranianos para brindarles un lugar seguro y especializado para proseguir sus entrenamientos y sus vidas. Allí preparó durante meses el campeonato del mundo que acabó ganando. Sin embargo, decidió volver a Ucrania para estar con su familia.

Susana Girón

En sus pocos ratos libres, atiende clases online en la Universidad de Economía. “A Valencia vuelvo de vez en cuando a entrenar y me encanta, pero porque sé que al final solo serán unas semanas. Estoy muy agradecida por la oportunidad que me dieron de poder estar y entrenar allí durante los primeros meses de la guerra. Fue muy liberador. Pero aquí está mi vida y aquí voy a seguir”, dice Anastassia, que en esta imagen aparece en su habitación en Kiev. “En España siempre estaba preocupada por mi familia y al no verlos siempre tenía miedo de que les pudiera pasar algo sin yo saberlo. A pesar de las alarmas, para mí la calma es estar aquí”.

Susana Girón

Más de 400 personas vinculadas al deporte de alto nivel en Ucrania han perdido la vida en esta guerra; sus familias han quedado huérfanas. El hijo de Antonina Sergienko, Oleksandr, era integrante del equipo nacional de remo. Había nacido en Kiev el día de Navidad de 1991. Tenía el título de Master of Sports —un reconocimiento en Ucrania a los deportistas más destacados— por sus logros en remo. Contaba con formación militar y fue llamado a filas el primer día de guerra. Oleksandr decidió ir. “Sentía que era su deber”, dice su madre. Murió por un disparo de mortero cuando fue a rescatar a un compañero de brigada herido, y fue condecorado a título póstumo.  

Su mujer estaba embarazada y el bebé nació el día 23 de diciembre, dos días antes del que habría sido el cumpleaños de su padre. La familia lo recibió como una señal. Antonina ha colocado pequeños altares dedicados a su hijo en todas las habitaciones de la casa. Viste de luto desde que Oleksandr murió. “Esto es una locura. Tenemos familias en Moscú y los visitábamos como hermanos. Ya no tenemos ningún contacto. No me puedo explicar como está pasando esto. No solo es la muerte de mi hijo, hay muertes todos los días y no entiendo las razones que llevan a esto”, dice.

Susana Girón

“Para mí, Sasha [como lo llamaban cariñosamente] está vivo, es como si fuera a aparecer cualquier día. Por eso no he cambiado sus cosas de sitio, están tal cual las dejó”, dice Antonina. Guarda todas sus medallas en el salón de casa. Me llamó la atención que, aunque sabe que ganó muchos campeonatos, es incapaz de recordar nombres, lugares o fechas de los logros deportivos de su hijo. 

Susana Girón

Este es el estadio de la Facultad de Negocios de Irpín, en la región de Kiev. Estuvo unas semanas bajo control ruso, cuando las fuerzas rusas utilizaron una residencia universitaria cercana como base. Todo lo que está allí fue destruido, igual que la propia residencia.

Esta imagen tiene mucho simbolismo: los colores de las gradas, la pista de atletismo destruida… Pese a todo, seguía habiendo personas que iban allí a correr o a hacer deporte. Alrededor, todavía se ve el impacto de las bombas.

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